XLVI. Otra como tú

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—¿A Pendle? ¿Necesitáis que os lleve a Pendle? ¿Para que?

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—¿A Pendle? ¿Necesitáis que os lleve a Pendle? ¿Para que?

—Eres el único que tiene carnet de conducir —sonrío Elizabeth.

—¿Para que queréis ir a Pendle? —preguntó Oscar, mientras guardaba unos vasos debajo del barra del bar.

—Eva nunca ha estado ahí —señaló Dani.

—Me interesa mucho la cultura de Pendle —asintió Eva.

–Es la misma que la de Samlesbury.

–En Pendle no le dedican dos días a las brujas –contraatacó Eli.

—¿Y vais con ellos? —Oscar señaló a Lauren, a la cual Thomas le estaba curando las heridas, a Tyler que ya se estaba bebiendo la tercera taza de café en esa mañana y a Jonathan que caminaba ansioso por toda la cafetería.

—Y con Lilith —añadió Eva.

Lilith que había salido a buscar a sus hermanos se encontró con la escena de Eva y Dani buscando como locas a Zed y Ona, llegó al punto donde estaban Eli y los demás, ideando planes con unos espíritus extraños que la habían visitado en sueños. La pusieron al tanto de todo y ahora era otro miembro del club de lo anormal.

—Sois muy... —Oscar fue interrumpido por cacareos provenientes de la cocina —. ¡Dylan! ¡Saca a ese bicho de mi cocina!

—¿Nos llevaras? Por favor —suplicó Eli.

—Si, si, si, lo que digáis. Aunque solo este a treinta y tres minutos —Oscar se dio la vuelta y quedo de cara mirando a las chicas—. ¿Por que todo seguís vestidos igual que en la fiesta?

—Es una larga historia —contestó Dani, intentando quitarle importancia a aquel factor.

Las tres chicas se alejaron de la barra y se unieron a sus amigos.

—Nos vemos en 20 minutos, tengo que darme una ducha —sonrío Eva.

* * *

—Bonita caravana —alabó Lauren.

Delante de ella había un gran vehículo de color rojo de los años ochenta por lo menos, era bastante grande y les serviría como cobijo en su estancia en Pendle. En un lado de la caravana, en grandes letras en mayúsculas y en amarillo fosforescente se leía Flower Power.

—¿De quien es? —preguntó Thomas, a la vez que subía los escalones para entrar.

—De nuestro abuelo —respondió Oscar—. Se la dejó en herencia a Elizabeth, ponia algo de que le serviría en el futuro. El pobre no sabia lo que decía.

—Déjate de cháchara y vete al volante —le ordenó Dani.

Oscar negó con la cabeza y se sentó. Seguidamente se subieron los sobrantes a la caravana y el chico encendió el motor.

El secreto de Pendle Hill ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora