Capítulo Tercero

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Inés abrió la puerta de la ducha y se envolvió en una toalla, miró fijamente y sin expresión alguna a su esposo, ese hombre que tanto odiaba. 

- La semana que viene vamos a viajar a la Ciudad de México, ya hable para que organizaran todo en la casa, quiero que te encargues de todo. Gerardo Salgado llegara hoy a México y comenzará las negociaciones con San Román, iríamos antes pero aún tengo cosas que resolver - mientras hablaba Loreto se metía a la ducha para darse un baño rápido, después de hacer el amor con su esposa. 

- ¿Algo mas? - la voz de Inés carecía de emoción alguna, fría como un témpano pensó Loreto. 

- Arregla todo para que nuestros hijos estén bien mientras estamos fuera. Y para el viaje dejarás esas malditas pastillas acá. 

- Sabes muy bien que sin ellas me es imposible dormir.

- Pues encontraremos mejor maneras de relajarte - la insinuación en sus palabras hizo temblar a Inés, sin embargo experta en ocultar sus emociones Loreto no lo notó, así que ella se retiró para vestirse. En el vestier dejo escapar un largo suspiró y escogió uno de sus trajes. Se vistió y salió a enfrentar su día. Pasó por la habitación de Fernanda y curiosamente ya no estaba, siempre era la última en levantarse, caminó y entró a la habitación de Emiliano, dormía y ella sonrió al pensar como el tiempo había pasado y que grande era su hijo, guapo y tan inocente, le daba gracias a Dios porque su alma no se parecía la de su padre. Lo dejó dormir y salió dirigiéndose a la habitación de su hija menor, quien iba saliendo...

- Hola mamá, te despertaste temprano. 

- Así es, ¿por qué no estas en el colegio Maria José ? 

- Me dolía el estómago y mi papá dijo que podía quedame - Inés asintió 

- ¿Ya te sientes mejor? 

- ¿Acaso te importa realmente? 

- Claro que me importa, ¿por qué me hablas así? 

- Porque realmente dudo que alguien te importe mas que tú, vives en tu mundo, y estoy segura que preferirías estar sola, irte. 

- Hija... 

- Da igual, he crecido sin ti, no es como si fuese importante - esas palabras hirieron a Inés - me voy a caminar. 

- Hija espera, hablemos. 

- No hay nada de que hablar mamá, quiero estar sola - Loreto apareció en ese momento, le dio un beso a su hija menor y esta salió de la casa. 

- Eso lo ocasionaste tu solita 

- Te equivocas... Ambos sabemos quién es el culpable de todo aquí. 

- Ah si.. Seguro soy yo, según tu. - se acercó peligrosamente a Inés y tomó un mechón de su pelo, lo olió - soy culpable de desearte con desesperación, acabo de tenerte y no es suficiente para mí. - Ines se alejó rápidamente 

- Lo de hoy tendrá que bastarte por mucho tiempo 

- No me presiones Inés, o te haré pagar, y sabes que no amenazo en vano. 

- Es cierto, no amenazas, tu acabas con todo a tu paso. Dejame en paz de una maldita vez 

- Nunca, tu seras mía hasta que uno de los dos muera 

- Podrás tener mi cuerpo, pero nunca mi alma, ni mi corazón, ese corazón ha tenido dueño siempre y tú lo sabes - una bofetada calló las palabras de Inés. 

- Nunca lo vuelvas a mencionar, ¿nunca me oyes? O tu hijo pagará cada palabras o acto que digas. - Inés alzó la barbilla desafiante 

- Si fueras la mitad de hombre que él fue, jamás me habrías hecho esto - Ines respiró hondo y trató de calmarse, conocía a Loreto - Dime dónde está, te lo suplico. ¿No ha pasado suficiente tiempo? ¿No me has hecho pagar lo suficiente? 

- No, no ha sido suficiente. Y sera mejor que te ocupes de estos hijos que si tienes contigo. Y dejes de pensar en ese bastardo, mejor dalo por muerto. 

- ¡Nunca! - los ojos de Inés relampaguearon de ira. 

- Quizás consiga un motivo para que por fin tu puedas considerarlo "muerto" - Loreto salió de la casa, dejando a Inés con el corazón palpitante de rabia, miedo. 



Ciudad de México 

- Diana, ¿quieres comer conmigo esta tarde? 

- Alejandro, ¿como estás? Claro, me encantaría, ¿a dónde? 

- Donde tu quieras... Estas hermosa hoy. - Diana se sonrojó, Alejandro y ella habían pasado meses saliendo juntos, pero nunca habían llegado a nada, ella acababa de terminar una relación con Héctor. Y siendo ellos hermanos, no podría permitirse sentir nada por él. 

- Gracias Ale, ¿es verdad que hoy llega Hector?

- Así es, pensé que en este tiempo lejos de él, tus sentimientos habrían cambiado

- Lo hicieron, es solo que fueron muchos años y lo que vivimos no se olvida tan fácilmente. 

- Sabes bien que mis sentimientos por ti son muy fuertes... - Se acercó a ella y rozó con su mano la mejilla, a Diana se le cortó la respiración y su corazón palpitó salvajemente. - Dame una oportunidad de demostrarte que lo nuestro puede ser perfecto, entrégate Diana.

- No lo sé Alejandro,... No puedo negarte que me gustas mucho, más de lo que me imaginaba

- Entonces permite estar cerca de ti, tanto como deseo estarlo.. - Sus miradas se encontraron brevemente y sin pensarlo dos veces Alejandro la abrazó y la besó como si su vida dependiera de ello, ambos quedaron jadeantes y ella le miró los labios con deseo. 

- ¿A dónde vamos a comer? - Ambos sonrieron enamorados 




Despacho de Esteban San Román

Esteban se arregló la ropa y avergonzado con Deborah le dijo,

- Te suplico me perdones, esto no debió...

- Pero paso querido - Deborah acarició sus hombros, sensualmente y lo besó brevemente - fue perfecto, sabía que sería así... Excitante, eres un hombre muy sexi Esteban, y yo te deseé por mucho tiempo, no pienso justificarme ni arrepentirme, somos adultos, y no rendimos cuentas a nadie, no te estoy pidiendo matrimonio, solo quiero que esto dure lo que tenga que durar. 

El plan de Deborah no era ese, ella estaba decidida a ser la Señora San Roman, pero sabía jugar sus cartas. 

- Normalmente no me acuesto con compañeras de trabajo y... 

- Y nada mi vida, deja que yo me preocupe de ello, tu solo acepta este deseo que sentimos y dejarlo fluir, dejame darte motivos para estar vivo... - Deborah era una experta en seducción, y Esteban era un simple mortal - ven esta noche a mi departamento

- Mi hijo llega hoy y...

- Ve y al finalizar tu agasajo, yo te estaré esperando, hoy solo fue el principio de lo que nos espera, no te vas a arrepentir de aceptarme, seré todo lo mujer que quieras que sea, o la amiga que sabe escucharte, de cualquier forma quiero ser parte de ti. - lo besó suavemente mordiendo sus labios y salió de la oficina, dejando a Esteban excitado, pero con una culpa enorme, había dicho su nombre... Como siempre... mientras penetraba y alcanzaba el clímax con Deborah, su mente solo pensaba en ella... En como se sentía tan bien dentro de ella... Como jadeaba, sus gemidos excitantes...

<Flashback>

- No te muevas por favor 

- Te estoy aplastando...

- No... Es perfecto... Y siento que muy pronto estarás preparado para una siguiente ronda

- Contigo no tengo saciedad, te deseo como a nadie, quisiera llevarte a un lugar y tenerte solo para mí, porque por más que lo intento no hay manera en que deje de desearte con locura

- No lo intentes más... - ella movió sus caderas y el miembro de Esteban comenzó a excitarse de nuevo - dejame ser tu locura y sé tu la mía. - Esteban no tuvo que decir nada, porque comenzaron a amarse de nuevo, como si no hubiese mañana. 

<Flashback>

- Después de todo... Si fuiste mi locura. ¿Qué me hiciste? 

&quot;La Sombra del Dolor&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora