Capítulo Vigésimo Séptimo

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María tembló al ver al hombre ¿Que hacia allí? El hombre caminaba seguro de sí mismo, y con un aire sardónico, se plantó ante Antonieta y María y les sonrió. 

- Buenas Tardes Señoras, lamento interrumpir tan familiar momento....

- ¿Quién rayos es usted? - Preguntó Antonieta enojada aún apuntando con el arma a María. 

- ¡Oh, que descuidado! Disculpe, mi nombre es Romulo Ancira, ya la dama presente... - señaló a María - y yo nos conocemos. 

Antonieta se tensó. Y empuñó mejor el arma, dispuesta a disparar. 

- ¿Qué es lo que quiere? 

- Hacer un trato con usted evidentemente, por qué no baja el arma y abordamos este asunto en algún lugar más privado. 

- No iremos a ninguna parte y si no quiere que la mate a ella y luego a usted, entonces montese en su carro y lárguese. 

- Soy un caballero y normalmente me gusta complacer a las mujeres, pero en este caso, prescindiré de su consejo. Vine por ella...

Antonieta los miró a ambos y rió.

- No me digas... Así que mi hermana resultó ser una furcia. ¿Te acuestas con el?

- Yo solo he visto a este hombre una vez. 

- Su hermana Inés... Perdón... María - el pronunció el nombre con un tono ronco - dice la verdad

- ¿Cómo llegó aquí? ¿Cómo supo donde estábamos?

- Tengo hombres vigilando a Loreto y a su familia, me debe dinero, y su mujer... Bueno la que era su mujer, era... O mejor dicho... Es la garantía del pago. - María lo miró con la boca abierta

- ¿Qué ha dicho?

- Si Loreto no paga... Yo me quedo con usted.

- ¡Cómo se atreve! - Antonieta la interrumpió

- Callate... ¿Qué es lo que quiere? - preguntó dirigiéndose a Romulo. 

- Ya le dije... A ella... Dejela ir conmigo, y yo le aseguro que no volverá a verla. Una mujer como usted de alta sociedad, no tiene necesidad de marcar su vida en la cárcel. 

- Y usted cree que yo la mataría y dejaría cabos sueltos... 

- No, pero yo no podría permitir un crimen así y que además quedara impune...

- Así que me amenaza con delatarme... Quizás debería matarte a ti primero - Antonieta pasó a apuntar a Romulo y María se quedó pasmada. El hombre sonreía y su actitud era arrogante. El abrió los brazos en rendición, de manera burlona. 

- Vamos, dispare, si tiene suerte me matará, pero hay dos hombres de mi entera confianza que no dudaran en dispararle, y tienen mi orden de devolver a María a su familia. Si usted me la entrega de buena gana, nadie saldrá herido, y ambos tendremos lo que queremos, usted a María lejos de Esteban San Román, y yo tendré el placer de tener a María solo para mí. 

- ¡Está loco! Antonieta no le hagas caso, hablemos por favor, esto puede solucionarse. Necesitas ayuda. 

- ¿Te la llevarás para siempre? 

- No volverás a saber de ella. 

- Noooo... Antonieta por favor. 

- Entonces llevatela - Antonieta bajó el arma y María salió corriendo en dirección hacia los árboles, esta exhausta, pero no dejaría que ese hombre se quedara con ella, Rómulo levantó una mano, tranquilizando a Antonieta quien había levantado la pistola para disparar. Los hombres que acompañaban a Rómulo se internaron en el bosque a buscar a su presa. María corrió pero no tenía fuerzas, empezó a sentir que las piernas le fallaban, el oxígeno le faltaba, empezó a sentir que se desmayaría...

"La Sombra del Dolor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora