El vampiro

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(Por: Kyle)

¿Otro maldito hombre lobo?

¿Alguien puede solo arrancarme la piel y usarla como alfombra?

En serio.

Primero, habíamos sido atrapados por Irina y James intentando colarnos fuera del castillo. Luego habíamos sido perseguidos por gingoc que nos querían muertos. Y ahora, después de todo el tiempo siguiendo las instrucciones de James, que no quiso adentrarse en el bosque ni un paso más de lo estrictamente necesario, nos tenía que pasar eso.

Él se negaba a decir algo acerca de su extraño comportamiento, lo que hacía que Irina se volviera cada vez más esquiva, pero de todos modos habíamos seguido su consejo.

Ahora los cuatro estábamos intentando decidir qué hacer con la amenaza a la que Irina le siseaba.

Miré a Emmeline ponerse en posición de ataque y quise jalarla de vuelta al castillo. Incluso con los cuchillos que conseguimos robar, si era un lobo demoniaco, estábamos perdidos. Irina era la única que remotamente podía enfrentar eso y darnos tiempo de huir.

Sin embargo, no escuchaba ningún sonido que demostrara que alguna bestia gigante estaba a punto de salir ente los árboles e Irina seguía poniéndose cada vez más tensa. James no dejaba de murmurar: "Mierda, mierda, mierda...".

Irina gruñó en señal de ataque y volteé en esa dirección listo para correr hacia el castillo...pero quien salió de los arbustos no era un hombre lobo.

Hubo un segundo de confusión mientras todos lo asimilábamos.


Un vampiro.

Era difícil decirlo por la luz, pero su estilo de vestir y su sonrisa de dientes brillantes eran fáciles de identificar. Nadie se vestía de forma tan ridícula en pleno siglo XXI.

—Eh amigo —dijo James—. Creo que no te llegó la carta: mil novecientos veintidós ya no está de moda.

El sujeto paseó su vista entre nosotros. Sus ojos tenían una tonalidad rojiza escalofriante.

Sin embargo, no teníamos razón para estar asustados. Muchas veces los vampiros vagaban por el mundo sin rumbo, tal vez esta era una de esas veces. Después de todo, atacarnos le traería problemas con la Cofradía.

—Buenas noches —su sonrisa se ensanchó.

Irina le gruñó y todos nos tensamos.

Pensándolo bien, ¿qué hacía un vampiro en las tierras de Beckendorf? No podía ser nada bueno, casi estaba deseando que realmente nos hubiéramos encontrado con otro hombre lobo.

—¿Quién eres tú?

En lugar de responder, el vampiro sonrió de vuelta y un repentino brillo en su dedo anular me llamó la atención.

Un anillo.

—Nizeq.

James retrocedió y me dio una mirada que claramente decía: "Larguémonos".

A decir verdad, prefería a los gingoc que a este submundo.

James tomó a Irina del brazo y yo me acerqué a Em.

—Bien, un gusto —murmuró mi idiota mejor amigo—. Nosotros somos estudiantes de Beckendorf, es hora de que volvamos al castillo.

Intentó mover a Irina pero ella empezó a gruñir y girar su cabeza en todas las direcciones.

Lucía desesperada y eso solo consiguió que el vampiro ensanchara su sonrisa.

—Calma, shisaki —susurró.

Su voz era rasposa y se arrastraba como una serpiente entre las palabras.

¿Por qué la había llamado shisaki? Eso significaba hermana. Por supuesto que, como toda palabra de lenguaje arcano, la forma de pronunciar cada letra hacía grandes variaciones, pero en este caso, la opciones eran: hermana de sangre, compañera de lucha, hermana menor, protegida o alteza. Pensé que me había equivocado (era un desastre probado en ese curso) pero el gruñido que Irina le dirigió hizo evidente su poco aprecio con la palabra.

El vampiro simplemente se rio. Me preguntaba por qué Irina no lo atacaba.

—Irina, vámonos —la urgió James.

Pero ella negó con la cabeza. Su mirada de pánico me dio escalofríos.

Apenas tuve tiempo de registrarlo cuando hubo pequeños susurros en el bosque como si decenas de criaturas se movieran en nuestra dirección.

Irina seguía volteando hacia todas partes y, un segundo después, varias personas en capuchas. aparecieron a nuestro alrededor.

Estábamos rodeados.

¿Qué pasaba aquí?

El vampiro se acercó a nosotros. Su forma de caminar era elegante y grácil.

—Calma —repitió—. No te va a servir de nada.

Con un suave movimiento sacó de entre sus ropas un familiar collar azul. De repente, el vampiro desapareció como si se hubiera esfumado e Irina cayó al suelo del bosque.

—No intentes eso de nuevo —advirtió Nizeq apareciendo de la nada—. Robar el collar no servirá, Irina Britt.

Tres encapuchados más se movieron hacia nosotros, con collares en la mano. Me asustó que tuvieran la suficiente confianza en su superioridad como para devolvernos la posibilidad de hacer magia.

James lucía como si sus peores pesadillas se hubieran hecho realidad.

Uno de los encapuchados se adelantó y alzó una mano.

Algo me golpeó la cabeza con fuerza y el bosque empezó a desdibujarse. Sentí que algo se deslizaba sobre mi cuello, pero antes de que pudiera entender que tenía mi magia de vuelta, fui atrapado por una espiral. Cerré los ojos pero aun así pude notar los sutiles cambios de luz.

Entonces lo recordé: cualquier alumno de Beckendorf podía dejar el campus si tenía el collar azul puesto. Mierda.

La señal del vampiro (Igereth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora