Capítulo Vigésimo Quinto

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- Hace poco más de 20 años tuve un accidente, y desde entonces padecí de amnesia, no podía recordar ningún detalle de mi vida previo al accidente. Me encontré en un hospital con muchos tubos conectados a mi cuerpo, desorientada, asustada. Sin saber dónde estaba, qué año era, y quién era yo, si tenia o no familia. Era muy angustiante, Loreto estaba allí, y me dijo que me llamaba Inés, que era su esposa y que teníamos dos hermosos niños - al decir esto María miró a Emiliano y Fernanda con mucho amor,  y continuó - yo no recordaba nada, y me frustraba. Al salir del hospital, pude conocerlos, y eran dos preciosos bebés, no creía la buena suerte, que tenía. Deseaba recordar y cuando empecé a tener imágenes que me inquietaban porque eran recuerdos confusos, decidí ir a terapia de Hipnosis, Loreto me llevó y comencé sesiones de terapia que me confirmaron lo que Loreto decía. Me recetaron unas medicinas que supuestamente me ayudarían a recordar, pero eso estaba retrasando mi recuperación, hace poco al venir a México, comencé a tener recuerdos más vivos, y consulte a otro médico; Todo había sido una mentira. 

- No te estamos entendiendo mamá - Fernanda intervino 

- Es complicado... Pero, hace poco recordé. 

- ¿Qué? Mamá... Eso es maravilloso. - Emiliano se acercó y le tomó la mano derecha, ya que la izquierda la tenia asida aún Esteban. María miró a Emiliano con amor y tristeza. - pero ¿por qué dices que todo había sido una mentira? 

- Recordé mi vida antes del accidente, y la historia que Loreto me hizo creer no es cierta. No me llamo Inés. 

- ¿Qué?

- Su padre armó toda una historia de vida, pero Inés Huerta no existe.

- ¿Co...cómo te llamas? - Estrella intervino con voz temblorosa. María dirigió su mirada a su niña. 

- María... María de San Román

- ¿Qué dices?? - Fernanda casi gritó. - ¿Cómo que...? ¿Qué es todo esto mamá? - Los ojos de Fernanda se empañaron y María José estaba boquiabierta, Emiliano fruncía el ceño confuso. 

- No soy Inés la supuesta hermana gemela de María, soy María. Y....

- ¿Mamá...? - Estrella ahora lloraba, y tanto a María como a Esteban el corazón les dolía al verla así. 

- Si mi vida... Soy tu mamá... Perdóname mi amor, perdóname por olvidarte - María lloraba mientras hablaba. 

- No fue tu culpa, María. - Esteban intervino soltando a María para abrazar a su hija. - No podías recordar. 

Alejandro la miraba con lágrimas en los ojos y una sonrisa y Héctor solo la observaba sin emoción alguna.

- Estabas tan chiquita, aun no caminabas, empezabas a hacerlo y te caías, yo disfrutaba tanto sostenerte para que lograras tu objetivo, estabas empeñada en hacerlo, pero no pude verte caminar sola, y acá estás hermosa, casi una mujer, y yo me perdí todo eso. - María sollozó y Estrella se deshizo del abrazo de su padre y se lanzó a los de su madre. María la besó y dio gracias a Dios por devolverle a sus hijos. 

- Es decir que no somos tus hijos... - Dijo Fernanda en un susurro doloroso, al ver a Estrella abrazar a la que hasta ahora había sido su madre, se sentía robada, su madre se le estaba escapando. María reaccionó al instante, la miró y dijo con firmeza. 

- Claro que son mis hijos... Fernanda, Emiliano, ustedes son mis hijos.

- No llevamos tu sangre... Ellos son tus hijos - Fernanda señaló a los tres jóvenes que se estaban robando a su madre. - Nosotros somos una mentira. 

- No... no hija... Jamás digas eso... Yo soy su madre... Yo los crié, es verdad... No los tuve en mi vientre, no los parí, pero desde el primer momento que te vi.. Que los vi.. Los amé. Mi amor... Yo no sabía que ustedes no eran mis hijos, sufrí el primer día que los vi y no podía recordarlos, lloré porque cuando me acercaba a ustedes me trataban como una extraña... Pero hice mi mayor esfuerzo para que me quisieran, y cuando a los días de estar juntas, una noche que llorabas y no parabas de llorar, te canté y me miraste con esos hermosos ojitos, me tomaste del cabello y me dijiste mamá, yo me enamoré... Hija me robaste el corazón. Yo soy tu mamá, y NUNCA dejare de serlo. 

Fernanda se acercó llorando a su madre, y lloró sobre su vientre. María la consoló y miró a Emiliano. 

- Tu también eres mi hijo Emiliano, para que me quisieras fue más difícil, pasaron semanas, pero yo estaba empeñada en que me quisieras, empezabas a ir al jardín de infancia, y el primer día lloraste, estabas enojado y yo sufrí al dejarte ir, pero llegaste y corriste llorando a mis brazos diciéndome "mamá no me sueltes mas" y yo lloré contigo y desde ese día te volviste inseparable de mi. Mi amor, ustedes fueron una bendición en mi vida. 

Emiliano también se acerco y besó a su madre. María José lloraba sentada alejada. Y María le dirigió una sonrisa triste. 

- ¿Yo tampoco soy tu hija? 

- A ti si te tuve ocho meses en mi vientre y te parí con mucho dolor debo decir... Ven aquí mi amor. Dale un abrazo a tu madre. 

Los tres abrazados a su madre, la besaron y ella les pidió perdón por el daño que les causaba con la verdad. Al separarse de ella, ella dirigió su mirada al trío de muchachos que la habían estrenado como mamá. Estrella se abrazaba a su padre otra vez y sonreía a su madre. María miró a Alejandro, y él se acercó y le tomó la mano. 

- Hola mi trencito - Alejandro sollozó al escuchar el apelativo cariñoso de su madre y se lanzó a sus brazos - perdóname por olvidarme de ti, te prometí que nadie te haría daño, y yo te hice daño, perdóname.

- No fue tu culpa mamá, ya estas aquí. 

- Si mi vida, y ya no me iré jamás. - María le acarició la mejilla. Y su mirada se posó en Héctor. - ¿Tu qué piensas hijo? 

- Yo solo quiero saber una cosa... 

- ¿Qué cosa hijo? 

- ¿Por qué tanto drama de dolor? Si tu nos habías abandonado... ¿O vas a negarlo? - María miró a su hijo con el ceño fruncido. 

- Héctor...

- El día del accidente te ibas con un amante. 

- Héctor.. Será mejor que te calles - Esteban intervino

- No... Ahora estamos con las verdades, yo quiero saber esa verdad... Deja de hacerte la mártir... Huías con tu amante como una cual...

- A mi madre no la insultas... - Emiliano se acercó para golpear a Héctor, pero Esteban lo detuvo, María sintió un fuerte dolor en en vientre sin embargo miró a su hijo con lágrimas en los ojos. 

- Héctor... No sé de qué hablas... Yo no estaba abandonándolos. Ustedes eran todo para mi. 

- No finjas.. Yo escuché a mi padre llorar en las noches por tu culpa... Por tu traición, incluso sé que hay pruebas de ese engaño. - María miró a Esteban porque el ya le había reclamado lo mismo, no podía creer que Esteban hubiese envenenado a sus hijos con esas mentiras, el dolor se hizo más fuerte y María palideció, Esteban supo que algo andaba mal. 

- ¿María?

- ¿Cómo pudiste mentir a mis hijos? Yo no... - María se dobló ahogando un grito, todos se alarmaron, y entre gritos y angustia, llamaron al médico. - Héctor... Yo jamás los abandoné. Te lo juro hijo... Escúchame. 

Héctor la miraba ahora angustiado.. ¿Sería verdad? ¿Su madre no lo había abandonado? Quería creerlo, pero su padre y su tía Antonieta no tenían que mentir. El médico entró y al ver la palidez y angustia de María, le pidió a todos que salieran. María lloraba pidiéndole a Héctor que le creyera. 

- Cálmate María, voy a examinarte. 

"La Sombra del Dolor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora