Capitulo 36

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Yacía ahí sentada, sin poder reaccionar después de aquella confesión cuando ella se levantó y volvió al espejo. Se ató el cabello con una coleta y con un trozo de papel se secó todo vestigio de lágrimas. 

- Voy a ... voy a hacer un poco de café ... 

La seguí con la mirada, mientras que un silencio insoportable lo inundaba todo y que tan solo fue roto, al cabo de un rato, por el sonido del pitillo del agua hirviendo. Al salir, la vi sirviendo el café en dos tazas, notando que hacía un esfuerzo por reponerse y hacer como si no hubiese pasado nada. 

- Te ayudo 

- No siéntate ... yo lo llevo ... 

Nos sentamos una en frente de la otra y sin decir nada comenzamos a beber de nuestras tazas. Mis manos no dejaban de sudar y temblar de los nervios mientras ella sin dejar de mirar su taza, jugaba con la cucharita dentro del líquido oscuro. 

- Farfalla quédate conmigo ... - le supliqué casi sin voz 

Sin embargo ella no me oyó, estaba como ida, como perdida en sus propios pensamientos, hasta que de pronto de la nada comenzó a hablar ... 

- Tenía 15 o 16 años ... iba en un bus de regreso a casa, no era muy tarde pero ya había oscurecido. Al bajarme, caminé hacia el parque para cruzarlo como todas las noches. De pronto, sin darme cuenta, sentí que alguien me cogía por detrás y me tapaba la boca, otra persona me cogió de las piernas y me llevaron a un carro. Bajaron a la costa verde ... yo forcejeaba, gritaba, suplicaba que me dejaran ir ... uno de ellos entonces me golpeó logrando que me detuviera - comenzaba a llorar- me quedé quieta para que no me golpearan más, porque no quería sentir dolor, porque estaba aterrada. Al rato, se metieron en uno de esos estacionamientos e hicieron conmigo lo que les dió la gana ... - Yo apreté los ojos con fuerza mientras sus palabras se me incrustaban en el alma- Desde esa noche yo, dejé de existir y mi cuerpo de pertenecerme ... - hablaba con la rabia entre los dientes- Años Camila, años aprendiendo a vivir con ello, huyendo sin remedio con un solo objetivo... olvidar el dolor, la humillación, el miedo.... - Entonces me miró- así aprendí a protegerme y a sobrevivir, no quería más, no necesitaba más ... hasta que entré en esa maldita lavandería. Me resistí una ... otra ... y otra vez ... pero tú, con tu ternura escondida, con tu ingenuidad y con esa forma de mirarme, me hiciste sentir tan bien, tanto que un día, muy a mi pesar, me di cuenta que tenía pánico a perderte ... Hace dos semanas, en el cine, quise con todas mis fuerzas creerme el cuento y decidí volver a intentarlo ... pero hoy ... -abría las manos y las dejaba caer derrotadas- volví a estrellarme con la realidad ¿y sabes cual es?- La miré absolutamente convulsionada- Que yo siempre seré la puta del barrio, aquella que todo el mundo usa y tira a la basura después, la que no tiene sentimientos, ni dolor, ni nada y lo soporta todo verdad? - Sonrió con ironía- mira que poquito me duró el cuento ... 

Volví a cerrar los ojos sin poder hablar siquiera, absolutamente sobrepasada ante lo terrible de su relato y que irremediablemente me convertía a mí en su nueva verdugo. Ella, sin embargo se levantó, se quitó la blusa, cogió una camiseta mía y se la puso, luego cogió su bolso y sacando un espejito y algo de maquillaje, se dispuso a tapar todas las marcas de su rostro. A continuación, se soltó el cabello y lo peinó ... Al terminar, volvió a guardar todo en su bolso y adoptando nuevamente esa postura autosuficiente, dura y distante, terminó de decirme.
 
- Si alguna vez necesitas a una puta, ya sabes donde encontrarme, pero esta vez, no esperes ningún descuento ni trato especial ...

El cuento de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora