Mordedura

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(Por: Kyle)

Era extraño salir del bosque con un cadáver cuando apenas era mediodía y no había nadie en los jardines. Te hacía sentir como un verdadero criminal cuando según las normas sociales, eras el héroe.

El profesor había encapsulado el cuerpo en una dimensión y este flotaba a nuestro lado, como una esquela grotesca que nos delataba.

—Por fin llegamos —comentó cuando las escaleras hacia el sótano se terminaron—. Ojalá pronto contraten algún ingeniero para instalar una plataforma de carga, es evidente que la necesitamos.

Había volteado mientras hablaba y tuve que extender mi brazo rápidamente para evitar que se estrellara contra una armadura colocada en medio del pasillo.

—Y también sería bueno que eliminen estas cosas —terció el señor Gentok—. Todavía queda magia en muchas de ellas y detesto cuando se mueven sin previo aviso. Supongo que la gente de 1865 pensó que sería divertido.

Reí nerviosamente.

—Tienes una gran capacidad de reacción —siguió diciendo—. Te hubiera elegido incluso en un año regular, sin todos en sus casas por las fiestas.

—Gracias —respondí avergonzado.

—Tal vez hubiera añadido a Valeria Savanah —añadió tras meditar unos segundos—. ¿La conoces?

—Nos hemos cruzado.

—Sí, bueno, es increíble. Cuando llegó con ese acento el primer año nunca hubiera creído que conseguiría ser de las mejores alumnas de Beckendorf —se quedó perdido en sus recuerdos y luego miró al lobo—. Es una lástima haberlo matado pero no nos ha dejado otra opción.
Lamentablemente, tenía razón. El lobo se lanzó contra nosotros con un calculado instinto asesino y atraparlo resultó ser una tarea imposible para dos personas.

Ingresamos a una habitación extraña, donde el profesor depositó el cuerpo sobre una mesa.

—Espera aquí un segundo, tengo que buscar las cápsulas de la Cofradía para los cuerpos —dijo rápidamente—. Volveré con la documentación.
Asentí y miré el cadáver, como si pensara que pudiera cobrar vida y yo me comprometiera a mantenerlo en orden.

Absurdo, por supuesto.

Seguí esperando, casi temiendo ver en el hombre la marca de Driggers pero no había nada, solo las heridas que nosotros le habíamos hecho.

Su sangre empezaba a coagularse y un olor desagradable invadió toda la estancia. Por alguna razón, no podía despegar la vista de su cuerpo.

Había sido alto y delgado, con un cabello tan negro como la noche.

El maestro le había dislocado un brazo que le colgaba en un ángulo extraño así que dirigí mi vista al otro lado. Su cuerpo estaba lleno de tierra y sangre por las heridas.

Recordaba haberle quemado parte del codo y sentí una punzada al ver que la quemadura era bastante visible. Sin embargo, me recordé que este hombre era un asesino, que se había comido a su propio hermano. ¿En qué estado debía caer una persona para llegar a esos extremos? Ni en mis más locos momentos de odio me plantearía comerme a Luke. Aunque tal vez la psicología de los hombres lobo era diferente.

El profesor estaba demorando y empecé a enlistar mentalmente las heridas para ayudarlo. Usualmente el reporte de asesinato de un fugitivo incluía una descripción de las heridas y una justificación para el ataque.

Quemadura: evitar un golpe directo al abdomen.

Herida en el antebrazo: resultado de engañar al sujeto para que se arañara a sí mismo.

Mordedura...

Me pasé varios segundos intentando recordar en qué momento había sucedido esa extraña mordedura hasta que me di cuenta de lo idiota que era. Evidentemente ninguno de nosotros había mordido a este tipo. Di la vuelta a la mesa y la examiné más de cerca. No se parecía a nada que un hechizo pudiera hacer, pero se veía increíblemente familiar.

Cuando por fin la reconocí, di un salto tan asustado que casi tiro abajo un escritorio.

Era, sin duda, una mordedura de vampiro. Me pareció extraño que Irina no hubiera mencionado nada sobre un hombre lobo perdido en los bosques.

La herida era profunda y explicaba por qué lo habíamos vencido tan rápido. El veneno de un vampiro era mortal para los licántropos, sus enemigos naturales.

La piel cuarteada alrededor de la herida, la pegajosa masa sanguinolenta y negruzca que...

—Un segundo —susurré para mí mismo.

La herida estaba podrida. Me di cuenta que el olor que había detectado hace unos segundos provenía de allí. La cosa extraña era la siguiente: la herida se seguía pudriendo. Sutil pero firmemente, el pus brotaba con mayor intensidad. Se suponía que las heridas de un muerto no hacían eso. Si no había flujo sanguíneo, esto no debería estar pasando.

Mire al hombre, tirado sobre la mesa y tragué saliva.

Me atreví a colocar mis dedos sobre el pulso, con la otra mano lista para responder un ataque. ¿Cómo no nos habíamos dado cuenta de que seguía vivo? ¿Cómo podía el profesor haberlo pasado por alto?

Sin embargo, por más que me concentré con todas mis fuerzas, no había ningún rastro de pulso y los hechizos de sanación rebotaban contra mí, lo cual me decía que este tipo estaba muerto. Muertísimo. Volví a mirar la herida y el brote de pus.

¿Qué otra posibilidad había?

Demoré cinco segundos en vencer mi propia resistencia. Aunque no quisiera admitirlo...las heridas necrófilas eran cosa de demonios.
Cuando el profesor regresó, pedí permiso para retirarme y corrí en busca de James, Irina y Emmeline.

La señal del vampiro (Igereth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora