CAPÍTULO XXVI

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MATTEO


Anoche me costó muchísimo poder dormir, me la pasé dando vueltas y se nota en mi cara, tengo unas ojeras prominentes y me la paso bostezando cada dos minutos. Solo me dediqué a pensar en todo para llegar a la conclusión que estoy más hundido que la mierda en esto.

Gastón se da cuenta así que me habla poco y nada, debes en cuando algún comentario gracioso me saca una sonrisa, pero la verdad es que tengo el cerebro desconectado, únicamente puedo pensar en la siesta antes de entrenar con Luna en la pista, debemos empezar a planear la nueva coreografía y la verdad es que no se me cae ni una idea, me cuesta bastante en este momento, así que cuando llegue veré que se elije.

En el almuerzo son un maldito zombie, trago porque sé que tengo que alimentarme bien, además de que el estómago me hace ruido, pero mi garganta permanece cerrada desde ayer. - ¿Estás bien? – Interrumpe el silencio Maguie y asiento con la cabeza levemente mientras un bocado de pollo ingresa en mi boca

- Estoy muy cansado, después de una siesta estaré mejor. – Le regalo una sonrisa falsa y guardo silencio nuevamente

Como tan rápido como puedo, aunque tragar me cuesta horrores, la angustia no es lo mío pero cuando me agarra no me quiere soltar. Dejo el plato sobre el fregadero y me llevo el vaso de agua hasta mi habitación, estoy sediento y no tengo ni la menor idea del por qué. Camino chocándome con las paredes y cuando cruzo la puerta de mi cuarto, me arranco las zapatillas para patearlas a un costado, el sol que ingresa por la ventana me tiene cegado, así que bajo las persianas hasta que parezca de noche. Me siento en la cama y me quito el uniforme sin ganas de nada para dejarlo colgado en la silla de siempre.

Respiro profundo y el perfume a vainilla entra en mis fosas nasales, me calma un poco, giro mi cuello en el sentido del reloj y en contra para liberar tensiones, alzo los hombros para relajar los músculos y me meto a la cama despacio y cuando mi cabeza está en contacto con la almohada creo que estoy en el cielo. – Mierda necesitaba esto. – susurro y me tapo lo mejor posible. Estiro el brazo y pongo el despertador para poder llegar a entrenar y sin darme cuenta caigo en una profunda oscuridad.

Cuando el despertador suena, maldigo a todo lo que existe, necesito al menos tres horas más de sueño, pero sé que es imposible. Así que me levanto para dirigirme al baño, necesito hacer mis necesidades y lavarme los dientes, la ducha prefiero dejarla para la noche.

Me pongo un jogging gris oscuro, una remera y una campera negra con capucha. Subo las cortinas y un sol radiante me ciega, la primavera lentamente está llegando, aunque el viento no nos abandona para nada, antes de salir agarro los lentes de sol del escritorio.

Busco a Federico por todas partes para pedirle que me lleve, ya estoy con diez minutos de retraso y sé que no puedo irme solo. - ¡Federico! – grito parado en el medio de la sala, pero no obtengo respuesta alguna. - ¡Federico! – repito en un tono aun mas alto poniendo mis manos alrededor de mi boca para amplificar el sonido. Pero nada acurre. - ¡Mierda Federico! ¿Dónde carajo estás?

- ¡Acá estoy! No era necesario tanto insulto. – responde y me detengo al observar un pequeño corte en su pómulo, pero no le digo nada, quiero esperar a estar solos

- Te llame mil veces. – ruedo los ojos. – Necesito ir al Roller y ya voy bastante tarde

Asiente y comienza a caminar, así que lo sigo hasta la cochera, prefiero ya subirme desde ahí y salir directamente, entre más rápido mejor.

Viajamos a una velocidad normal, el sol me da directo desde la ventanilla así que me quedo en remera un rato, ya noto como estoy transpirando. - ¿Qué es ese corte? – pregunto y baja la música

1. La legalidad de Matteo Balsano (#Lutteo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora