De nuevo en el principio

586 43 8
                                    

—¿Cómo que la has visto? ¿Dónde?

—En la plaza del mercadillo. Y baja la voz, ¿quieres? No hace falta que se entere todo el hotel.

—¿Y qué pasó?—dijo Kat suavizando el tono.

—No me reconoció, solo le dije mi nombre y que esperaba volver a verla—respondió con pesar.

—Ay, lo siento mucho, cariño—Damon se acurrucó en el pecho de su amiga y se permitió derramar unas cuantas lágrimas mientras ella le acariciaba el pelo y le reconfortaba. Katherine era la única persona que le había visto llorar, la única que comprendía realmente cómo se sentía. Sabía que no le juzgaría, por eso se permitía abrir por completo su corazón cuando estaba con su amiga.

—Tengo una buena noticia que a lo mejor te anima—le dijo al cabo de unos segundos—mi contacto llamará hoy para darnos una dirección, tal vez podamos encontrarlas allí—Damon solo asintió un par de veces. Aún no estaba totalmente calmado y no quería volver a romperse.

El ruido de una llamada entrante desde el ordenador les alertó. Damon corrió a abrirlo y aceptó la videollamada.

—Buenas, Kol. ¿Qué tienes?

—Tengo la confirmación, están en una suite en el hotel Villa Cora, estancia ilimitada. Se ve que les ha gustado la ciudad.

—Después de tres meses viajando sin parar ya iba siendo hora—intervino Kat.

—¡Kit Kat! Me alegra ver que estás tan buena como siempre.

—Y yo me alegro de ver que estás tan salido como siempre—le respondió con sorna.

—Chicos, centraos—cortó Damon—¿Nos mandas la dirección?

—Acabo de mandárosla, debería llegaros...ya—dijo cuando el móvil del moreno y la castaña vibraron.

—Genial, muchísimas gracias. Te debemos una.

—No hay de qué. Suerte.

—Gracias, Kol. Estamos en contacto—añadió la castaña antes de colgar.

—¿Crees que estarán allí?—dijo Damon una vez pisaron la calle.

—Si Kol está seguro le creo, rara vez afirma algo sin saberlo fijo.

Ambos anduvieron largo rato hasta llegar a la plaza del mercadillo.

—Bien, me quedaré por aquí por si viene. Tú ve yendo al hotel, a ver si Andie está allí.

Damon se encaminó al puesto de joyería donde se había encontrado con Elena, a la espera de que volviera a por el colgante.

—¡Chico! Qué alegría volver a verte—saludó el mercader con un sutil acento italiano.

—Igualmente—respondió con una sonrisa.

—Estás esperando a la chica, ¿verdad?

—¿Cómo lo sabes?—se sorprendió el moreno.

—Se te nota en la mirada, los italianos sabemos muy bien cuando alguien está innamorato.

Damon no respondió, pero sabía que tenía razón.

—¿Cuánto cuesta el colgante?—dijo señalando al del sol y la luna.

—Le guardo para la signorina que estás esperando.

—Lo sé—el mercader sonrió al entender y le dijo el precio, metió el colgante en una cajita y se lo dio a Damon, quien lo guardó en un bolsillo de la cazadora. Después el ojiazul se puso a rondar por los puestos que había cerca, siempre atento para ver si aparecía Elena.

El Doctor de Ojos Azules [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora