Capítulo Vigésimo Octavo

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- ¿Cómo está? 

- Ya le administré una dosis de antibiótico vía endovenosa, además una hidratación, aún está sangrando un poco; Rómulo, nunca he intervenido en tus asuntos, soy tu amigo, pero te vas a meter en problemas. 

- Deja que yo me encargue de eso. Tu sólo asegúrate de que ella esté bien.

- Toma este antibiótico, debe tomarlo cada 8 horas, retira la vía cuando se termine de pasar. Y dale de comer. 

- Esta mujer no está en calidad de secuestro. 

- ¿Ah no?

- Bueno, admito que fue a la fuerza, pero la iban a matar, y no podía permitir que dejara de existir semejante mujer. 

- ¡Ay Rómulo! - El medico le dio unas palmadas - ni que hacer contigo. 

- Gracias por tu ayuda. - El medico salió y Rómulo entró en la habitación. Allí estaba ella, mirándolo con ojos acusadores. Un carácter encantador. - ¿Cómo te sientes? 

- Dejame ir - Romulo suspiró y se sentó en el borde de la cama. 

- Me pides lo único que no quiero darte. 

- No nos conocemos, ¿por qué tu interés en mi? 

- ¿Acaso no te has visto en un espejo? - una sonrisa burlona asomaba en los labios Romulo. 

- La belleza física no lo es todo. 

- Nunca había conocido una mujer que me hiciera desearla tanto. He respetado el acuerdo con Loreto porque no quiero hacerte daño. Pero al ver que esa loca quería matarte - Romulo encogió los hombros - no se me ocurrió mejor cosa que lo que hice. 

- Eres cómplice de Loreto, eso te hace igual de loco que mi hermana. 

- Eso no te lo discuto. Descansa esta noche y mañana podremos conversar. 

- Me iré esta noche con o sin tu permiso. 

- Suerte... Buenas noches. 



Loreto estaba frente a la hacienda de Ancira, había dejado a unos kilómetros el auto, y caminó hasta allí, sacaría a María de allí, y con suerte no saldría muerto. Entró sigilosamente, llevaba un arma con silenciador. Lo que menos quería era alertar a los posibles guardias, ya que no sabía cuantos serían. Entró a la casa por fin después de escabullirse de dos vigilantes nocturnos. Comenzó a abrir habitaciones y la encontró. Recostada en una cama, dormida, Dios... Aun recordaba cuando la vio por primera vez, era un tentación, su cabellera negra caía en la almohada y ella respiraba con suavidad, la palidez de su rostro daba fe del cansancio. Loreto maldijo a Ancira y se acercó y posó una mano sobre la boca de María, la zarandeó suavemente y ella abrió los ojos, al verse sometida quiso gritar y se retorció.

- Shhhhhh... Soy yo, Loreto... Cálmate mujer - María se calmó brevemente al saber que era él, pero abrió los ojos y empezó a retorcerse de nuevo. - María... Calmate, o vas a despertar a todo el mundo y me van a pegar un tiro. Voy a quitar mi mano de tu boca, pero no grites. 

- ¿Qué haces aquí? ¿Eres cómplice de este loco? Tenia que imaginarlo. 

- Callate, podemos discutir todo lo que quieras después. Pero ahora nos vamos. 

- ¿A dónde Loreto? - La voz de Romulo inundó la habitación al tiempo que encendía la luz. María abrió los ojos al ver que ambos hombres subían sus armas y se apuntaban. 

- Dejala ir... Esto es entre tu y yo. 

- Te equivocas... Al venir a pedirme ayuda para que armara tu historia de vida ficticia con María, hiciste que fuera mi asunto. Baja el arma. Mataste a dos de mis hombres. ¿Quién te crees? 

"La Sombra del Dolor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora