Va de nuevo

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Entré a clase de historia congelándome hasta la medula. Seattle se congeló en un parpadeo y mi sudadera se encontraba guardada en el maletero del auto de Clarence, lo malo porque traía una blusa sin mangas y de un color blanco.

Deje caer mis cosas detrás de Ian y me senté mientras abrazaba mi torso y mis dientes amenazaban con quebrarse unos a otros.

-¿Frío?-habló mi compañero de al lado.

Leonard era un fastidio, un poco entrometido y muy manos largas por eso lo trataba cortante, todas mis amigas y yo habíamos acordado no relacionarnos con él para nada.

-Sí, algo-repuse con una tensa sonrisa. Sus ojos se deslizaron a mi escote.

-Bueno, no es recomendable usar camisas de tirantes en otoño-fruncí el ceño. Qué fijado.

-Estaba soleado-me excusé.

Un movimiento frente a mí atrajo mi atención. Ian tenía el brazo hacia atrás con su sudadera gris, creo que había mencionado que era su favorita. Fruncí el ceño, no quería hablarle por más ganas que tuviera de ver sus ojos, era una orgullosa de primera y mamá solía regañarme por eso, pero por otro lado me estaba congelando.

-¿En serio?-fue lo único que pude decir.

-No tengo frio-masculló mirando por encima de su hombro.

Con mano temblorosa tomé la sudadera y me la puse con movimientos mecánicos. Su aroma me envolvió y enrojecí, Ian olía de maravilla y me intoxicaba pero no sé como mierda le iba a explicar a Clarence la sudadera o el olor. En la entrada apareció Adam, el mejor amigo de mi hermano desde la infancia, e Ian se tensó en su lugar.

-Hola, nena-me saludó y yo sonreí.

-Hola-se sentó a un lado mío y me miró.

-¿Y esa sudadera? No recuerdo habérsela visto a Clarence-enrojecí y disimuladamente cabeceé al frente-Oh, ya. Te sienta bien el gris.

-A mí todo me sienta bien-se soltó riendo.

Cuando la maestra Alicia dio comienzo a la clase olvidé por completo que traía algo que no era mío, no es que lo hiciera menos sino que de ser su sudadera pasó a ser una sudadera. Comencé a quejarme, como todas las clases, en voz baja mientras la maestra nos dictaba y nos hacía preguntas provocando que el chico frente a mí soltara algunas risitas.

-¿Quién sabe cuál presidente tuvo un caballo en su infancia?-fruncí el ceño.

-Claro, eso me servirá en las entrevistas de trabajo-mascullé.

Ian se soltó riendo más fuerte haciendo que yo lo acompañara, me gustaba su risa, era tan cálida y sincera que a veces se me hacía bonita...otras veces se me hacía fastidiosa. La maestra se interrumpió a mitad de una frase y nos miró con el ceño fruncido.

-Señorita Black, señor Saunders, favor de retirarse de la clase-ambos palidecimos.

Ninguno de nosotros éramos malos estudiantes, al contrario siempre nos ponían como ejemplo, o al menos a él en la mayoría de las veces. Que nos sacaran del aula era tan denigrante como sacar 80 en trigonometría.

-Profesora-hablé mientras trataba de aparentar inocencia-Culpa mía, dije algo fuera de lugar. No volverá a pasar.

-Llevan toda la clase susurrando y riéndose, fuera. Hay gente que sí le interesa la clase.

La verdad es que ahora la mitad del aula nos envidia porque nos libramos de la aburrida clase de presidentes que ya están más que en los huesos, pero apreciaba mi vida y mi calificación así que ya no le dije nada. Roja de vergüenza comencé a guardar mis cosas al igual que Ian, Adam me dio una sonrisa para consolarme, asentí agradecida de que intentara hacerme sentir mejor. Caminé a la puerta con Ian pisándome los talones, cuando la puerta estuvo cerrada detrás de nosotros escuché como la maestra seguía su clase, maldita, me va a costar en mi calificación final.

A mí también me gusta un idiota #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora