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El muchacho se llamaba Harry Styles y tenía 18 años. Mantuvo y juró todo el tiempo que él no fue quien apuñaló a Zayn. Dijo haber descubierto al verdadero criminal en pleno acto queriendo asesinar a mi novio. En el momento en que corrió hacia ellos, el otro tipo huyó y allí fue cuando él le sacó el puñal a Zayn, aparentemente.

Pero la versión de Zayn no coincidió. Según él, a pesar de la oscuridad y de que todo se volviera confuso al ser herido, el atacante había sido uno solo y había sido el mismo Harry Styles.


—¡Por favor orden en la sala! ¡Tomen asiento! —Exclamó la jueza con voz firme, golpeando su martillo contra la madera—. Prosiga, Styles.
—Como decía, había tenido una discusión con mi madre y--
—¿Cuál fue la causa de la discusión? —Interrumpió de nuevo nuestro abogado, Benjamin Norton.
—¡Objeción! ¡Eso es violación de privacidad! —Protestó la abogada del chico poniéndose repentinamente de pie.
La jueza hizo una seña a la mujer indicándole que se sentara; la pregunta era válida.
—Conteste la pregunta por favor, Styles.
—Fue... —el chico vaciló unos instantes.
—¿Cuál fue la causa de la discusión? —Repitió insistente Norton elevando la voz.
Rodó los ojos y confesó finalmente:
—Fue una estupidez. La noche anterior a los sucesos salí con amigos y llegué ebrio por la madrugada a casa.
—Perfecto —el abogado satisfecho al sacar algo más de información—. Siga con la declaración.

El chico tragó saliva y fulminó a Norton con sus ojos verdes. Su voz ronca y serena resonó de nuevo.
—La salida con mis amigos fue el viernes, pero la discusión fue el sábado a la noche, ya que mi madre no se encontraba en casa. Luego de la discusión, me enfadé tanto que decidí salir a tomar aire al parque, como acostumbro. Allí encontré a Zayn Malik y a su atacante.
—¿Cómo explica el cuchillo en su mano?
—Si usted se encuentra con una persona herida, apuñalada para ser más claro, en el medio de la noche, ¿qué haría? ¿Lo dejaría agonizar o ayudaría?
—No importa qué haría yo, Styles, le hice una pregunta.
—Tenía el cuchillo en la mano porque lo retiré de la herida.
—Y... ¿Cómo llegó a los adentros del parque a esas horas? Mejor dicho, ¿le permitieron ingresar? Si no me equivoco, cuando usted ingresó al parque privado St. Franklin, era cerca de medianoche.
—No lo hicieron... —pausó—. Me colé dentro —confesó y apartó la mirada.
—Así que no solo salió de su casa como un rebelde sin causa, si no que ¿también cometió violación de privacidad? Interesante... —analizó nuestro abogado caminando de lado a lado—. Muy bien, mi cliente dice haber escuchado sonidos extraños minutos antes de ser atacado... ¿qué sabe al respecto?
—No escuché nada, llevaba auriculares —dijo con una mueca.

Algo que me llamaba la atención de él, al punto de perturbarme, era que no lucía nervioso, ni alterado, ni nada. Estaba completamente relajado, mostrando una actitud indiferente, ante todo. A diferencia de su abogada. La frente de la mujer brillaba de sudor, la camisa blanca prendida hasta el último botón daba la impresión de que se iba a asfixiar en cualquier momento. Sus ojos se envolvían en unas ojeras oscuras enormes y parecía estar a punto de una crisis nerviosa. Su cliente estaba perdiendo el juicio.

—De acuerdo, si se me permite, revisaré los cargos de los que se le acusa: intento de homicidio, violación de propiedad privada, intento de agresión a un policía y hackeo del sistema de cámaras de seguridad del parque.
—¡Objeción!
—¿No estoy en lo cierto? Intento asesinar a un joven, se coló en una propiedad privada, intentó agredir a un policía y robó las cámaras de seguridad para eliminar cualquier evidencia.
Un gran barullo se desembocó en la sala, lo que provocó la acción de la jueza.
—¡Orden en la sala! —golpeó el martillo y todos obedecieron.
—No más preguntas su señoría.

El juicio duró una semana. La justicia terminó por declarar culpable al chico y lo condenaron a diez años en prisión con cuatro cargos a su contra.

Recuerdo el momento que se lo llevaron. Fue la primera vez que lo vi perder el control. Gritó a todo pulmón que era inocente, que no podían hacerle eso. Su madre lloraba desconsolada y su padre intentaba tranquilizarlo, caminando detrás de él y los policías.

Por uno momento me sentí mal por él, porque si era inocente como decía...

¡Diablos, no!

Es un criminal y está donde debe estar.

Siete meses después de todo aquel lío, nos encontrábamos afuera de los salones en el patio interior del internado con Cally. Teníamos dos horas libres, ya que, para nuestra suerte, el profesor de cálculo había faltado.

Un bullicio repentino, que llegaba a opacar el sonido proveniente de la lluvia que azotaba el techo, captó nuestra atención. Cortamos nuestra habla en seco para averiguar qué o quién podía llegar a alterar tanto a toda esa multitud.

Cuando volteé a la puerta principal, divisé una figura masculina oscura y misteriosa, que chorreaba agua por todos lados mientras atravesaba el pasillo con pasos decididos. A medida que éste se acercaba, la intriga me consumía. ¿Quién era el dueño de tanto escándalo?


Comencé a distinguir a un chico de aproximadamente un metro ochenta de altura, cabello levemente ondulado y bastante despeinado, ojos claros... Me estremecí y comencé a temblar. ¡No, no, no era imposible que fuera Harry Styles! ¡Él debía estar en prisión por los próximos diez años!

—Entonces es cierto... —murmuró Cally mirándolo con recelo.
—¿Qué cosa?
—Lo que decían hace unos días, que él iba a regresar y que salió bajo fianza.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Reproché al borde de una crisis.
—¿Para qué? ¿Para que te volvieras loca? Además, no sabía si era verdad o no, tú sabes todos los rumores que corren por este lugar todos los días y la mayoría son mentira.

En el momento en que pasó por enfrente de mí, un escalofrío me recorrió. El entorno pareció silenciarse por completo, como si el mundo se hubiera detenido. Oculté mi vulnerabilidad y mantuve la cabeza en alto. Me lanzó una de sus miradas venenosas. El instante me pareció eterno.

Al terminar de pasar, solté el aire que había estado conteniendo. Me recosté en la pared detrás de mi sintiendo que el piso se movía. Cerré los ojos unos segundos y traté de controlar mi pecho.
—Hey, tranquila —habló Cally y me tomó de ambos brazos enfrentándose a mi—. Todo estará bien, no va a ser tan tonto como para acercarse a cualquiera de nosotros.
—El hecho de que respire el mismo aire que yo me enloquece, Cal. ¡No puede estar aquí!
Comencé a caminar rápidamente, aunque no sabía a dónde me dirigía y tomé mi cabeza con ambas manos.
—¿Qué tal si Zayn pide una orden de restricción? ¡De esa manera, tendría que irse de aquí!
Me detuve en seco.
—Por esa cabeza tuya es que te quiero tanto a veces.

Confía en mi || h.s - Original - (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora