¡Dame mi puto cuaderno!

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Molesta como estaba ni siquiera espere a Rouse para el almuerzo, sentía que ni el sol me calentaba y estaba a nada de lanzar bancas por los aires y darle de puñetazos a las paredes.

Entré como un tornado a la cafetería y busqué por todo el lugar hasta que encontré a Kat platicando con un chico que me daba la espalda, una espalda que reconocería entre un mar de personas. Sin duda ya tenía a mi víctima y posible pase a la cárcel por homicidio en primer grado. Caminé con las manos echas puño en mis costado intentando apaciguar a la fiera dentro de mí contando hasta cinco y al llegar detrás de él tomé su silla, sacando toda mi fuerza le di la vuelta hasta que me miró confundido. Mi respiración era un jadeo furioso, jamás había estado tan enojada.

-¡¿Dónde está mi jodido cuaderno?!-le grité con los dientes apretados.

No lo golpees, no lo golpees.

-Clarie-parecía asustado y nervioso-No sé de qué me hablas, yo no tengo nada.

-¡Sabes perfectamente de qué hablo, Saunders! No te hagas el tonto conmigo. Todos tenemos que darte nuestro cuaderno para que se los des cada vez que los pide. Heima te dio mi puto cuaderno, ¡¿dónde mierdas está?!

-¡A mí Heima no me dio nada!-gritó levantándose para intimidarme pero no iba a lograrlo-¡Tal vez ella lo perdió!

-¡Ni vayas por ahí, idiota!-gritó mi amiga desde nuestra mesa-¡Te dije claramente que iba el cuaderno de Clarie! Yo misma te lo di, incluso te reíste de cómo estaba forrado hablando de lo, cito, ¡estúpida que se veía!

-¡No sé dónde está el puto cuaderno forrado ridículamente con fotos de tu estúpido novio!-me gruñó-¡Ni que me fuera a masturbar viéndolas!

Tomé su camisa del cuello y tiré de él hacia abajo y lo fulminé con la mirada. Podía perdonarle que se acostara conmigo cuando tenía novia, que me rompiera el corazón, podía perdonarle que gritara a los cuatro vientos lo que hicimos lastimando a Henry, que actuara como si yo nunca le fuera a ser suficiente. Pero nunca de los nunca, aunque se hincara sobre vidrio triturado, jamás le iba a perdonar que se metiera con mis estudios. Eso era un golpe bajo incluso para él.

-Hazlo fácil antes de que haga algo de lo que pueda arrepentirme-gruñí con la voz contenida, no lo golpees-Tal vez esté en tu regla no golpear mujeres pero no en la mía golpear chicos-sonrió con suficiencia.

-¿Me amenazas?-se burló, lo jaloneé más.

-Oh no, Ian, yo no amenazo. Yo cumplo, siempre puedo llamar a Clarence-pareció notar la determinación en mis ojos y los colores se le bajaron del rostro-¿Dónde escondiste mi cuaderno? Hazlo sencillo antes de que tenga que ser mi papá el que te lo pida.-hablé como si se tratara de un niño pequeño-¿Recuerdas lo que te dijo que te haría si me lastimabas?-tragó saliva, sonreí-Ahora imagínate lo que te podrá hacer dado su historial en el ejercito. Porque no te va a matar, pero sí...

-Te va a doler-completó con la voz temblorosa-No sé dónde está tu puto cuaderno-evito hacer contacto visual conmigo, gruñí.

-¡No mientas! ¿Por qué lo niegas? ¡Dame mi cuaderno!

Me apartó las manos de un empujón haciéndome trastabillar y sus ojos se oscurecieron de la manera en que ya estaba acostumbrada. Era señal de que algo malo iba a pasar pero no me acobardaría, a mí no me engañaba. Él había escondido mi cuaderno, Heima lo sabía, él lo sabía, y de aquí no me iba sin él aunque tuviera que golpearlo.

-¿Sigues rencorosa porque no te considero una opción?-dijo burlesco mientras se cruzaba de brazos.

Toda la cafetería estaba en silencio observándonos así que escucharon atentamente eso y posiblemente el cómo mi corazón se fracturó un poco, sólo un poco, comencé a sentirme más expuesta de lo que estaba en realidad.

A mí también me gusta un idiota #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora