¿Me odiará?

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Elena paseaba tranquilamente por los lindes del bosque. El sol le acariciaba la piel y una brisa agradable la envolvía en los aromas silvestres de la naturaleza. Momentos como aquel eran sus favoritos, hacían que se evadiera de la realidad y le hacían olvidarse de todos sus problemas.

Una ráfaga fría le llegó hasta los huesos. Se estremeció, notando cómo el día se oscurecía hasta límites que jamás había imaginado. Sintió miedo, mucho miedo. Miró a su alrededor, buscando una salida, pero lo único que encontró fue oscuridad. Sin comprender muy bien por qué, echó a correr, sin rumbo y sin dirección. Solo podía pensar en huir. ¿De qué? Ni lo sabía ni le importaba.

A los pocos minutos, que se le hicieron eternos, llegó a un claro. En él vio una luz. Alguien se acercó sonriente hacia ella, y al aproximarse más le vio bien: un chico rubio, ojos castaños claritos, facciones suaves y con una sonrisa radiante.

—Aaron—musitó en un hilo de voz. No supo cómo sabía su nombre, simplemente lo sabía. El aludido sonrió aún más.

—Corre—le dijo cuando llegó a su altura—¡Corre!—Elena solo retrocedió dos pasos. De entre la maleza surgió una bestia que caminaba amenazante hacia ellos. Era enorme, y sus ojos emanaban furia. Cuando se acercó más Elena vio lo que era: un lobo. Un miedo indescriptible se apoderó de ella. Aaron se puso entre el lobo y la chica, protector.

—Elena, quiero que retrocedas lentamente hasta los árboles. Damon te está esperando—¿Damon estaba allí? ¿Cuándo había llegado? La chica no comprendía nada—Ve, yo le entretendré, pero no sé cuánto aguantaré.

Ella quiso gritarle que no iba a dejarle solo, que le ayudaría, pero las palabras no salían de su garganta. Su cuerpo obedeció las órdenes y lentamente alcanzó los árboles. El lobo no había dejado de acecharles, amenazante. Cuando se adentró en la frondosidad del bosque quiso volver atrás y ayudar a Aaron, pero antes de poder dar un paso más algo la sujetó contra un árbol mientras le tapaba la boca. Por un momento se asustó y quiso gritar, pero al ver aquellos ojos celestes se calmó. Ante este gesto el chico apartó lentamente la mano, haciéndole una seña para que guardara silencio.

Segundos después un grito desgarrador rompió la noche. Elena corrió hasta el claro con el corazón en un puño. Damon, al no poder detenerla, la siguió de cerca. Al llegar tuvo que agarrar con todas sus fuerzas a la chica para impedir que corriera hacia su perdición: el lobo tenía en sus fauces la ropa desgarrada y ensangrentada de Aaron. El animal los miró, desafiante. Damon tuvo que forcejear mucho para que Elena no cometiera ninguna estupidez. De pronto, el lobo fijó su vista en ella. Aquella fue la señal para la chica de que estaba perdida. Lo último que vio fue unos ojos amarillos inyectados en sangre abalanzándose sobre ella.

Un sudor frío le recorría la espalda. ¿Desde cuándo una pesadilla le afectaba tanto? Miró el reloj de su mesilla: las 8 AM. Suspiró e intentó volver a dormirse, pero recordó que sus amigas se habían quedado a dormir, y si veían a Damon...¡Damon! No podían verle bajo ningún concepto. Al girarse vio cómo dormía plácidamente, sin preocupaciones y sin pesadillas. Aún no había amanecido del todo, y la claridad que entraba por la ventana iluminaba el cuerpo del chico delicadamente, dándole un aire profundo y hermoso, como si de un ángel se tratara. Por un momento deseó ser él para poder dormir en condiciones. Con sumo cuidado se levantó y fue a comprobar si sus amigas seguían allí.

Bonnie y Caroline continuaban durmiendo a pierna suelta sobre un colchón en el salón. Elena sonrió al verlas. De no ser por ellas se habría derrumbado hace mucho. Se quedó unos segundos observándolas, viendo cómo la calma de la noche las acompañaba.

El Doctor de Ojos Azules [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora