West Virginia, pueblo alejado de la mano de Dios en dónde sólo existía un semáforo. Ketterman no era muy grande y el único lugar que valía la pena visitar, o que al menos pudiese tener un Starbucks y una señal de teléfono decente, era Petersburgo donde llegaba el correo y donde se encontraba la cafetería que nos gustaba a Clarence y a mí. Y lo peor de todo no era la mala señal ni las cosas a horas de distancia...Daemon Black no era vecino.
¿Quién vivía tan fuera del mundo? Nuestra queridísima tía Deborah, hermana gemela de papá y una mujer solitaria a la que su novio dejó por otra chica. No tiene esposo, ni pareja, ni novio por su última experiencia. Por lógica no tenía hijos, ni siquiera un pequeño coreano adoptado y ella solía decirnos que con nosotros no necesitaba más niños, lo que sí tenía era animales a los que mi hermano y yo bautizábamos en cuanto nos decía que tenía una nueva mascota; Tenía un gato llamado Sr. Grey (idea mía dado que es gris), tres perros: Baylor, Relámpago y Stitch (ideas de Clarence), un pez llamado Medusín (de ambos), un loro que siempre gritaba "dulce" y se llamaba Trufa (Clarence) y un lindo conejo que había adquirido poco antes de nuestra llegada al que le puse Algodón.
-No entiendo por qué repite tanto dulce el loro-gruñó Clarence mientras estábamos sentados en el porche-No creo que los coma viendo lo estricta que es con sus animales tía Debbie, es irritante.
-Papá dice que es tu culpa-dije mientras miraba las nubes-Que de pequeño repetías "quiero dulce, quiero dulce" y Trufa empezó a decir dulce todo el tiempo mientras te seguía hacia todos lados-hizo una mueca-Al menos hay nieve-dije mientras veía la masa blanca que cubría la acera-Nos mete en ambiente, y no llueve como en casa.
-Al menos-suspiró-¿Qué tal todo con Henry? ¿Se está comportando como debe? No creo que Washington lo acepte si no es capaz de lanzar un balón-asentí mientras comenzaba a dibujar en la nieve que estaba en mi alcance.
-Va todo...bien. Como antes, se comporta bien-me encogí de hombros-Sólo que bueno, ambos somos un poco más posesivos respecto al otro pero nos nivelamos, él es el equivalente a mis arranques de novia celosa-Clarence rió.
-Sí, vi la mordida que le dejaste en el cuello cuando vino a despedirse-me ruboricé-Debo decir que hasta a mí me dolió.
-Hay que marcar territorio, hermanito, él está en Florida. Playas, chicas en bikini. No, no, un mensaje de que está tomado.
-Jeral se quedó en Seattle-dijo mi hermano y suspiró-Discutimos un poco antes de que me despidiera, no me gusta cuando se enoja-lo miré.
-¿Qué ocurrió?-se rascó la nuca-¿Qué mierdas le hiciste?
-Megan consiguió mi número de teléfono, no sé cómo, y me mando un mensaje diciendo que me extrañaba y esperaba verme después de vacaciones para recordar los viejos tiempos-suspiró-No se lo iba a esconder a Jeral, ni mucho menos, pero ella lo leyó sobre mi hombro suponiendo cosas que no eran y...una mujer enojada es como un encuentro con el diablo-sonreí cuando se estremeció.
-Bueno, Jeral es una chica celosa-resopló, como diciendo en serio-Y, bueno, hermanito. Megan es una chica muy guapa, debemos admitir que la escogiste muy bien la primera vez-se ruborizó-Fue tu primera novia y duraste mucho con ella, ocurrieron cosas entre ustedes que tal vez le molesten a Jeral-Clarence suspiró.
-Pero ya no la quiero-gruñó-Cuando terminamos me dejó muy claro que yo no era lo que ella buscaba partiéndome el corazón. Y entonces Jeral...-sonrió-Cuando todas venían a la casa la miraba como si se tratara de un maldito rayo de sol, ella siempre hacía reír a todas, cuando me miraba se ruborizaba y prefería desviar mi atención a cualquier otra cosa. Y era la más locuaz-lo miré sonriendo-Y me hacía sentir tan...tranquilo, como si al fin todo estuviera en su lugar. Y cuando nos detenían por sus locuras-soltó una carcajada-Nunca me di cuenta de que tan metido estaba hasta que un tipo de mi salón de biología comenzó a decir que se le hacía muy guapa y que quería con ella, un instinto de propiedad surgió en mi pecho.
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A mí también me gusta un idiota #1
Teen FictionÉl era un idiota en toda la extensión de la palabra. A veces parecía que tenía un letrero de luces de neón que leía "idiota aquí". Mis amigas, que no eran muchas, y mi madre opinaban lo mismo que yo, bueno mi madre no tanto pero ella ya no estaba...