(Por: Emmeline)
Apenas transcurrieron tres días en Beckendorf, cuando pasó. Estábamos caminando hacia la clase de Magia Elemental y yo mordisqueaba un poco del chocolate que me habían dado en clase de Ilusionismo después de desmayarme. Repentinamente, Irina se tambaleó y recuperó su paso un segundo después; sin embargo, fui yo quien se detuvo. Nunca vi a Irina tropezar de esa forma. De hecho, ¿alguna vez la vi tropezar?
—¿Mel? —preguntó ella volviendo la vista.
Ella sabía por qué me había detenido, pero por alguna razón, eligió ignorarlo. Pensé durante dos segundos en insistir y finalmente decidí que no serviría de nada.
—Sí, disculpa, estaba pensando en algo.
—¿Y tan difícil es caminar y pensar al mismo tiempo?
—Dame un respiro, soy humana.
Se tomó el chiste con gracia.
Las dos estábamos fingiendo, por supuesto. Yo, mi momentánea confusión y ella, que le daba risa mi comentario.
Mantuvimos un silencio incómodo hasta que llegamos al salón y tomamos asiento. La profesora llegó unos instantes después y sonrió.
—Fuego—dijo como si fuera toda la explicación necesaria.
Kyle y James ya nos habían contado sobre esto. Iba a ser pan comido.—Manejar el fuego es peligroso. Y muy difícil —siguió diciendo la señora Behar—. Aquellos magos que dominan algunos elementos en especial, lo consideran el más fácil de aprender pero el más difícil de controlar. El fuego es engañoso y merece respeto. Igual que yo, señor Cadvaller—gritó de repente apuntando a un alumno.
Debajo del escritorio salió despedida hacia sus manos una revista. La portada era suficiente para que se pudiera dividir el salón entre los que soltaron risotadas y los que se sonrojaron, ganando por una amplia victoria de los primeros.
—Señor Cadvaller —dijo la profesora alzando la voz sobre las carcajadas que se aplacaron al instante. Solo se mantuvieron las sonrisas taimadas que todos los estudiantes de Beckendorf parecían poseer— como bien sabe, la pornografía está prohibida en un centro de estudios. Espero que esto le recuerde que el fuego merece respeto.
Al instante, la revista se prendió fuego y el gemido del chico fue audible. Hubo otra ronda de risas antes de que la profesora lograra terminar su lección y darnos el ejercicio práctico.
—Todos recibirán una copa de madera afgana. Cualquier quemadura que le hagan quedará marcada de color negro. Solo si sus quemaduras son muy graves, la copa se fundirá. Empiecen.
La profesora ya tenía noticia de que nuestros amigos eran buenos en su asignatura de modo que ambas encendimos nuestra copa y nos reclinamos despreocupadamente. Logré captar un segundo su sonrisa de aprobación. Nos mantuvimos así hasta que la profesora analizó el trabajo y nos felicitó escuetamente. Por pura diversión, las dejamos encendidas hasta el final de la clase.
Estábamos a punto de apagarlas, cuando volvió a pasar.
La llama de Irina tembló un segundo y pude notarlo por el rabillo del ojo. Sin embargo, no me moví, no di ningún signo de estar alterada. Incluso intenté durante cinco segundos que el bombeo de mi corazón siguiera su curso normal
La alarma sonó con fuerza y salté en mi asiento, extinguiendo las llamas de mi copa. Irina hizo lo mismo y guardó sus cosas. Miré disimuladamente su copa y me quedé boquiabierta. La profesora no la había visto en su examen previo pero yo sí lo noté. Una pequeña mancha gris en un extremo. Un fallo en su hechizo.
¿Cómo podía haber pasado? ¡Irina era una hechicera sobresaliente! ¡La mejor alumna de Diringher!
Me olvidé un momento de ello durante la tarde, cuando James y Víctor estuvieron cerca de asesinarse el uno al otro pero el pensamiento me perseguía.Después de la cena, no pude evitarlo.
—¿Nina, estás bien? Hoy tropezaste y...
—Sí —respondió de forma apresurada— solo un mareo.
Aquello me dejó aún más sorprendida: ¿Los vampiros podían tener mareos?—Nina, tú nunca tropiezas —dije pausadamente.
Ella sonrió con cansancio.
—Este lugar me asfixia —contestó—. Solo estoy cansada.
Era un buen punto. Irina amaba usar magia fuera de clases, hacía todo tipo de experimentos con hechizos, se dedicaba a jugar con chispas o visitar su biblioteca. Ahora no podía hacer nada de eso y a pesar que el primer día salió cargada de libros, me contó que no lograba leer tan bien como antes porque no podía usar la magia para ayudarla con la luz. Ya ni siquiera podía ponerse un hechizo de sueño para descansar y su ciclo normal de sueño estaba olvidado debido a las pesadillas. No era una buena idea despertar a su compañera de cuarto aunque Irina siempre repetía lo desinteresada que era. Solo lograba conciliar un poco el sueño si pasaba más de un mes sin dormir. Después de todo, no era como si los vampiros realmente lo necesitaran y, además, solían hacerlo de día.
La entendía porque yo también temía cada noche ir a dormir.
Había tenido pesadillas con Driggers un par de días después de que todo terminara y aunque estaban remitiendo, todavía parecían reacias a abandonarme.
—Podrías pedir algún permiso especial para los hechizos de sueño.
—Lo consideraré mañana. Ya es tarde, deberías volver.
Eran las nueve menos cinco así que corrí de vuelta a mi habitación. Me tumbé sobre mi cama justo cuando las luces se apagaban.
Ese día, tuve otra pesadilla. Una en la que Driggers mataba a Nina.
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Hola a todos!
Este es un poco corto, pero viene uno más largo para la próxima.
¡Besos y calma!
Valeria
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La señal del vampiro (Igereth #2)
FantasyÉl: La sigue persiguiendo. Ella: Lo sigue evitando....creo. Sus amigos: Están planteándose seriamente fingir que no los conocen. Lo que los une: El contenido de las malditas cartas. (Sinopsis mejorada....en proceso).