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Michael

 Resoplo, frustrado, y camino hasta la cocina. Otra vez.

 Me paso las manos por la cara y suspiro. Se me olvidó pedirle la chaqueta a June luego de colocársela. Aunque una parte de mí, sólo mínima, quiere volver a verla.

 Aunque buscar esa parte sería como intentar buscar una aguja en el fondo del mar.

 Camino hasta mi habitación, y agarro mi celular. La he llamado unas cinco veces, pero ninguna de esas contestó. Me estoy empezando a preocupar, puede que no recupere mi chaqueta. Y se acerca la navidad, y se supone que la chaqueta la iba a usar ese día.

 Marco su número, que ahora me sé de memoria, y llamo. Llevo el celular a mi oreja y espero.

 Repica varias veces, hasta que se escucha descolgar.

— ¿Batman?—pregunta alguien del otro lado. Pero su voz no suena como la de June.

— ¿June?—pruebo a ver si hay suerte.

—No, June ha estado en cama todo el día, y como vi que tenía varias llamadas perdidas de este número, decidí contestar. Ah, por cierto, ¿Por qué estás identificado como Batman?—su voz suena distraída, casi aburrida, aunque las palabras que dicen son normales, no las que diría una persona que está aburrida.

 Me rasco la barbilla y camino hasta la sala/cocina.

—No tengo ni idea de porque me tiene identificado así. —digo.— ¿June está enferma, o algo?—Le pregunto.

—Ha estado así desde anoche, que, según mi prima, llegó medio borracha—hace un sonido de asentimiento— ¿Tienes un mensaje que dejarle?

 Lo pienso por unos segundos, y luego respondo:

— ¿Puedo pasarme por ahí dentro de un rato?

— ¿Para qué?—pregunta la chica del otro lado.

—Ella tiene algo que es mío—informo. Hace un sonido, como si supiera de qué hablo, y responde:

—Sí, una... ¿chaqueta de cuero? si, eso. Ya se me hacía raro que se hubiera comprado una tan grande—la oigo bufar—. Si, si quieres puedes venir, de todas formas está dormida. ¿Te sabes la dirección?

—Si—me despido y cuelgo.

 Lanzo el celular en el sillón pequeño -el único que tengo- y voy hasta la nevera.

 Todo por una chaqueta de cuero.

 Oigo mi celular sonar. Suelto el volante con mi mano derecha y lo agarro. Contesto y lo sostengo entre la oreja y el hombro. Vuelvo a poner mi mano derecha en el volante.

— ¿Diga?—pregunto.

—No me creo que no me hayas venido a visitar, ya sé que no soy tu hermano favorito, pero una partida de cartas vale más que una aburrida charla sobre libros...

—He estado ocupado—interrumpo a mi hermano.

— ¿Ah, sí? Pues cuando estés más aburrido que un ocho, te vas a escuchar sobre los libro de Oliver en vez de acudir a tu hermano el divertido...—dice con tono de reproche. Ruedo los ojos y me concentro en la carretera.

—Mañana voy para allá—le aviso.

—Más te vale...—pero antes de que termine la oración, se escucha la voz de mi otro hermano de fondo, que dice en español: "¿Y tú porque andas hablando paja de mí? El carajito ese me ama, y tú y yo lo sabemos, así que renuncia a él, Pierce". Mi hermano resopla y le grita que se calle— ¿Y qué es eso que te tiene ocupado?—pregunta.

Cuando nievan corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora