El Doctor de Ojos Azules [TERMINADA]

No puedo perderte

—Últimamente te veo mucho meditando en la chimenea. ¿Qué ha pasado ahora?

—Klaus, eso ha pasado.

Se hizo un silencio sepulcral. Cuando Ric se enteró de que el Original había huido, no dudó en ir a ver a Damon. Sabía que aún estaba muy enfadado, y razón no le faltaba, pero eso no quitaba que se preocupara por él.

—¿Y cuál es el problema? ¿No queríamos que Klaus se fuera?—Damon se giró para mirarle directamente a los ojos. Lo que estos reflejaban hizo que Ric tragara saliva forzosamente y que un escalofrío le recorriera todo el cuerpo.

—No te dijo cuál sería el precio de ayudarnos a deshacernos de Andie, ¿verdad?—el silencio que obtuvo como respuesta fue más que suficiente—Elena. Ella era el precio—volvió a girarse para perderse en las llamas de la chimenea, buscando una manera de no derrumbarse y sucumbir a la oscuridad que amenazaba con arrastrarle.

—Lo siento mucho, colega—dijo poniéndose a su altura. En otras circunstancias Damon no habría dudado en echarle de allí a patadas por su traición, pero ahora necesitaba a su compañero de copas más que nunca—¿Sabes dónde se la ha llevado?

—Tengo sospechas, pero necesito pruebas. No puedo dejar que gane, Ric. No puedo perderla—la voz se le quebró en el último momento, pero aún así se mantuvo firme. El rubio mandó a la mierda las advertencias de su subconsciente y lo abrazó. Damon no correspondió a su abrazo, pero tampoco le apartó. Se permitió derramar un par de lágrimas en su hombro.

—Cuéntamelo todo, tal vez pueda ayudarte—le dijo cuando se separaron. Damon dudó, pero tras unos segundos respiró hondo y tomó fuerzas para relatarle los fatídicos sucesos que ocurrieron en el lago apenas veinticuatro horas antes.

Salió corriendo de la cabaña a buscar a Elena. Tenía que aclarar lo que le dijo, no había medido sus palabras y se dio cuenta demasiado tarde de que se había ido de la lengua. Al salir al porche pudo oír voces provenientes del claro del bosque. Se concentró para identificar a la voz que hablaba, y al reconocerla el pánico inundó su cuerpo. Si él estaba allí solo podía significar una cosa: problemas.

Al llegar al claro pudo ver cómo Klaus estaba demasiado cerca de Elena, la chica temblaba y era incapaz de articular palabra. La vista se le nubló y solo pensó en mil maneras de acabar con ese desgraciado que estaba intimidando a su pequeña castaña, pero si algo era la perdición de Damon, era su poco autocontrol. Klaus sonrió al ver el coraje salir de sus poros y se aproximó aún más a ella. La chica no había notado su presencia, y solo se giró cuando Klaus miró por encima de su hombro. Sus ojos se abrieron el doble al verle allí.

—Damon, vete—dijo en un hilo de voz. Tenía los ojos vidriosos y las piernas le fallarían en cualquier momento. Las advertencias de Elena no sirvieron de nada. El ojiazul se abalanzó sin pensarlo contra Klaus, quien se apartó en el último segundo. Sin perder la sonrisa, contempló divertido cómo Damon iba dando tumbos sin ton ni son al intentar atraparle.

—Bueno, ya me he divertido bastante—dijo tras unos minutos esquivando al pelinegro—Ha sido un placer trabajar contigo, Damon. Ten por seguro que Andie ya no será un problema.

—Si te la llevas, te encontraré y te mataré. No sé cómo, pero lo haré—masculló mientras trataba de recuperar el aliento. Como respuesta Klaus le agarró fuertemente del cuello y Elena ahogó un grito.

—Un trato es un trato, ya conocías el precio. Si te vuelvo a ver, date por muerto—le espetó con asco. Sin darle opción a réplica, agarró a Elena y salió corriendo a velocidad sobrenatural. Damon no tenía las fuerzas suficientes para perseguirles, y sabía que no serviría de nada. Cuando se recuperó y pudo mantenerse en pie volvió a su casa, dispuesto a trazar un plan para traer a su chica de vuelta.