Prólogo

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Un exquisito vestido negro acentuaba de manera perfecta las curvas de Lady escarlata, su porte y elegancia llamaban la atención de todos en aquel salón; su cabello sedoso y completamente azabache caía en un costado, dejando ver los pendientes de rubíes que adornaban sus orejas esa noche; los labios carmesíes y aquellos diamantes extremadamente claros que tenía por ojos estaban enmarcados por un delicado antifaz de encaje.

Caminaba sobre los suelos de mármol haciendo resonar sus agujas y mientras lo hacía, el corte en la falda del vestido dejaba al descubierto su pierna derecha hasta el muslo.

Se detuvo, observo a su presa de la noche y de nuevo avanzo.

Todos deseaban ser esa presa, todos estaban ahí por el mismo motivo, querían conocer un poco de lo que aquella diosa griega regalaba a los mortales solo una noche cada semana.

-Buenas noches -su sedosa voz llegó al oído de aquel elegido, acariciando su alma, mientras la hermosa mujer tomaba asiento a un lado de él en la barra del bar.

-Mi lady -el hombre se giró hacia ella y se levantó como un gran caballero mientras tomaba una de las delicadas manos de Lady escarlata para besarla -Un placer no merecido el disfrutar de su compañía.

-Gracias por el cumplido, pero no era necesario -la frialdad de su voz emanaba poder - ¿Conoce las reglas y el precio de este... placer?

-Por supuesto, llevo semanas esperando por el.

Una sonrisa gatuna adorno la cara de ella, mientras decía un suave "Lo sé".

-Recítalas.

Fue una orden directa y armoniosa, y él empezó a recitar como si estuviera en el jardín de niños diciendo las vocales.

1. Será nuestro único encuentro, no somos reelegibles, no hay excepciones.

2. El pago se hace por adelantado, el total debe hacerse vía transferencia en cuanto se pone un pie en la habitación.

3.Las peguntas personales están prohibidas.

4. No dormimos, una vez pasadas las 4 de la mañana, el servicio termina.

5. NO SE PUEDE QUITAR EL ANTIFAZ

-Perfecto -ella se levantó del banquillo y tomo al hombre del brazo, ambos caminaron hacia los ascensores del hotel y pulsaron el número cincuenta, el pent-house.

A penas pusieron un pie en la habitación y las puertas fueron cerradas, comenzó una noche más en la vida de Lady escarlata, la prostituta más deseada de Nueva York, la más cara y elegante, a la que solo un selecto grupo de hombres podía acceder.

Lady EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora