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Kendall

 Muevo el cuello, buscando una posición cómoda, hasta que doy con ella. Siento el calor que desprende algo, pero no sé qué es. Pestañeo varias veces, intentando ahuyentar el sueño, hasta que consigo tenerlos completamente abiertos. Mi cabeza descansa en algo azul. Y ese algo azul es la camisa de Shawn.

 Me incorporo con lentitud para no marearme y me aparto de Shawn, que por mi movimiento comenzó a desesperezarse.

 ¿Qué hora es?

 Levanto la cabeza y busco con la mirada el reloj que está encima de un librero que hay a mi izquierda. Son las ocho de la mañana. ¿Cómo pude no despertarme cuando debía, y más cuando sabía que Shawn estaba aquí?

—Mmm... ¿Qué hora es?—pregunta Shawn con voz cansada, seguido de un bostezo. Le indio con la cabeza el reloj, lo que hace que gire la cabeza y luego vuelva a mirarme con una expresión que lo único que denota es cansancio, y no sorpresa.

—Buenos días—me dice, y esboza una sonrisa ladeada mientras se rasca la mandíbula.

 ¿No le importa en lo absoluto haberse quedado a dormir en una casa ajena? Al parecer no.

 Me remuevo en el mueble, dándome cuenta de que Shawn y yo estamos cubiertos por una manta. ¿Cómo llego aquí?

—Buenos días—le susurro, quitándome la manta de encima.

—Pensé que habías puesto un despertador o algo—me dice, apoyando su cabeza en el respaldo del sofá, aún somnoliento.

—Lo hice—alego. Una vez levantada, me tapo la boca cubriendo un bostezo y lo miro. Tiene el cabello alborotado. ¿Cómo debo estar yo?

 Me doy la vuelta y busco en el librero (que tiene de todo menos libros) una cola para poder amarrar mi cabello. Una vez la consigo, me apresuro y me hago una cola con el poco cabello que tengo.

—No me canso de ver tu cabello—comenta Shawn, saliendo del sofá y doblando la manta sobre él.

 No digo nada, pero esbozo una sonrisa de espaldas a él. Camino hasta la cocina, pensando en preparar algo. Mi mamá debe estar trabajando, y mi hermana debe estar durmiendo. Supongo que alguna de ella se habrá dado cuenta de que Shawn estaba aquí, pero no nos dijo nada y nos arropó.

 Llevo hasta el fregadero y abro el grifo. Hago un cuenco con las manos y la lleno de agua fría, para luego pasármela por la cara, despertándome a medias. Resoplo por el agua congelada y luego me seco la cara con un trapo.

—Oye, ¿Dónde está el... baño?—me pregunta Shawn desde la sala, haciendo una pausa entre frases, pareciendo que de un momento a otro se va a tirar al piso y va a seguir durmiendo. Se pasa la mano por el cabello, en un intento de acomodarlo, pero termina alborotándolo más.

—Al final del pasillo—le digo, y le hago señas para hacerle saber dónde es. Asiente y camina hasta el baño.

 Mientras busco algo que hacer, escucho que Shawn toca la puerta del baño y que luego dice algo. Aguzo el oído y luego escucho el grito de mi hermana. Me asomo en el umbral de la puerta de la cocina, y veo la escena que están montando Shawn y mi hermana.

 Mi hermana tira algo por los aires y Shawn se echa hacia atrás por instinto.

—Dios, ¿Qué es esto?—pregunta exaltada mirando lo que acaba de tirar. Levanta un condón y lo mira con asco.

—Un condón—le reitera Shawn, como si no fuera obvio.

—Qué asco—exclama, poniendo una cara de repugnancia. Me apoyo en el marco de la puerta, sin dejar de ver a Shawn y a mi hermana—. ¿Sabes Kendall?, creo que esto es de mamá— me dice, hablando por encima del hombro de Shawn.

Cuando nievan corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora