Capítulo 21

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Zara

Cuando desperté tenía una extraña sensación en mi pecho, al mirar a mi alrededor me sentí paralizada al ver el collar de lobo que le di a Malia en su cumpleaños en mi mesa de noche. Me levanté sin importarme que iba en pijama y bajé a la primera planta donde muchos de mi antigua manada desayunaban. Jane me miró extrañada notando mi ansiedad.

- ¿Zara?

- ¿Dónde está Malia? - Pregunté rápidamente, no podía sentir su aroma cerca.

- No lo sé, vino temprano por la mañana mientras dormías. Fue a tu habitación un momento y luego simplemente se fue. - Jane se acercó a mí. - Hey, relájate.

- Jane, no le siento. - Poco mi importaba que mis padres estuvieran observando esto. - Tengo un mal presentimiento.

- Llamaré a Cassandra, quizás ella sepa en donde está. - Yo asentí mientras ella salía al patio trasero.

- Iré a su casa, avisadme si saben algo. - Subí rápidamente a mi habitación y me puse lo primero que pude encontrar y corrí a su casa sin importarme que la gente me viera corriendo tan rápido.

Cuando llegué a su casa podía sentir su aroma levemente, pero era casi débil. Golpee rápidamente la puerta y cuando esta se abrió me dejó ver a Taylor quien me miró seriamente.

- ¿Qué quieres?

- ¿Dónde está ella?

- No lo sé, ha salido temprano de casa. - Ella se encogió de hombros y solté un suspiro, esto no me estaba gustando. - ¿Qué está pasando?

- ¿Al menos te importa?

- Es mi hermanita, Zara.

- Pensé que se te había olvidado al saber que ella era como yo. - Su mirada bajó al piso. - No estoy para seguir una conversación innecesaria. - Me iba a ir, pero la voz de Taylor me detuvo.

- Zara, cuídala.

- Eso trato de hacer cada día.

Suspiré pesadamente cuando terminé de recorrer el radio limítrofe del pueblo, no podía sentir nada. Tomé mi teléfono para revisar si había un mensaje con información de la ubicación de mi mate, pero nada. Aún así revisé el mensaje del padre de Kiara informándome que ella se encontraba en mi casa esperando por la reunión que habíamos agendado. Miré la autopista y el bosque antes de volver a casa, algo estaba por pasar y no me gustaba nada esta sensación.

- Kiara. - Me senté frente a la chica que tenía una mirada firme sobre mí. - Agradezco que estés aquí.

- Ve al grano, Zara. No estoy para estas cosas.

- Necesitamos tu ayuda.

- Lo suponía, que gano yo a cambio. - Yo la miré fijamente, yo no tenía nada que darle a Kiara que ella en serio quisiera.

- No tengo nada que quieras, lo sabes. No puedo ofrecerte absolutamente nada que necesites, pero si te estoy pidiendo esto es porque esto no sólo lo hago por el consejo, al cual tu padre pertenece, sino que lo hago por el bienestar de los humanos y de hombres lobos que no podrán defenderse de ellos. Esto es sólo una petición para que te unas a nosotros, estás en tu derecho para rechazarlo, no soy quién para juzgarte por la decisión que tomes.

- ¿Qué piensa tu mate acerca de esto? - Suspiré.

- Esto no es acerca de eso, esto es acerca de muchas manadas que podrían salir perjudicadas si no vencemos a Castiel. A Malia no le agrada la idea, pero tu y yo sabemos que es la única forma de acabar con todo esto.

- Está bien. - La miré sorprendida. - Pero quiero que tu mago trabaje para romper mi unión contigo. - Yo asentí rápidamente. - O déjame quedarme con uno de los magos de Castiel, escuché que ellos incluso son capaces de esconder el olor de una mate.

Me levanté de golpe y le pedí disculpas a Kiara antes de salir de casa. Me escabullí entre las manadas y me metí al bosque sin importarme ser vigilada por gente de la manada enemiga, me metí a su territorio y no me importó derribar a algunos para llegar con Castiel.

- ¿Dónde le tienes? - Gruñí mirando molesta al hombre que me observaba con soberbia.

- Discúlpame, joven Zara no sé de lo que me hablas.

- ¡No me mientas! - Cuando intenté acercarme a él, Bruce me detuvo con un fuerte agarre. - ¡Déjame hijo de puta! - Él sólo soltó un gruñido mientras Castiel me observaba con una sonrisa burlona. - Te mataré.

- Quiero ver como lo intentas, suéltala Bruce. - Él obedeció y apenas estuve libre salté sobre el hombre, pero él me evitó rompiéndome el brazo en el proceso. - Aún eres una niña estúpida.

- No te dejaré seguir con esto.

- Vamos a ver si puedes conmigo, hija de la luna.

Cuando abrí mis ojos tomé una gran respiración algo agitada antes de notar que estaba conectada a algunas máquinas en mi habitación. Todo mi cuerpo dolía y podía notar grandes moretones y cortes en todo mi cuerpo, había perdido en la pelea con Castiel. Demonios. Cuando intenté levantarme solté un gruñido al sentir el gran dolor en mis costillas, él sin duda era un Alfa bastante fuerte.

- Zara, no te muevas. - Los gemelos entraron rápidamente para detenerme. - Por favor.

- Ya estoy bien. - Cuando quise intentar levantarme un vez más, ellos notaron mi mueca y me tomaron con cuidado para volver a recostarme en la cama.

- Si te pasa algo, Malia nos asesinará.

- ¿Malia? - Ellos asintieron. - ¿Ella ha vuelto?

- Viene en camino, hace unos cinco minutos llegó su tren.

- ¿Su tren? - Ellos intercambiaron miradas.

- Viene de Washington DC. - Yo solté un suspiro aliviada, al menos ella estaba bien. - Ella viene furiosa, te lo advierto. - Finn suspiró. - Sentí sus deseos de asesinar a alguien cuando le dije lo que te paso.

- ¿Cómo llegué hasta aquí?

- Uhm... Gwen te trajo hasta aquí, ella sólo estaba un poco mejor que tú. Ahora está en la veterinaria pues también perdió el conocimiento al llegar aquí. Al parecer ella te siguió hasta allá, ¿En qué pensabas?

- Eso mismo me pregunto. - Malia apareció por la puerta dejando su mochila en el suelo. - Apenas piso el pueblo me salen con esta noticia, ¿Qué diablos pensabas?

- Pensé que te había pasado algo. - Su mirada se suavizó antes de mirarme confundida. - No podía sentirte y el collar estaba aquí.

- ¿No leíste mi nota? - Le miré confundida y ella soltó un suspiro antes de tomar un papel del suelo. - Eres tan despistada. Aquí te explicaba que necesitaba rendir algunos exámenes en Washington DC, y te dejé el collar porque temía perderlo.

- ¿Por qué no me lo dijiste?

- Bueno, es hora de irnos. - Ambos gemelos escaparon de la situación.

- Porque estabas durmiendo, los días anteriores hemos estado ocupadas entrenando y no quiero interrumpirte con cosas así.

- Todo lo que hagas es importante para mí, Malz. - Ella se sentó a mi lado mirándome fijamente. - Lamento todo lo de esta semana.

- Está bien, Zara. - Ella acarició mi mejilla haciendo que mi cuerpo se relajara ante su tacto. - No vuelvas a hacer algo tan estúpido.

- Trataré de no hacerlo. - Ella pellizcó mi mejilla y yo sólo sonreí adolorida. - ¿Puedes acostarte conmigo?

- No, tus heridas deben sanar bien. Iré por algunas yerbas medicinales.

- Pero Malia...

- Malia nada, debes recuperarte. - Ella dejó un casto beso sobre mis labios y fui lo suficientemente rápida para tomar sus mejillas y prolongar el beso.

- Tú me ayudas a sanar.

- Muy romántica, pero hablaba en serio. - Bufé y ella sonrió divertida. - Te servirá como una lección.

- Te aseguro que ya aprendí de mi error.

Hija de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora