El secreto de Pendle Hill ✔️

LXXVII. Lidia

–Hoy vamos a hacer una cosa un tanto diferente –les anunció Eva a sus alumnas, las cuales la miraban expectantes–. ¿Que sabéis sobre la telequinesia?

Todas las chicas se miraron entre ellas, solo una se atrevió a dar un paso hacía delante y explicar su significado. Eva hablaba por Adele mientras ella hacía signos rápidos y concisos.

–La telequinesia es el desplazamiento de objetos o personas con la mente, gracias Adele –la pelirroja asintió y dio un paso hacía atrás–. Algunas podréis controlarlo mejor que otras, otras no podréis y algunas si. Pero mientras sepáis al menos levantar un objeto tan solo algunos centímetros del suelo me basta.

–¿Tu sabes hacerlo? –preguntó Deborah.

Eva asintió. Hacía mucho que no utilizaba la telequinesia, solo la había utilizado una vez, cuando rompió la fotografía familiar de su cuarto, después de eso se le vino encima el mundo cuando todas ya tenían sus poderes, tenían que buscar a Eli y derrotar a Grace, simplemente pasó a ser algo menos importante para ella así que lo ignoro hasta que el otro día revisando el grimorio se encontró una pagina que hablaba sobre ello. Empezó a levitar cosas pequeñas como gomas de borrar, lápices y pendientes. Luego paso a las tazas y finalmente aprendió a tirar dardos. Su habilidad mejoró por momentos y decidido enseñárselo a las chicas o al menos intentarlo, así Dani podría tener un poco de descanso de enseñar.

–Si –se aclaró la garganta–. Levitar objetos no es fácil. Eli que es la más poderosa que ninguna aquí le cuesta, Dani no sabe y es probable que pocas de vosotras lo consigáis –primero miro a Heather y luego a Adele–. Sin embargo, las que tengan problemas físicos o mentales, sorprendentemente les costará menos. Lo que quiero decir es que gracias a la dislexia de Heather y la sordera de Adele podrán controlarlo más fácilmente. 

Las chicas asintieron.

–Vale, separaros y coger una hoja del suelo. Tenéis que concentraros mucho, encerraros en una burbuja y bloquear todos los posibles sonidos. Cuando os acostumbréis podréis levitar objetos mas pesados en alturas mas altas y lo haréis con rapidez... –Eva se quedó de piedra al ver como Adele hacía volar una hoja a la altura de su nariz–. ¡Muy bien, Adele! –le dio unas palmadas en el hombro y la sonrió.

Siguió mirando a su alrededor, viendo como Heather había conseguido levitar una pequeña piedra a unos dos centímetros del suelo. La chica tenia sus esperanzas puestas en aquella piedrecita. Heather tenia la idea de que ahora que ella era la verdadera descendiente, tenía que demostrar que valía para algo más útil que no fuera hacer que sus padres estuviesen disgustados con ella.

Dani que había estado observando la clase fijó su mirada en Lidia estaba sentada, mirando una flor con desgana. Dani ya había notado que la chica había dejado de prestarlas atención, se iba pronto de las clases y parecía estar aburrida. Cuando Dani estuvo a punto de ir a hablarla, Lauren la detuvo.

–Dejamelo a mi.

Dani asintió y se fue a hablar con Deborah que había conseguido hacer que una hoja diese un pequeño salto.

–Dracunculus vulgaris –dijo Lauren, se sentó junto a Lidia en el suelo–. También conocida como la dragoneta, asociada con las brujas. Me lo dijo Eva.

Lidia se encogió de hombros, dandole a entender que le daba igual.

–Lidia, si no prestas atención no podrás desarrollar tus poderes como bruja –insistió Lauren.

La chica volvió a encogerse de hombros.

–¿Qué te pasa?

La chica siguió sin decir ninguna palabra.

–¿Sabes? Hace un mes yo estaba como tu. Perdida, y confusa, y tu me ayudaste. Ahora vengo hacer lo mismo. Espero que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites.

Lidia levanto la cabeza y con los ojos cristalizados miró las estrellas, que brillaban más que nada aquella noche. Iluminaban el pelo de Lauren, haciendo que el azul se luciera en todo su esplendor.

–Te acercaste a mi, me abrazaste y me dijiste que todo iba a estar bien. Vengo a hacer lo mismo, porque así es la amistad. Aunque no sepa lo que te pasa, voy a estar aquí y te voy a ayudar con todo, voy a apoyarte y voy a asegurarme de que no te quedes sola en ningún momento –Lauren abrazó a Lidia–. Todo va a estar bien.

La chica se limpió una lagrima rebelde que se había escapado.

–Tengo miedo de hacerlo mal, tengo miedo de defraudar a mi madre.

Lauren estuvo a punto de contestar, pero Lidia tomo el relevo de nuevo.

–Tengo miedo de que si lo hago demasiado bien, me maten.

La chica tragó saliva.

–¿Quién?

–Mi padre –la  chica tragó saliva.

–Tu padre no es capaz de hacer algo así.

La chica río.

–Oh, Lauren, pequeña Lauren –suspiró–. Vives en un mundo ideal en el que tus padres te quieren y lo sabes. Y a base de eso te piensas que todos son así, siento decirte esto, pero te voy a traer al mundo real. No todos los padres son como los tuyos, ni los tuyos son tan buenos como te esperas.

La chica miró intrigada a Lidia.

–A lo que me refiero es que hay algunos padres que no quieren demasiado a sus hijos, y tienes varios ejemplos delante –las dos se giraron  y la imagen de Sophia, que estaba esforzándose por hacer levitar una rama se hizo visible–. Abandonada –siguió hacía Melody–, sus padres hicieron de todo para no encargarse de ella, tal punto de odio era que se suicidaron –Lauren se quedó horrorizada–, una hija defectuosa –una sonriente Adele hablaba con Dani a base de lenguaje de signos–, y abandonada –finalmente llegó la imagen de Deborah–. Y no tengo que mencionar a tus padres, porque si sabes que hicieron.

Lauren asintió.

–Mi padre mató a mi madre por creer que ella era una bruja. Si descubre lo que estoy haciendo yo, que es lo más probable, me quemarán viva –se rascó un brazo, uno que parecía tener varios antecedentes–. Tengo miedo a fallar a tantas personas. Si no aprendo magia a tu hermana y a sus amigas, si la aprendo, a mi familia.

–Haz lo que tu pienses que te va a beneficiar a ti. Y solo a ti. 

En ese instante Lauren se prometió así misma vivir en un mundo más real y salir de la infancia y toda la luz que invadía su mente. Nunca supo que gracias a eso, ahora vería el mundo más oscuro.