Aquella sonrisa maliciosa mandó un escalofrío por todo mi cuerpo. Se deslizó entre los árboles con suma suavidad, como si estuviera hecho de aire. Intenté moverme, pero mis piernas no respondían. Intenté gritar, pero mi garganta se negaba a mis súplicas. Aquél despreciable ser fue rodeándome lentamente, saboreando mi pánico.
—Sabes que tendré lo que quiero, tarde o temprano—su voz chirrió y retumbó en mis oídos, haciéndome estremecer.
—Por encima de mi cadáver—no sabía de dónde había sacado la voz, pero ahora que la tenía no desaprovecharía la oportunidad. Noté como dos figuras salían de la espesura a paso lento. No podía distinguirlas bien, aunque noté que se trataba de un hombre y una mujer. Una macabra idea se formó en mi mente, y a medida que se iban acercando, más seguro estaba de que no me estaba equivocando. Llegaron a la altura de Klaus y se detuvieron.
—Andie—gruñí cuando distinguí su gélida mirada—¿Cómo no? Sabía que no podía fiarme de una zorra como tú.
—Lo siento, cariño, pero no pensarías en serio que te ayudaría a salvar a mi asquerosa primita, ¿no?—soltó con un puchero fingido. Sentí cómo la rabia se apoderaba cada vez más de mí. Si tan solo pudiera mover mis piernas juro que aquella víbora estaría ya a mil metros bajo tierra, agonizando lentamente.
Al fijarme en la figura masculina que acompañaba a Andie abrí mis ojos como platos. Sentí cómo la furia ascendía por mi pecho e intentaba liberarse en grito, pero nada, solo pude observar impotente cómo Ric estaba medio inconsciente y apenas teniéndose en pie.
—Bueno, creo que estamos todos—canturreó Klaus. Cómo deseaba borrarle aquella estúpida sonrisa a puñetazos...iba a decir algo, pero algo detrás de mi captó su atención. Su sonrisa se hizo aún mayor, a la par que a mí un frío me recorrió cada parte del cuerpo mientras rezaba todo lo que sabía para que quien estuviera detrás de mí no fuera quien yo creía que era.
—Elena, amor, ven aquí—y ahí fue cuando se me nubló la razón. De repente la voz volvió a mí y mi cuerpo reaccionó.
—Elena, vete de aquí—ella me miró sin comprender—¡Ya!—como si de pronto hubiera entendido algo, dio media vuelta y echó a correr. Klaus hizo el amago de seguirla, pero me interpuse en su camino.
—No es momento de hacerse el héroe si no quieres que las cosas se tuerzan, Salvatore. Un trato es un trato.
—Yo nunca firmé un trato contigo, cabrón—escupí con odio sin bajar la mirada.
—Pero alguien lo hizo por ti, así que déjame cumplir mi parte del trato y salvar a tu amada—aprovechó que me quedé en shock mientras analizaba sus palabras para ir tras Elena.
—Al final va a ser verdad que los hombres realmente estáis ciegos—la fulminé con la mirada—Calma esos humos, terminator—rió, pero mi mirada siguió siendo la misma. De pronto reparé en mi amigo que estaba casi inconsciente, me acerqué a paso rápido y le recosté en la hierba para poder examinarle mejor. Andie fue a protestar, pero al ver el fuego de mis ojos se calló. Me fijé en que el rostro de Ric estaba más pálido de lo normal y que su pulso era débil.
En pocos segundos dejó de respirar y su corazón se detuvo.
Me incorporé sobresaltado y sudando, tenía la respiración descontrolada y me sentía desorientado. Eché una rápida mirada a mi alrededor. Las puertas del balcón estaban abiertas, dejando que la agradable brisa nocturna nos invadiera. Los muebles seguían en su lugar, y la puerta del baño estaba cerrada, tal y como la dejé. Solo me faltaba un detalle para asegurarme de que mi mente no me jugaba otra mala pasada. Miré hacia el lado izquierdo de mi cama, y al sentir su respiración tranquila y su rostro dominado por el sueño me calmé. Acaricié dulcemente su rostro, admirando su belleza con el reflejo de la luna.
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El Doctor de Ojos Azules [TERMINADA]
Hayran KurguElena despierta en un hospital, sin memoria. Poco a poco irá recordando experiencias, personas, el por qué de su amnesia...Pero, ¿podrá soportarlo? Su médico, un apuesto moreno ojiazul, se entregará en cuerpo y alma para ayudarla. Os animo a descub...