Capitulo 34

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Sentado en una silla, en el pasillo de ese hospital abarrotado de gente, Mauro yacía inmóvil, con los ojos fijos al piso y las manos apoyadas sobre sus rodillas, mientras que dentro de la habitación Pancho y su mujer se encargaban de la anciana. Al rato apareció el gordo Julio, trayendo un sobre con dinero, que entre todos los del edificio habían logrado juntar para poder enterrar a doña Rosa, en uno de los nichos de un alejado cementerio de la capital, librándose así, de pasar el resto de su eternidad entre todos los desgraciados de la fosa común. 

Tras una larga conversación con la asistenta social, la cual resultó algo más razonable que el típico retrogrado funcionario publico, aceptó dejar a Mauro a mi cuidado hasta que terminara el papeleo y el niño fuera destinado a una de las "instituciones para niños desamparados" del país, vaya nombrecito de mierda .... pensé mientras la tipa, de gruesas gafas negras llenaba unos formularios y me los hacía firmar. Al terminar los papeleos, me acerqué al pequeño y le dije para irnos al departamento. No me contestó, como tampoco me contestó en casa, ni durante la cena que a duras penas probó, ni antes de acostarse. Yo me acomodé a su lado en la cama y no fui capaz de pegar ojo en toda la noche. 

Tras la ceremonia de medio pelo que ofrecía el cementerio, el cajón fue subido a la quinta y ultima fila de ese gran muro de cemento que se elevaba imponente en frente de nosotros. Fue en ese instante que aquel niño, taciturno, y por lo general poco expresivo, me terminó de romper el corazón, cuando al ver que el cajón era ya metido en el minúsculo agujero, emitió un grito ensordecedor para luego echarse a correr con real desesperación. Yo salí rápidamente detrás de él tratando de alcanzarlo. Corrimos varios metros hasta que finalmente logré atraparlo. Gritaba a viva voz mientras me golpeaba fuertemente con sus puños, buscando liberarse. Yo aguantando las lágrimas, lo abracé, soportando su furia, su dolor y su posterior llanto. 

Tres días después llegó la notificación de que el niño ya había sido admitido en una institución. Esa noche, Pancho nos acompañaba a cenar en casa. 

- Te lavaste los dientes?

- Si ... 

- Ok, bueno entonces a la cama vamos 

- Buenas noches Pancho 

- Buenas noches campeón 

- Ahora regreso viejo - Le dije mientras me iba a la habitación con el niño 

Más tarde en mi habitación ... 

- Camila... -me dijo de pronto cuando terminaba de arroparlo 

- Que pasa? 

- Tengo miedo 

- Porque miedo? 

- Yo no quiero que me lleven a ese sitio, quiero quedarme aquí contigo, arriba todavía están todas mis cosas, es mi casa ... - se puso a llorar- que no me lleven por fa 

Me senté a su lado en la cama y volví a abrazarlo, mientras la impotencia me hacía sentir más miserable aún de lo que ya me sentía desde hacía tiempo. 

-Yo también quisiera que te quedaras ... yo también enano ... – Hice silencio tratando de encontrar palabras, aliento, lo que fuera ... - Sabes que? - Lo miré - te voy a ir a ver tantas veces que te vas aburrir de mi, ya verás- Le revolví el cabello- Y nos vamos a ir a comer esos hot dogs de carretilla que tanto nos gustan ... vamos a ir al cine y ... cuando sea verano, hasta a la playa te voy a llevar ok? 

- Lo prometes? 

Lo miré a los ojos y me levanté de la cama, luego lo hice pararse sobre ésta, para que quedáramos a la misma altura 

- A ver, levanta la mano derecha así como yo, que vamos a hacer un juramento para toda la vida, listo? - Asintió- Yo Camila prometo que iré a visitar todas las semanas sin falta a Mauro para irnos a pasear juntos y hacer todas esas cosas que nos gustan mucho y sino que me parta un rayo ahora mismo .... listo lo ves? 

- Si- respondió y tras secarse los ojos agregó- Ahora me toca a mí 

- Bueno .. Ahora tú entonces 

- Yo Mauro, prometo que me voy a portar bien- me miró- y que nunca me voy a olvidar de mi mejor amiga Camila ... y sino, que me parta un rayo ahora mismo ... 

Al día siguiente, se lo llevaron en un carro, todo destartalado, Julio, Pancho y su esposa, lo despidieron conmigo, los cuatro haciendo el esfuerzo de poner nuestra mejor cara, aunque por dentro, al menos yo tenía ganas de matar a medio mundo. Ni bien se fue, sentí que ya no aguantaba más y sin siquiera despedirme del resto, me refugié en mi guarida .... Esa tarde, algo, no sé que exactamente, se me terminaba de romper por dentro ..

El cuento de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora