La estrella de Belén

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(Por: Emmeline)

Daba vueltas por la sala en brazos de Kyle. Después de que la mujer del vestido verde esmeralda hubiera corrido hacia James, él me había tomado de la mano y arrastrado a la pista de baile como si nada acabara de pasar.

Me dio vueltas con tanta energía que mucha gente recuperó la movilidad solo para evitar que chocáramos contra ellos.

Unos instantes después, todos se habían unido a una silenciosa competencia por superarnos y los violines de La estrella de Belén nos hacían ganar impulso en cada nota. Cuando pasamos cerca del árbol de navidad, Kyle suspiró junto a mí.

—Perdona —susurró en voz tan baja que ni siquiera Nina hubiera podido captarlo—. No podía dejarlo solo.

Entendí a qué se refería y le sonreí con confianza. Sacarme a bailar para fingir normalidad y que todo el mundo tomara su ejemplo había sido una buena jugada.

Sin embargo, la pareja que intentaba disimular destacaba con la fuerza de mil soles.

James estaba bailando con la recién llegada, y supuse que debía ser su madre. Era una mujer increíblemente hermosa, con la misma nariz respingada de James y un peinado tan elaborado que estaba segura que había demorado días en terminarlo.

Su vestido era inmenso y ostentoso, con varias capas y una cintura remarcada por el corsé. Parecía la soberana de un reino del que nunca había escuchado. James y ella bailaban en perfecta sincronía, ambos con lágrimas deslizándose silenciosamente por sus mejillas. Evitaba mirarlos porque era evidente que el momento era bastante íntimo pero a veces resultaba inevitable.

—Puedes sacarme a bailar todas las veces que sea necesario —respondí mientras pasábamos a otra pareja igual de notoria.

Irina estaba bailando con su padre y competían en talento, aunque eran estilos diferentes.

James y su madre bailaban como si ese baile fuera todo lo que tuvieran, como si se estuvieran sosteniendo el uno al otro y olvidándose de todo por lo que durara la canción. Irina y el señor Britt simplemente eran una pareja con gracia y elegancia suprema.

Kyle me guiaba y yo lo seguía con facilidad. Poco a poco, la melodía nos empujó a un ritmo lento y dulce, que se colaba en tus oídos como una canción de cuna. Descansé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos, abandonándome por un segundo a la nueva tranquilidad del momento. Kyle olía dulce, como flores aromáticas. Me encantaba cómo siempre se las arreglaba para que se le pegara el olor de algún tipo de planta.

Cuando la canción terminó, la gente siguió bailando pero todos nosotros volvimos a nuestros lugares. La madre de James estaba hablando con el padre de Nina cuando Kyle y yo nos acercamos.

—Adolph Britt—saludó con desenvolvimiento y casi una reverencia—. Feliz Navidad.

Él se inclinó y le tomó la mano para besarla.

—Mi estimada Adelaida, es un gusto volverla a ver.

La madre de James se sonrojó.

—Quería pasar a saludar y pedir excusas por mi comportamiento hace unos minutos. No fue correcto solo interrumpir...

—Adelaida, no se preocupe usted. No lo han notado y, de todos modos, el amor por un hijo es algo de lo que nadie debería avergonzarse. De hecho, querida, simplemente el amor es algo que debería llenarnos de orgullo

—Yo quería darle las gracias. No lo vi en la fiesta en mi castillo hoy, entonces pedí su invitación y me dieron la nota que había enviado. Me recordó que era con mi hijo con quien debía pasar esta navidad.

En los ojos del padre de Irina brilló algo parecido a la furia. Sin embargo, debía ser solo mi imaginación, porque su voz fue amable.
—Lamento que mi nota la haya hecho abandonar su castillo, Adelaida. Solo puedo decirle que era la verdad. Imagino que Jonathan habrá quedado como anfitrión para no desairar a los demás.

Ella asintió y convocó un pañuelo entre sus dedos para secarse las lágrimas con elegancia.

—No lo culpo, le agradezco profundamente. Quisiera presentarle a mi hijo.

James se adelantó con una sonrisa profesional y le extendió una mano.

—Mucho gusto, señor. Soy James Sandler.

Quise reírme ante la cara que estaba poniendo Irina mientras su padre le estrechaba la mano a su...pretendiente, por decirlo de alguna forma.

Sin embargo, tuvo que forzar una sonrisa cuando su padre la jaló ligeramente para ponerla delante de él.

—Esta es Irina Britt, mi hija.

La madre de James parpadeó un segundo, confundida y supe que, a diferencia de la mayoría de personas, ella sí se había dado cuenta de lo que Irina era. Sin embargo, sacudió la cabeza y le sonrió con tanta efusividad que por un momento me pregunté si sabía que su hijo intentaba conquistarla.

—Eres tan hermosa como tu madre —dijo con sinceridad—. Y vistes con un gusto exquisito. Taylire estaría orgullosa. Las Crateff siempre fueron hermosas.

Irina frunció el ceño.

—¿Las Crateff?

—Oh...era el apellido de soltera de tu madre.

—Pensé que había sido Nogien —dijo Irina mirando a su padre.

La madre de James se sonrojó.

—Oh, eso es cierto, debo haberlo confundido...mi memoria anda tan mal últimamente.

—Debería sentarse a descansar un segundo, Adelaida —dijo el padre de Irina levantándose y ofreciéndole su asiento.

Fue un momento incómodo. La madre de James llevaba un vestido elegante, con cientos de capas de falda y totalmente desentonado con el resto de los invitados. Parecía una reina en medio del baile del pueblo.

—Volveré en un minuto —dijo excusándose fuera de la sala.

Cuando regresó, su elegante vestido había desaparecido. Llevaba un suéter esmeralda con botas que combinaban y unos pantalones negros. Cuando se derrumbó sobre el sillón, fue evidente que no era una ilusión. La mayor parte de su maquillaje estaba fuera y estaba incluso más bella sin él. El collar azul de los visitantes también combinaba mejor.

—Mamá —dijo James con delicadeza—. ¿Qué le has hecho a tu vestido?

—Solo le he dado un nuevo estilo —dijo ella tirando del encaje en las mangas del suéter. El mismo que había visto en el dobladillo de su falda hace unos minutos.

Se me escapó un jadeo al comprenderlo y me pregunté cómo sería tener tanto dinero que pudieras cortar sin problemas un vestido tan hermoso en segundos.

James, en cambio, se sentó en el brazo del sillón, justo como Irina había hecho hace unos minutos. La abrazó con fuerza y le dio un beso en la sien.

—Emmeline, tal vez deberías traer a tus padres. De todos modos, ya es hora de cenar —dijo de repente el padre de Nina.

Justo en ese instante, terminó una canción y empezó la siguiente. La madre de James se puso de pie y su hijo no necesitó otra indicación para llevársela a la pista de baile.

Antes de irse, ella hizo una reverencia que consiguió arrancarle una carcajada al padre de Nina. Ambos sonrieron y chocaron un par de anillos que llevaban en el dedo índice.

En aquel choque de anillos hubo algo más, un secreto reconocimiento, un secreto compartido. Algo más que no pude leer.

Sin embargo, no tuve mucho tiempo para reflexionar, porque Kyle también estaba llevándome a la pista susurrando en mi oído:

—Tal vez ya no es necesario pero...¿bailas?

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Sí, sí, ya sé que no la besó, estoy trabajando en eso.

Calma, pequeños saltamontes.

La señal del vampiro (Igereth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora