Nada es lo que parece

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Se removió cuando sintió cómo el sol le pegaba en la cara. Notó que tenía algo sobre su pecho, y al ver su rostro en paz, respirando acompasada y profundamente, no pudo evitar sonreír. Trató de moverse delicadamente, pero inconscientemente la chica se agarró aún más a su pecho. Decidió quedarse allí hasta que se despertara, no tenía prisa.

Tras unos minutos contemplando el techo de la habitación, un recuerdo le golpeó la mente.

Unos ruidos provenientes de la ventana le hicieron despertarse. Gruñó al ver que aún era muy temprano, pero aquel maldito ruido seguía. Con cuidado para no despertar a Elena salió de la cama y se estiró desentumeciéndose. Al asomarse al balcón vio una figura moverse en el jardín en dirección al bosque. «¿Por qué todos se empeñan en verse conmigo en bosques?» se quejó en silencio. Resopló, se puso unos vaqueros y bajó. Las noches aún no eran demasiado frescas, así que no se preocupó por abrigarse.

Al llegar al bosque vio a la figura deslizarse entre los árboles, internándose aún más en aquella maraña espesa de hojas. La siguió hasta llegar a un claro. La figura estaba de espaldas a él, pero los rizos azabaches que caían sobre sus hombros se le hacían familiares. Arrugó los ojos y trató de hacer memoria.

—Buenas noches, Damon. Cuánto tiempo—abrió los ojos como platos. Aquella voz...sí, aquella voz la reconocería en cualquier sitio.

—Sheila...—murmuró perplejo cuando se giró a verle directamente.

—Sé que tendrás muchas preguntas, pero no podré responder a todas—seguía siendo la misma mujer de siempre: ojos marrones oscuros, piel morena, facciones suaves, mirada de gacela... Damon aún estaba asimilando lo que tenía ante sus ojos. Tras unos segundos Sheila carraspeó, esperando una pregunta o alguna reacción.

—Lo cierto es que tengo muchas preguntas, y sé que no contestarás a las que más me interesan.

—Chico listo, veo que no has perdido tu agudeza.

—Pero eso no significa que no lo intente.

—No esperaba menos—Sheila sonrió, complacida de encontrarse con un Damon muy distinto al que recordaba.

—¿Qué haces aquí?—Sheila suspiró y buscó las palabras correctas.

—No es fácil de explicar, pero podría decirse que estoy tratando de enmendar un error.

—Explícate.

—Te dije que no podría responder a todas tus preguntas—replicó dulcemente mientras sonreía. Damon resopló.

—Al menos dime por qué ayudaste a Klaus, o podríamos saltar directamente a la parte donde me explicas por qué narices borraste la memoria de Elena—bufó con dureza. Estaba intentando mantener la mente fría, pero con tantos pensamientos y sentimientos agolpados en su interior era muy difícil mantenerse a raya.

—Una pregunta a la vez, Damon.

—¿Por qué ayudaste a Klaus?

—Sé que no estuvo bien—respondió dolida—pero no tenía opción. Si no lo hacía las consecuencias las pagaría Bonnie—Damon se tensó. Sabía que Klaus era un cabrón, pero no imaginaba que pudiera llegar a tanto.

—¿Y por qué tiene lagunas? No perdió la memoria por completo—la bruja rió levemente.

—¿De verdad no te has dado cuenta?—Damon la miró sin comprender—Esperaba que ya supieras por qué tiene esas pequeñas brechas...—se escuchó un pequeño ruido detrás de ellos. Sheila miró a su alrededor, asustada, mientras Damon permanecía impasible—Debo irme.

El Doctor de Ojos Azules [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora