Capitulo 31

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Casi una hora después de puteos, maldiciones y de dar vueltas por todo el depa como una reverenda idiota, decidí finalmente aprovechar mi día libre y tras coger algunas cosas, fui a buscar a Mauro. Desde que la Farfalla había entrado en mi vida, lo tenía un poco abandonado y hacía como tres semanas que no lo veía. Toqué varias veces antes de que un Mauro, bastante desaliñado, me abriera.
 
- Oye ¿y a ti que te ha pasado? Le declaraste la guerra al peine o que?

- No- me dijo con tono apagado 

- Estás de vacaciones enano, deberías estar contento 

En eso, de forma inesperada se puso a llorar, yo me agaché de inmediato para quedar a su altura 

- Ey, Que pasa Mauro? Porque lloras? 

- Es mi abuelita Camila ... 

- Que pasa con tu abuelita?
 
- Está en la cama hace días, no se puede levantar, tose mucho y el jarabe no le hace nada y no quiere que vayamos al doctor 

- A ver, llévame donde ella si? 

Con algo de preocupación, seguí al pequeño hasta la habitación de la anciana, encontrándome un panorama bastante preocupante. El cuarto estaba completamente cerrado y el olor dentro era cargado y hasta nauseabundo. Me acerqué a la cama y pude ver a la mujer pálida, que respiraba con dificultad. Su cabello, pegoteado a la cabeza por el sudor y la grasa, me revelaron que esa mujer debía tener más de una semana en esas condiciones. Le cogí la muñeca y pude sentir que su pulso estaba bastante débil por lo que sin perder tiempo, bajé al restaurante y llamé a una ambulancia. 

Como suele suceder con la seguridad social de este país, el niño y yo estuvimos esperando horas antes de que alguien se dignara a decirnos algo. Estaba ya apunto de matar a la recepcionista cuando un médico por fin se acercó a nosotros 

- Ustedes están aquí por la señora Gutiérrez?

- Si doctor 

El medico miró al niño y luego se volvió a dirigir a mí 

- Señorita acompáñeme por favor, me gustaría hablar a solas con usted 

- Yo también quiero oír- Protestó Mauro apretando mi mano. 

El médico me miró con el rostro bastante serio, gesto que entendí de inmediato y me agaché para calmar al niño, a quien finalmente convencí de esperarme en la salita mientras me marchaba al consultorio del doctor.

- Me temo que el estado de la señora Gutiérrez es bastante grave, tiene un enfisema pulmonar en un nivel crónico 

- ¿y eso que es? 

- Es una enfermedad degenerativa, en síntesis las paredes de los pulmones se van deteriorando y en ocasiones como ésta, se llenan de agua. Se pueden drenar pero llega un momento en el cual ya nada puede hacerse. La señora aparentemente ha tenido esta enfermedad desde hace mucho tiempo, pero no ha recibido ningún tratamiento que ayudara a prevenir su avance a estos niveles, ahora realmente es muy poco lo que podemos hacer. Lamento darle estas noticias de su madre. 

- No es mi madre doctor, soy su vecina 

- ¿y el niño? 

- Es su nieto 

- Vive con ella?- asentí- Bueno habrá que buscar a los padres del chico, mientras tanto voy a llamar a la asistenta social para que le busque un lugar donde quedarse. 

- Que? ¿y ese que lugar es, donde? - Lo miré- No, Mauro se queda conmigo doctor 

- Pero usted no es familiar, no tiene una autorización 

- Pregúntele a la señora Gutiérrez, ella le dará la autorización. 

- Bueno lo haré, pero igual tengo que avisar a la asistenta social para que esté al tanto del caso y pueda hacer el seguimiento respectivo. 

- Bien, pero aún la señora sigue con nosotros doctor, siempre ha sido una mujer fuerte, puede que se recupere. 

La anciana, felizmente estaba lo suficientemente lucida para consentir que el niño se quedara conmigo y tras ver a su nieto finalmente se durmió. 

Al llegar cerca del edificio, comencé a buscar las llaves mientras miraba de reojo a Mauro, que en todo el trayecto no había dicho ni palabra. Si bien es cierto, me las había ingeniado para no preocuparlo demasiado cuando me preguntó sobre lo que me había dicho el médico, el pequeño no era tonto e intuía perfectamente que el estado de su abuela era preocupante. 

- Oye, ¿sabes que vamos hacer? - Me miró- Vamos a tu casa a buscarte un pijama y algo de ropa, la dejamos en mi casa, te das un buen baño y nos vamos al cine ¿Quieres? 

- No tengo ganas 

- Anda- traté de animarlo- Así nos distraemos un poquito 

- ¿Que vamos a ver? 

- Lo que tú quieras 

- ¿puede ver los simios? 

- Claro- Lo abracé- Ven, apurémonos, así alcanzamos a la peli de las 7 

Tras acomodar la ropa del pequeño en uno de los colgadores, Mauro se metió en el cuarto de baño mientras yo preparaba un par de bocadillos para los dos. En eso, llamaron a mi puerta ... 

- Hola ... 

- Hola - La miré con total sorpresa 

- ¿Quería saber si. ... todavía podemos ir al cine? 

Me quedé observándola, ahí delante, vistiendo unos jeans y una camiseta sencilla, sus uñas estaban despintadas y no pude evitar sonreír mientras me apoyaba en el marco de la puerta. Estaba preciosa y una vez más, tan solo su imagen hacía que toda la preocupación y angustia de las últimas horas se borraran de un plumazo 

- ¿Te gusta El Planeta de los Simios?

El cuento de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora