LXXII. No todas las brujas son malas

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—¿Es aquí? —preguntó Dani, observando con cautela el gran edificio.

Delante de ellas se elevaba una gran casa antigua de ladrillos rojos, que con el tiempo el color se había ido destiñendo a un naranja-marrón. La puerta estaba elevada del suelo, se accedía subiendo tres escalones resguardados por una valla de madera. En el medio de la puerta se encontraba pintado en letras negras el numero seis.

—No hay ventanas —se percató Eli.

—Serán vampiros —comentó Eva.

La pelirroja se asustó y dirigió su mirada a su amiga.

—Sarcasmo —le dijo antes de que Eli dijese nada.

—¿Llamasteis a la puerta? —preguntó Dani.

Eva asintió.

—Naide nos contestó, la puerta no se abría así que nos fuimos pensando que no había nadie.

Dani subió las escaleras y se colocó en frente de la puerta, con un solo toque, esta se abrió chirriando, adentrándolas en la oscuridad.

—Yo pensaba llamar a la puerta y esperar que alguien me abriese —comentó Dani, miró fijamente hacia la oscuridad—. Pero esto me vale —y se adentró en ella.

—Vamos.

Eva y Eli le siguieron dentro, la segunda se agarro al brazo de la primera. Eva se quejaba en silencio de dolor, haciendo muecas imperceptibles para nadie humano salvo a la oscuridad y a los espíritus que habitaban aquella casa silenciosa. Dani se tropezó con algo. O más bien alguien. Una mujer ascendía del suelo con un objeto en la mano. Dani no sabía que hacer, buscó con la mirada a Eva o a Eli, pero se le fue imposible. Una luz cegadora invadió la habitación al completo, en realidad no era tan brillante ni tan luminosa, era una trampa cegadora de brujas.

—¡Taparos los ojos! —exclamó Eli antes de caer al suelo rendida.

—¡Eva! —llamó a Dani a su amiga en un momento de pánico, un momento en el que todo había salido tan rapido y tan precipitado que a ninguna le había dado tiempo a pensar.

—¡Estoy aquí! —con los ojos cerrados, Eva tanteo el aire, tropezó con Eli y cayó al suelo junto a ella. Le abrazó protegiondola de lo que fuese que viniese a continuación.

Dani finalmente entre abrió los ojos, viendo la figura de la mujer rubia. Vestía ropa moderna, vaqueros y una camiseta atada en un nudo. Llevaba un artefacto que la chica no logró a identificar, solo supo que en el momento en el que el objeto toco su cuerpo con su metal frío, la electrocutó.

Pero al mismo tiempo Dani había lanzado un hechizo a la mujer.

Y al mismo tiempo que una jaula caía sobre ella y otra chica salía a La Luz.

* * *

Eva intentó escurrirse entre las cuerdas que se ataban alrededor de su cuerpo y la silla a la que estaba atada. Así se debía de haber sentido Christian cuando le amarraron todas aquellas veces.

Eli aún seguía tirada, nadie se había molestado en ayudarla y Dani se acaba de despertar dentro de su prision, se frotaba el brazo herido y miraba la habitación con curiosidad. Parecía haberse olvidado de los sucesos anteriores, pero eso no pasó.

Miró al suelo, donde la mujer seguía desmayada y luego a sus amigas.

Y por último a la chica rubia que se paseaba de un lado a otro de la habitación con el artefacto en las manos.

El cuarto se podía apreciar con La Luz encendida y sin que te cegara. Estaba vacío. Era un simple espacio de padres blancas inmaculadas.

—Eh, tu, rubita —dijo Eva, descaradamente—. O me sueltas o me sueltas.

La rubia río.

—Llámame Miranda, tengo nombre.

Dani le miró con odio. Sus ojos azules siguiendo a la chica que seguía moviéndose por la habitación, sus puños cerrados y poniéndose rojos a medida que pensaba más y más en la chica que tenía en frente.

—Prefiero el término zorra para denominarte —contestó la morena.

Y ahí había salido a La Luz la Eva descarada, borde y que no le importaba utilizar algún que otro insulto para animar la fiesta.

—Sueltanos —le exigió Dani.

Miranda se agachó delante de la jaula y le acarició el pelo a su hermana.

—No. —río de nuevo—. Aprende a ser una buena bruja y hablamos.

—En realidad no es tan mala —dijo Eva, defendiendo a su amiga, harta de la actitud de su agresora—. ¿Te recuerdo que somos dos brujas contra una humana corriente?

Dani miró Eva con el ceño fruncido.

—Ha tumbado a mi madre —contraatacó Miranda, ignorando la amenaza anterior.

—¡Por que ella ha tumbado a mi amiga! —hablo Dani esta vez—. Si no fuese tan...

—¡Dani! Déjame las palabras a mi, tu te quedas con la acción —le interrumpió Eva.

—Creía que tú y yo éramos las de la acción y Eli la de las palabras.

—¿Ves a Eli con ganas de hablar?

—¡No puede ni moverse!

—¡Pues eso!

—¡Chicas! —interrumpió Miranda—. La brujita esta, según tu, buena ha herido a un inocente.

La morena cerró los ojos y suspiro.

—No he dicho que fuese la más inteligente y...

—¿Y que es eso de inocente? —interrumpió Dani.

Se había acercado a los barrotes y los agarraba con ambas manos.

—¡Casi nos ciega! —le gritó a Miranda.

—¡Las brujas no sois inocentes! —le gritó de vuelta.

—No todas las brujas son malas, que obsesión con el asesinato. ¿Cazadora? Me lo temía. Cada día estáis peor —dijo Eva.

—Daniel, mi madre y yo intentamos limpiar el mundo de seres como vosotras. Cuando me pusieron de vigilante de Dani lo vimos como una gran oportunidad, pero Grace se interpuso en nuestro camino y la fastidió. Hemos esperado tanto, y por fin tengo a las tres brujas de Samlesbury delante de mi.

—¿Qué vas a hacer con nosotras? —preguntó Eva.

Miranda estuvó a punto de contestar.

Estuvo.

Se vio interrumpida por una flecha muy conocida que surcaba el aire en su dirección, le rozó un lado de la cara, el pelo de ella moviéndose a su paso y finalmente se clavo en la pared de detrás.

El secreto de Pendle Hill ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora