Zara
La última vez que había entrado en este estado podía sentir el poder corriendo por mi cuerpo, podía sentir cada respiración y hasta el latido de un bebé en el vientre de su madre que se encontraba a cinco calles de donde nos encontrábamos. Esta vez todo era diferente, no estaba consciente de lo que pasaba a mi alrededor, ni siquiera estaba segura de que si seguía ahí.
Me encontraba en el medio de un bosque en medio de la noche, podía ver todo sin mayor esfuerzo gracias a la luz de la luna. Iba a dar un paso adelante cuando escuché un gruñido, me detuve y busqué de donde provenía aquel sonido. Miré a mi alrededor antes de encontrarme con unos ojos rojos mirándome fijamente, unos grandes colmillos amenazaban con atacarme si hacía un movimiento en falso.
- Hey, relajate. - Alcé mis manos antes su mirada. - ¿Puedes al menos decirme en donde estamos? - No hubo respuesta. Él volvió a gruñir antes de correr en mi dirección, estaba lista para atraparle, pero el lobo saltó y pude notar la presencia de la niña.
¿Cuándo había aparecido?
El lobo iba directo a la niña del vestido blanco, no lo dude ni un momento antes de correr para detenerlo, intenté cambiar la forma de mi cuerpo, pero no podía. Sin importarme nada tacleé al gran lobo empezando una fuerte pelea, debía controlarle.
Aquel lobo era fuerte y sus ganas por morderme y quizás destrozarme estaban presentes, esto era complicado. Debía detenerle de alguna u otra forma. El lobo me empujó lejos cuando enterré mis garras en su costado, cuando caí sobre el suelo sentí algo extraño sobre mi espalda, al tocarlo noté que era una lanza, ni siquiera me detuve a pensarlo antes de correr en dirección al gran lobo y poder apoyarme en ella como si fuera una garrocha y salté sobre el lobo, antes de que este pudiera atacarme presioné sus terminaciones nerviosas dejándolo dormido. El lobo cayó lentamente y acarició un poco su suave pelaje.
- Eso ha sido excelente. - La niña se acerco a mí y dio unos giros antes de convertirse en una mujer de piel blanca como la nieve. - Te felicito, Zara.
- ¿Quién eres? - Ella sonrió antes de acercarse a mí, yo seguía sobre el lobo.
- Tu sabes quien soy, hija mía.
- Luna... - Murmuré mientras ella acariciaba al lobo. - ¿Qué es todo esto?
- Tenía que hablar con ustedes.
- ¿Nosotros? - Ella asintió.
- Esta loba es tu espíritu animal, Zara. - Miré a la loba y agradecí no haberle dañado demasiado. - Eres quien ha dominado a su espíritu de la mejor forma, te felicito.
- Supongo que gracias, pero sigo sin entender. - Ella me miró sorprendiéndome por su mirada color plateada.
- Necesitabas estar en sincronía con ella. - Noté como la loba despertaba, pero ahora se veía diferente. Se veía más tranquila y cedió ante las caricias de la diosa. - Ahora puedes enfrentar cualquier desafío que se te presente, siempre y cuando lo hagas con sabiduría. - Abracé desde su lomo a la loba.
- Muchas gracias, diosa.
- Debes volver al mundo terrenal, hija mía. Mucha suerte, la necesitarás.
- La suerte es para perdedores, yo tendré mucho éxito en tu nombre. - Ella sonrió y me sorprendió al verle saltar para quedar sobre mi levitando.
- Como has crecido. - Ella besó mi frente haciéndome sentir una paz plena.
Cuando abrí mis ojos me alejé asustada al ver a Bruce lleno de sangre bajo mi cuerpo, mis hermanos mayores me alejaron del cuerpo y pude notar sus miradas preocupadas, ¿Qué había pasado mientras no estaba aquí?
- Zara, vámonos. Los demás del clan de los alfas vienen en camino.
- No podemos irnos sin él.
- Él no importa, debemos sacarte de aquí. - Chris me miraba seriamente. - Vámonos.
- No, si lo dejamos le dejaran morir. No puedo dejarle morir cuando yo hice esto. - Me solté del agarre de mis hermanos y tomé el cuerpo del conocido alfa que había asesinado a uno de los más fuertes alfas de este siglo. - Ahora si podemos irnos.
Corrimos devuelta a casa sin importarme la mirada que recibía de los integrantes de todas las manadas que nos apoyaban, procuré que todos entraran a casa, pero yo me quedé en mi patio. Dejé el cuerpo a un lado antes de quitarme algunas prendas quedando en ropa interior, tenía algunas heridas aún abiertas. Miré a Bruce y le quité la camisa viendo sus heridas que eran mucho más grave de lo que esperaba.
Tenía un instinto poco común, pero me dejé guiar por este. Toqué el cuerpo del alfa y empecé a absorber su dolor, pero hice más que eso, en mi mente podía visualizar como su cicatrización iba más rápido. Yo podía sentirlo, y por primera vez, su dolor no me hacía sentir nada. Cuando abrí mis ojos, Garret me miraba expectante.
- ¿Qué acabas de hacer?
- No me creerás que acaba de pasar. - Murmuré sorprendida. Miré a Bruce que parecía estar dormido y de un aspecto mucho mejor del que tenía anteriormente. - Creo que acabo de volver de otra dimensión, estaba la diosa Luna y mi espíritu animal.
- Tendré que investigar de eso luego. - Él me miraba con una pequeña sonrisa que no tardó en borrarse. - Hablando de otras dimensiones...
Apenas Garret terminó de explicarme todo lo que estaba pasando procuré que se encargaran de Bruce antes de bajar al sótano en donde Malia reposaba en una camilla que solíamos guardar en la veterinaria, ella estaba conectada a monitores y era Cassandra quien sostenía su mano.
- Zara. - Me acerqué rápidamente para ver su rostro que se encontraba en paz. - Lleva así desde que la trajeron del bosque.
- La traeré devuelta.
- ¿Cómo?
- Ni yo puedo explicarlo, pero sé que puedo. - Ella me miró antes de asentir.
Acerqué mi frente a la de ella y las toqué antes de suspirar, podía sentir su presencia cerca. Por favor Malz, vuelve a tu cuerpo. Tu eres tan fuerte como yo.
- Malz... - Susurré. - Bebé, sé que puedes... - Me quedé así por unos minutos hasta que ella despertó tomando una gran bocanada de aire y abrazarme con fuerza.
- Gracias por traerme de vuelta. - Sonreí. - ¿Por qué solo estas en ropa interior?
- Una larga historia.
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Hija de la luna
RandomZara tiene una nueva oportunidad para ser un Alfa y poder llevar una vida normal junto a su mate, o al menos intentarlo. Los rumores empezaron a circular en el mundo sobrenatural haciendo que nuevos ojos se pusieran en la Alfa tan conocida, trayendo...