Capitulo 7

971 66 0
                                    

Maratón 2/4

Punto de vista Anastasia:

Como el hombre complicado que es, toma algo de mis últimas palabras y dice:

-¿Qué quieres decir Anastasia? Tú estuviste casada de nuevo ¡por el amor de Dios!- me mira, formando un V con su ceño fruncido -Y desde entonces, han sido cuatro años- sostiene cuadro dedos para que los vea -¿Cómo puedes ser todavía solo mía?-

De todo lo que he dicho, ¿eso es lo único que ha escuchado?

Traga fuerte -Tu tenias muchos admiradores, uno con más ganas que otro de llevarte a la cama- Dice la palabra admiradores con desprecio, saboreándola y resultando repulsiva. Los ángulos de sus hombros se hacen más rectos con su ira.

¡Por favor, no me hagas decirlo! Levanto mi cabeza, ofreciéndole una mirada seria y sacudo mi cabeza, mis dientes casi haciendo un hueco en mi labio.

-Ana. Tú. Estuviste. Casada. Con. Jose- pronuncia cada palabra lentamente, como si fuera una niña, demasiado pequeña para entender las contradicciones de lo que dije. Cuando por fin entiende, sus ojos se iluminan, y yo debo voltear la mirada, inundada con humillación.

Otra cosa que no pude hacer bien. Pienso en Jose y me siento culpable, culpa que me carcome por dentro. No es que querías que funcionara, mi subconsciente me recuerda.

-¿Es por eso que el hijo de puta te dejo?- Sus ojos con una combustión mezclada con incredulidad y algo más que no logro ver. Solo puedo asentar con la cabeza mientras miro abajo a mis dedos.

-¿Tu nunca te acostaste con él Ana? Un hombre que yo sabía estaba desesperado por meterse en tus pantalones, ¿Por qué? ¡Necesito saber!- el tono ronco de su voz no tolera discusión alguna.

Me siento allí, pensamientos mal conducidos a mi pasado, trato de formular una respuesta.

-Ana, respóndeme, por favor- su dulzura inesperada, me trae de nuevo al momento. Mis ojos se ajustan hacia donde esta él, y mis dientes apretando fuerte mi labio, cerca de hacerlo sangrar. Veo como la dulzura se desvanece y es remplazada por molestia, que obtengo por desobedecer, incluso cuando me lo ha pedido amablemente.

Toma otra respiración, abriendo su boca para emitir una orden severa, pero lo interrumpo con mi respuesta, temiendo su ira.

-Ya te dije- suspiro. -Solo he sido tuya, mi cuerpo no podía, no quería... uhm... responder- subo mis hombros a mis oídos. Sé que no le puedo mentir, así que intento de nuevo.

-Yo no podía...- bajo la mirada buscando mi punto de concentración en la alfombra de nuevo, cualquier cosa para evitar sus ojos penetrantes.

En un segundo está de pie, caminando irritado desde la silla a la puerta una y otra vez. En lugar de pasar su mano por su cabello, lo sostiene en un puño, los nudillos blancos por la tensión.

Oigo un murmullo en voz baja, -No, no, no...-

Siempre ha sido un reto estar a la par de su estado de ánimo, pero no tengo idea de lo que está pasando por su mente. Estoy perdida. No siquiera puedo decir si es bueno o es malo.

Camina cerca de mí, luego bruscamente hace una parada frente de mí. Levanto la mirada cautelosa, viendo a través de mis pestañas.

-Lo siento-. Respiro, la contrición torciendo mi corazón.

-¡Oh Ana!- La angustia en su voz es palpable, casi solida -Si tan solo hubieras hablado conmigo, hubieras confiado en mí y te hubieras quedado, lo podríamos haber resuelto; podríamos haber evitado todo esto- Hace un gesto con su mano, su agonía a la vista.

-Trate de mantenerme alejado de ti, cuando nos conocimos por primera vez, intente advertirte- su mirada ligeramente perdida mientras recuerda, casi mirando a través de mí. -Pero fui muy débil Ana, estaba demasiado atraído por ti, me deje llevar cada vez más, me enamore- con sus manos cerradas en la curva de mis hombros, me da un apretón suave. Su voz quebrada, sirve de peso como evidencia de lo profundo de su sentimiento.

-He intentado mucho-, hay un destello de desesperación en su mirada, tan determinada como la mía, para hacerme entender.

-Mucho para hacerte ver que te amo; que estaba dispuesto, pero fallé, falle en hacerte ver- sus hombros se doblan abatidos, su cabeza agachada. El tono de su voz es la de un hombre desesperado. Ahora molesto, consigue un segundo aire.

-Puedo ver qué piensas que te fuiste por tu propia voluntad, pero sin duda alguna tienes que admitir que si tu propia esposa, ¡tu propia esposa Ana!- con sus palabras fervientes me da otra sacudida, esta vez mas fuerte, haciendo crujir mis dientes mientras mis ojos de asombro lo absorben.

-Está muy asustada de hablar contigo, de decirte que está esperando a nuestro hijo, y luego, ella huya de ti, porque tú has fracasado miserablemente en darle a ella la tranquilidad que necesita- me suelta, dejando mis hombros, y sus brazos caen desconsolados a sus costados.

Niego con la cabeza, mi boca abierta forma una O, impactada. Lucho por responder, pero camino directo hacia su impenetrable pared de auto-odio, está envuelta en su mente, amplificando nuestros problemas, las cosas que estábamos trabajando para superar como pareja cuando estuvimos casados y se echo la culpa de la desgracia sobre sus hombros.

¡Mierda!

Cincuenta sombras de Grey y mas (una desicion puede cambiar tu futuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora