CAPÍTULO III

6.7K 446 170
                                    

MATTEO

Los ojos me pesan toneladas e intento abrirlos cuando escucho dos golpes en la puerta avisándome que necesitan limpiar mi cuarto. Hundo la cabeza en la almohada. - ¡Pasa Maguie! – Grito y cierro los ojos cuando ingresa la luz del pasillo.

- Matteo ¿Dormiste bien anoche? – pregunta preocupada y me observa un poco. – Tenes unas ojeras enormes, no te veo bien

Intento no mirarla fijo, me tapo con las sabanas cuando caigo en la cuenta de que estoy completamente destapado. Es obvio que dormí muy mal, se nota en mi voz.

- Tuve pesadillas toda la noche. – Miento. – Me costaba volver a dormir así que di varias vueltas, parece que hubo una guerra con el acolchado. – comento amargamente mientras ella recoge mi ropa sucia del piso

- Una buena ducha y el desayuno lo solucionan siempre. – Me sonríe. – Anda a bañarte y yo te preparo algo, después sigo con tu cuarto

Le agradezco mientras busco ropa limpia en mis cajones y me voy a mi baño privado. Enciendo la luz y me ciega, todavía estaba dormido y mis ojos no se habían acostumbrado, dejo correr el agua mientras me miro en el espejo. Mis pelos están parados, me río porque realmente parezco un loco. Abro la canilla y me lavo los dientes, no soporto el aliento de la mañana ni medio segundo. Me saco todo y entro en la ducha, los vidrios están empañados por el vapor y de apoco siento como me despierto.

Pienso en lo que tengo que hacer durante el día que no es mucho, la semana que viene comienza el colegio así que debo comprar unos cuadernos, algunos útiles y luego debo ir a hablar con Luna, lo más difícil de todo. No sé lo que le voy a decir e intento no pensarlo mucho porque me pongo aún más nervioso de lo que ya estoy.

Cuando salgo voy derecho a la cocina y una taza humeante de café me espera en la mesa junto con tostadas, varias mermeladas y queso untable. – Esto ya es malcriarme. – digo sonriendo ampliamente. Maguie se había encargado de mí y de la casa desde el día que nací aproximadamente y siempre sabía qué hacer cuando estaba mal. A veces era más madre que la mía propia, nos ha acompañado en cada país en el que hemos estado y sé que lo hace por mí, porque sabe que si me deja, no la voy a pasar para nada bien solo todo el tiempo.

- Por favor come bien Matteo sabes que el desayuno es la parte más importante del día

- Sí ya lo sé. – Revoleo los ojos risueño y me dedico a devorar cada delicia que se encuentra frente a mí.

Mi teléfono vibra y es un mensaje de Gastón para ir a comprar las cosas necesarias, le confirmo y aviso que yo lo paso a buscar con mi chofer para ahorrar tiempo. - ¿Te molesta si vengo a almorzar con un amigo? – Le pregunto mientras junta los restos de mi desayuno

- ¿Cómo me va a molestar? Vos sos el jefe hijo, si vos queres que venga a comer invítalo, yo cocino.

- Si bueno, pero siempre me gusta avisarte. – Le sonrío. – Bueno me voy a ir a comprar algunas cosas con un amigo y después venimos para almorzar. – Me acerco y le dejo un beso en la mejilla

- Por favor Matteo decile a Federico que te lleve, es muy peligroso. – Alzo una ceja y antes de responder niego con la cabeza y me voy.

¿Por qué son tan exagerados todos? Ni que me fuesen a secuestrar cuando salga a la vuelta de la esquina.

Busco al chofer y le doy la dirección de Gastón para emprender viaje. Le pido que prenda la radio y ponga a reproducir un compilado de Arctic Monkeys que tengo en el pendrive como a él también le gustan subimos la música bastante fuerte y canto un poco debes en cuando mientras mi vista se pierde en la ciudad. El sol está subiendo y el calor de febrero se nota cada vez más en la piel, desistí de ponerme una camisa o algo por el estilo y opté por una bermuda, una musculosa, unas zapatillas blancas y los lentes de sol.

1. La legalidad de Matteo Balsano (#Lutteo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora