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Emma

 Me muerdo el labio y miro fijamente mi celular. ¿Lo llamo o no lo llamo? Aunque puede que tenga planes, pero preguntar no mata.

 Levanto la cabeza cuando escucho a mi prima entrar a la sala. Se sienta en el sillón frente a mí.

—Ya te dije que no voy a limpiar el piso, hazlo tú—dice, con lo voz elevada, indicándome que está hablando con su hermana.

 Mi otra prima -K.C- sale de su habitación escuchando música con sus audífonos.

—Yo no pienso limpiar el piso, mamá te dijo a ti—. Se sienta al lado de su hermana y se acomoda el auricular.

 Las escucho discutir sobre quien limpia el piso, mientras cavilo seriamente si llamarlo o no. Me rasco una ceja, mientras sigo mirando mi celular.

 Hace rato se acercó mi mamá para decirme que si quería, podía invitar a James, y desde ese momento lo he estado pensando, no completamente segura de que aceptará.

—Entonces que lo limpie Emma—. Cuando escucho mi nombre levanto la cabeza, sin saber en qué me mencionaron.

 Respiro profundo y pregunto, sin venir a cuento:

— ¿Lo llamo?

— ¿A quién?—preguntan mis primas al unísono. A veces me dan miedo.

 Aprieto los labios y me remuevo incómoda en el sillón.

—A un chico. Sólo necesito que me digan: si o no. Yo sé que ustedes van a salir, pero yo me voy a quedar aquí, recuérdenlo—les digo. K. C. asiente, distraída mientras da golpecitos al sofá con el dedo índice, siguiendo algún ritmo. J. C. asiente, efusivamente, y se inclina hacia mí.

— ¿Es el chico que te recogió ayer?—me pregunta. Aprieto los labios, pero asiento— Que bien, porque si hubiera sido otro, serías bien pu...

— ¡Las palabras!—la reprende mi tía desde la cocina— Recuerden, sin mal aura. No me puedo estresar.

 J. C. rueda los ojos y saca la lengua en dirección a la cocina.

—Ya no soy una niña pequeña a la que tengas que reprender cada vez que se le va la boca—exclama, hace un puchero y se cruza de brazos. Si se viera, se daría cuenta de que sigue siendo igual de niña que antes.

 Agarro el celular y busco el número de James. Estoy nerviosa, aunque me gustaría no estarlo. No me gusta perder los nervios, y menos por un chico.

—Si te da pena llamarlo, o lo hago tranquila. Hasta le pido que traiga flores y un vino delicioso...—comienza a decir, pero la interrumpo poniendo mi mano en su boca, cansándome de su habladuría. Le sonrío sarcásticamente y marco.

 Saco mi mano de sus labios, y me llevo el dedo índice a los labios, indicándole que se quede en silencio.

 Repica una vez, dos veces, y tres veces, hasta que contesta.

— ¿Emma?—pregunta, extrañado de que lo llame. Tiene razón al estarlo, yo también lo estaría.

—Hola, James. ¿Sabes?, a mi mamá le caíste tan bien, que quiere que te invite a pasar la noche con mi familia—le digo, ocultando mi nerviosismo.

 J. C. reprime una carcajada, a lo que yo lo doy un leve golpe en el hombro. Se soba.

— ¿Enserio? ¿Es por tu mamá? ¿Tú no quieres que vaya?—pregunta, con cierto tono de dramatismo en la voz, pero sé que está fingiendo.

Cuando nievan corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora