Mi respiración se queda completamente intranquila y agitada al momento de que me doy cuenta que Ian es uno de los ladrones que están asustando a todos los que hay en este pequeño supermercado. Su mirada se junta con la mía, él la aparta de inmediato, pasa por mi lado y mete un par de botellas de un fino vino dentro de una vieja y gastada mochila color negro, él se la lanza a la espalda y camina hacia la salida, no lo vuelvo a ver, pero sé que Ian es aquel chico, sus ojos lo delatan a la perfección.
Me quedo en silencio esperando a que el caos pase, y cuando creo que todo ha terminado, regreso hasta la caja en la que intentan atender a las personas que se quedaron en el supermercado, todos tratan de tranquilizarse y relajarse después de lo sucedido.
Yo vuelvo a tomar lo que necesitaba, una chica algo joven y de cabello color rubio es quien atiende a la clientela, luego de unos 5 minutos, la policía llega y comienzan a interrogar a todos, incluyéndome a mí.
– ¿Cabello, color de ojos, o al menos recuerdas si todos eran hombres? – Uno de los policías me hace tantas preguntas al mismo tiempo que me llega a confundir, pero estoy claro en una cosa, algo dentro de mí me dice que no puedo entregar a Ian ante las autoridades, no sé qué es, pero mis labios no son capaces de decir la verdad.
– No, no recuerdo nada, lo lamento mucho – susurro en voz baja mientras agacho la mirada.
– Está bien – dice el policía algo resignado, cerrando su libreta que tenía sostenida en sus manos – Puedes irte a casa.
– Gracias – respondo. Tomo mi bolsa con mis cosas para comer, salgo del pequeño supermercado y comienzo a caminar de regreso a casa.
Mientras camino, miro hacia todas las direcciones para estar completamente alerta ante lo que me rodea, no conozco a nadie aquí y el asalto me ha dejado algo asustado, no pensé que en un pueblo tan pequeño habría asaltos tan violentos como los había en la ciudad donde vivía.
Cuando llego a casa, Franco está sentado en la mesa del comedor, se pone de pie cuando me ve llegar y se acerca a mí expresando algo de furia en su rostro.
– ¿Dónde estabas?
– Fui a comprar.
– ¿Toda la tarde?
– Bueno, sobre eso – dejo la bolsa con mi leche en la mesa, y mientras busco un vaso le doy la espalda a Franco y continúo hablando – Los 10 dólares que Papá me envía no me sirven para nada, así que busqué un trabajo.
– ¿Un trabajo? ¿Tú? – pregunta con una voz pesada y algo humillante.
– Si, tal vez podrías intentarlo tú también.
– Lo último que haría en este sucio pueblo es trabajar, ya vivir aquí es lo suficientemente humillante, trabajar sería rendirme y aceptar a que nos quedaremos aquí.
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Sobre La Motocicleta
Teen FictionEl Padre de Jersey jamás les ha prestado mucha atención a sus dos hijos. Y Jersey solo acepta aquello, principalmente porque no tiene la valentía suficiente para subirle su tono de voz ni a su Padre o a su fastidioso hermano. Jersey se podría decir...