Capítulo Décimo

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Esteban recostó a Inés en la cama, se quedó a su lado observándola, le tomó la mano y la acarició con anhelo... Era María... No tenía duda alguna, su corazón se lo decía y se negaba a pensar lo contrario, había tenido el accidente y había perdido la memoria, esa tenía que ser la respuesta a este desastre. Pero él la recuperaría, ya su traición no era tan importante como tenerla, abrazarla, besarla. Ella lo había hechizado hacía mas de 20 años y él no estaba dispuesto a salir del hechizo.

Inés fue despertando lentamente y al abrir los ojos y verlo se levanto rápidamente y un mareo la hizo tambalearse. Esteban le susurró suavemente 

- No te muevas muy rápido 

- ¿Qué me pasó?

- Te desmayaste, ¿Te sientes mejor? 

- Si, gracias, se tocó la cabeza pensando que la habitación daba vuelta. - ¿puedes hacerme un favor?

- El que desees

- En mi bolsa está un frasco de pastillas, dámelo - Esteban los buscó y se los dio. Al verla tomarse unas tabletas le preguntó para qué eran - me ayudan con los dolores de cabeza, suceden pocas veces pero ésta vez ha sido muy fuerte. 

- ¿Es normal que te duela la cabeza después que te desmayes? 

- Empezaron a ocurrir luego del accidente, mi médico dice que tendré que vivir con ello. Gracias por ayudarme Esteban, pero deberías irte. 

- No quiero - Esteban volvió a sentarse a su lado, y le acarició la mejilla con la mano - quiero quedarme y que hablemos, ¿no ves lo extraño de esta situación?  ¿no te resulta sospechoso que tu accidente y el de mi esposa ocurrió hace 20 años? ¿que no recuerdes nada? Olvidaste a nuestros hijos, pero allí están María

- No me llames María, no soy María.

- ¿Cómo puedes asegurar que eres Inés? ¿O recuerdas algo de tu vida ante del accidente?

- Desperté en el hospital sin saber quién era, fue un impacto para mí, Loreto estaba ahí, Esteban. Y mi tía; ambos empezaron a esclarecer detalles poco a poco, me frustraba no recordar a mis bebés, eran solo unos niños, Fernanda y Emiliano, los veía tan pequeñitos y me dolía no recordarlos. Ellos sentían mi angustia y fue muy duro para mí que ellos confiaran en mí de nuevo. Loreto estaba enojado, porque había subido a un caballo sabiendo que no soy muy buena montando. A medida que pasaban los días comencé a tener imágenes poco claras del pasado, el recuerdo se repite una y otra vez, estoy con un hombre - se detuvo un momento para respirar y se sonrojó - nos estamos amando. No podía darle rostro y eso me angustiaba. Mi médico me recomendó la hipnosis y lo intentamos, y comencé a recordar algunas cosas, el hombre se llamaba Enrique, pero me preguntaba por qué estando casada con Loreto, aparecía ese hombre. Loreto entonces me dijo que había estado traicionándolo, con ese hombre y que el hijo que estaba a punto de dar a luz era producto de ese amor. Yo sentía en mi alma, que mi verdadero amor era Enrique y quise contactarlo. Pero se había ido del país, dejándome sola con mi hijo, y atada a este hombre que después resultó ser un cobarde... 

- Toda esa historia... No puede ser real... Tu....

- Tu deseas que yo sea María, y creeme Esteban yo quisiera saber si María y yo somos hermanas gemelas, porque es la única explicación a todo esto. Pero no soy tu María, así que te pido por favor, que no vuelvas a besarme. 

- Eso no puedo prometerlo. Porque aunque tu te niegues a aceptarlo, tu y yo estamos unidos, no se como no eres capaz de percibir esta fuerza que me atrae a ti, y que te atrae a mí. - El se acerco hasta que sus alientos se mezclaron. - ¿sientes esa fuerza? 

- La siento... Pero no por ello es prueba de que soy María, simplemente es prueba de que nos deseamos. Un deseo que no conducirá a nada bueno. Así que es mejor que te vayas, tengo que descansar Esteban. - Esteban la miró fijamente unos minutos y asintió

"La Sombra del Dolor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora