24 de Diciembre

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Libreta de anotaciones de Kendall

 Nosotros vivíamos en una barrio pobre. Un barrio de negros y morenos. Yo vivía con mi mamá y papá, mi hermana, mi prima y mi tía.

 Pero nosotros no éramos ni negros ni morenos, a excepción de mi tía, que era morena. Pero nosotros no éramos simples blanco, éramos los blancos entre negros y morenos. Porque así era el barrio, dividido por colores. Porque así son las personas, y uno no puede hacer nada.

 Nosotros éramos los blancos entre los negros y morenos, sobre todo mi papá. Mi papa era el blanco entre los negros y morenos... no, no era el blanco, era El Blanco. Todos acudían a él si sus autos se dañaban, o si la cadena de la bicicleta se les salía, o si tenían una nevera descompuesta.

 Todos nos conocíamos entre todos, sabíamos quienes vivían en cada casa y quién no. Yo prácticamente había nacido en mi casa, si mi mamá no me hubiera tenido en el hospital.

 Nuestros amigos eran negros y morenos, pero nosotras no desentonábamos por nuestro color de piel debido a que nos conocíamos desde muy pequeños. Para ellos nosotras éramos Las blancas, y no unas simples blanca; y para nosotras ellos eran nuestro negros y morenos, aunque de esos teníamos muchos.

 Nuestra casa era grande, al igual que el terreno en el que estaba situado; porque nosotros no éramos pobres pero tampoco ricos. Teníamos veinte perros y dos gatos, y todos se llevaban bien entre sí. De vez en cuando nacían cachorros pero siempre los regalábamos, porque no podíamos tener más.

 Nadie le robaba a nadie a pesar de ser un barrio, porque todos nos conocíamos a todos y nadie sería capaz de hacer algo. Pero un día llegaron nuevos. Eran negros y morenos nuevos, y se mudaron al terreno enfrente del nuestro, ese que siempre había estado vacío.

 Nadie los conocía, nadie sabía quiénes eran, pero sabíamos que eran muchos. Eran negros y morenos pobres que se pusieron a vivir apiñados en casas hechas con láminas de zinc.

 Todos los días los veíamos caminar alrededor de nuestro terreno, siempre cautelosos.

 Nosotros estábamos cautelosos, porque ellos eran los negros y morenos nuevos, los que nadie conocía.

 Y por eso nos conocíamos todos, para que no pasara nada malo. Pero las cosas malas comenzaron a pasar cuando ellos llegaron.

7:09 p.m.

 Yo estaba haciendo un Santa Claus con algodón y pintura negra cuando llegó mi papá.

 Mi papá siempre trabajaba hasta las cinco de la tarde, pero los jueves y los viernes frecuentaba a llegar unas horas más tarde porque se quedaba jugando dominó con sus amigos. Y mi papá era El blanco entre sus amigos, y sus amigos eran los negros y morenos.

 Pero ese día no fuimos a abrirle el portón a mi papá, el portón que siempre le abríamos; ese que daba la entrada al terreno. Yo estaba ocupada haciendo mi Santa Claus de algodón y pintura roja, mi hermana estaba viendo televisión y mi prima estaba ayudando a mi tía con una ropa recién lavada.

 Mi hermana se levantó y se asomó en el porche, desde donde se veía el portón por el cual llegaba mi papá.

—Hay unos señores con mi papá, y yo no los reconozco—le dijo mi hermana a mi mamá, que hasta ese momento había estado haciendo la cena. Caminé hasta ellas, curiosa, y la vi apagar el fuego de todas las hornillas.

Cuando nievan corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora