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 James

Bajo la cabeza y meto mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón. Faltan unos minutos para que llegue el metro, por lo que estoy esperando, y mientras espero pienso.

 El otro día, cuando Emma y yo tuvimos la cita fallida, me le confesé. Le dije que me gustaba, entre otras muchas cosas, pero al final, ella no dijo nada. Y estaba esperando su respuesta.

 Bueno si, es parte culpa mía debido a todo lo que le solté, pero ella me ignoró olímpicamente. ¿Le gusto a no le gusto?

 Veo de reojo, aún sin levantar la cabeza, las luces del metro que se acercan. Escucho unos pasos, y siento que alguien llega a mi lado corriendo, y se para. De reojo veo una melena pelirroja.

 Levanto la cabeza y veo a Emma, que tiene las mejillas sonrojadas por la carrera que acaba de dar, y respira con dificultad. La miro, sorprendido, como si mis pensamientos la hubieran invocado, hasta que se da cuenta de mi presencia.

—Ah, hola—me saluda, con una media sonrisa— Es raro coincidir. La pasé bien antes de ayer—admite, aun recuperando su respiración estabilizada.

 Me muerdo la parte interna de la mejilla, antes de contestar.

—Hola—saludo—. Yo también me la pasé bien. ¿Estás apurada?—. Luego de escuchar la pregunta abandonar mis labios, me doy cuenta de que es completamente tonta. Claro que está apurada.

 Emma resopla, evidentemente cansada, y mira hacia el frente.

—Sí, tengo que ir a ver a mi papá, y llego tarde—comenta, con un deje de irritación en la voz.

 No le hago preguntas sobre su padre para no hacerla sentir incómoda.

 Miro al frente, donde el metro está parando, y abre sus puertas. Las personas comienzan a bajar del metro, aglomeradas, y yo espero, paciente, para poder subir. Una vez todos bajan, Emma entra en el metro, y yo la sigo. Una masa de personas nos empuja desde la espalda, haciendo que el metro se llene en cuestión de segundos.

 Todos los asientos a la vista están ocupados, por lo que elevo una mano, y me sostengo al agarradero de arriba. Emma, sin tener tiempo a agarrarse, en el momento en el que el metro arranca, se ve impulsada hacia atrás. Antes de que choque completamente contra mí, la retengo y la sostengo con mi mano libre.

 Siento a Emma tomar una respiración profunda antes de separarse de mi para agarrarse a uno de los tubos que están en las esquinas, ya que casi no llega a las agarraderas. Me mira, y me da las gracias con los ojos, a lo que yo sólo asiento.

 Necesito decirle algo. Necesito aclarar mis dudas, y sé, que si fuera por ella, las dudas se quedarían inconclusas por el resto de nuestra existencia, por lo que soy yo el que debe dar el primer paso.

 Pero no puedo. Siento que tengo la lengua trabada, haciéndome imposible pronunciar palabra. La miro, intentando encontrar algo que decir antes de que se vaya, pero lo único que consigo es abrir la boca y cerrarla repetidas veces, pareciendo un pez fuera del agua.

 A los pocos segundos desisto en mi intento por decir algo, y la miro. Está vestida como siempre, simple, pero linda. El ligero rubor rosa todavía colorea sus mejillas, combinando con su cabello, el cual cae sobre sus hombros en ondas.

 ¿Cuándo pasé a mirarla con curiosidad, a mirarla de esta manera?

 El metro para en la estación en la que debo bajarme, y me doy cuenta de que Emma también baja aquí. Sale corriendo, esquivando a las personas que están a sus pasos, y comienza a perderse de mi vista.

Cuando nievan corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora