¿Recuerdo o realidad?

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Elena despertó sobresaltada y con un sudor frío. Acababa de tener otra pesadilla. Intentó incorporarse, pero una punzada en la cabeza le obligó a seguir tumbada. Calmó su respiración e intentó recordar algo, en vano. Miró su reloj: las cuatro de la mañana. Resopló frustrada y se acomodó de nuevo en la incómoda camilla.

Tras unos segundos trató de incorporarse lentamente. Le pareció ver a alguien a través del cristal de la pared, pero la figura se esfumó en cuanto intentó fijarse mejor en quién era.

«Calma, Elena, solo era una pesadilla» se dijo a sí misma varias veces. Trató de dormir un poco más, aún tenía que recuperar fuerzas antes de volver a casa.

—Elena, cielo, despierta—gruñó en respuesta y se aferró a la sábana—Vamos, dormilona, es la hora del desayuno—abrió los ojos lentamente encontrándose con su enfermera, quien le llevaba todos los días las comidas. Desde el primer día habían conectado muy bien y en seguida cogieron mucha confianza.

—Perdona, Marissa—sonrió levemente—Se me pegaron las sábanas—añadió mientras se incorporaba con cuidado.

—No te preocupes, pero tómate el desayuno rápido, en media hora viene el doctor a hacerte la revisión. Si todo va bien, mañana mismo tendrás el alta—le dijo muy alegre la enfermera mientras le entregaba la bandeja. Elena le dio las gracias con una sonrisa y comenzó a tomarse su tostada. La verdad es que tenía mucha hambre, por lo que ignoró el repugnante sabor de la comida de hospital.

Tras terminar y llamar a Jenna para desearle suerte en su examen semestral, alguien entró a verla. Le sonaba mucho su cara, y cuando se dirigió a ella recordó con exactitud por qué. Un pánico indescriptible se apoderó de ella.

—Bueno, bueno, Elenita, si estás como una reina.

—¿Qué quieres, Andie?

—¿No puedo hacerle una visita a mi malherida primita?—le dijo con sorna sentándose a su lado. La chica trató de ocultar su temor, no quería tenerla cerca. No después de todo lo que le había hecho—He visto que el médico viene a hacerte muchas revisiones.

—Las necesarias—respondió tajante. Andie rió.

—Olvidaba lo ingenua que eres, Lena...

—No me llames así—estaba empezando a cabrearla de verdad. Rezó para que Damon no tardara mucho en llegar. Tener que aguantar a la arpía de su prima estaba empezando a darle dolor de cabeza.

—Bueno, me voy, tengo que atender a algunos pacientes. Pero no te preocupes, vendré a visitarte—le dijo con fingida simpatía mientras se levantaba. Elena optó por no responderla, no debía seguirle el juego. Simplemente la observó irse, intentando que no se notara su miedo. Una vez que salió por la puerta se permitió respirar y relajarse.

—Buenos días, Elena. ¿Cómo estás?—tardó en reaccionar, aún seguía procesando lo que acababa de ocurrir. Cuando levantó la vista vio a su médico mirándola con ternura. Esta mirada cambió en seguida a una de preocupación. ¿Por qué? No se dio cuenta de por qué hasta que Damon se acercó a ella, se sentó a su lado y le limpió una lágrima delicadamente.

—¿Qué te ha pasado?

—Nada, es solo que he tenido una visita poco amistosa.

—He visto a Andie salir de aquí, ¿fue ella?—Elena no supo qué responder. Aparte del hecho de que no sabía si podía confiar tanto en su médico, aquellos ojos celestes le hacían olvidar prácticamente todo. El chico pareció leerle el pensamiento y sonrió amable—Tranquila, puedes confiar en mí. Desahógate si lo necesitas, no pasa nada.

El Doctor de Ojos Azules [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora