LXXXII. El lobo

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Todo se congeló en aquel instante. Eva no supo por que Ona había hecho eso, puede que no pensaba lo que hacía, puede que porque había sido un auto reflejo o porque quería pedirla perdón por todo lo que le había hecho pasar. El pánico se apoderó de Eva, y vio como su hermana, débil, demasiado débil respiraba con dificultad. Los oídos le dolían, miró a su alrededor, Lilith seguía gritando, Christian estaba agachado a su lado, parecía que le estaba diciendo que todo esta bien y que iba a salir de esta.

–¡Eva! –exclamó Melody–. ¡Llévatela, vamos, vamos!

Eva arrastró a Ona fuera de la azotea y se quedó en el pasillo que daba a la escalera, resguardando a su hermana de todo lo malo. Ona tenia la cabeza apoyada en el regazo de Eva, su hermana le agarró de la mano y le quitó el pelo de la cara delicadamente.

–Eh, eh, tranquila –le tranquilizo su hermana, Ona intentaba decir algo, pero Eva la siseaba, para que callase–. Todo esta bien, estoy aquí, no te preocupes.

–Eva –murmuró la chica antes de que un hilo de sangre la cayese por la boca, tosió–. ¿Voy a morirme?

—No, no, no... sobrevivirás, ya verás —Eva la abrazó, sin importarle qué la manchase de sangre el vestido—. Tranquila, por favor, todo va bien. Estas bien. Estoy aquí. Vamos a salir de esta.

Eva intentó no llorar, sabía que todo estaba perdido, sabía que no podía hacer nada por su hermana y sabia que se iba a morir.

–¿Te acuerdas cuando tenías doce años y yo catorce? ¿Cuando encontramos un lobo herido en el bosque? –Eva le acariciaba el pelo a su hermana, unas cuantas lagrimas se escaparon de su ojo izquierdo, Ona intentó decir algo, pero tosió y solo le causo más dolor y un espasmo innecesario–. No tuviste miedo, pero yo estaba aterrada, te acercaste y le acariciaste. Estaba perdido, sufriendo, así que nos quedamos con el toda la tarde, acariciándole hasta que cerró los ojos para siempre –Eva río–. Me acuerdo que no tuviste miedo en ningún momento, no tienes porque tenerlo ahora, porque te vamos a intentar cuidar, Eli, ella seguramente tenga una poción, algo que...

Eva empezó a llorar mientras veía como su hermana cerraba lentamente los ojos.

–¿La lucha? –se llevó la mano al corazón, del cual no paraba de salir sangre–. Estoy sufriendo como aquel lobo, ya nadie puede protegerme.

–Yo te estoy protegiendo. Me voy a quedar contigo como tu te quedaste con aquel lobo.

–Tienes que volver –insistió la chica.

–No, no te voy a perder –a Eva le dolieron esas palabras, porque sabía que la iba a perder–. No te voy a dejar sufrir sola.

–Eva, llevo sufriendo sola desde hace mucho tiempo –Ona estaba utilizando sus últimos segundos de vida para su hermana–. Nunca me vas a perder –al decir eso, su corazón dejo de latir, sus ojos se quedaron sin vida, y la mano con la que había estado agarrando la de su hermana se quedó sin fuerza.

Eva gritó, gritó y gritó, dejando salir todos los problemas hacía fuera, echando todos sus demonios al aire. La puerta se abrió y Christian entró, arrastrando el cuerpo inerte de Charlotte, Heather gritaba también.

–Eva tienes que entrar –dijo el chico–. Ya van dos sacrificios, hay que pararlo antes de que se carguen a Thomas o a Zed –la chica asintió y entro junto al chico, no sin antes besar la cabeza se su hermana y dejándola junto a Charlotte.

Dentro todo estaba aún peor, había varios cuerpos en el suelo con los ojos cerrados que no se movían, para la suerte de Eva no fue nadie conocido que ella apreciase de su grupo.

Daniel decía palabras en latín, intententando terminar el sacrificio, se acercaba a Zed, a partir de ahí todo pasó muy rápido. Dani no podía soportarlo ni un segundo más cuando las agujas del reloj marcaron las tres, la chica le echó el liquido al hombre, lo que Dani no sabía era que había hecho desaparecer a Daniel, si, pero como el hombre no había terminado el sacrificio, les había arrebatado los poderes a todas.

Una neblina negra envolvió Daniel al completo, como un tornado el hombre fue girando dentro, gritaba e intentaba luchar contra aquel poder mágico, pero no lo conseguía. A la vez que hacía eso insultaba a todas las brujas y las deseaba lo peor. El tornado creaba una especie de ventisca que les revolvía el pelo a todas y todos, desplazaba objetos por el suelo y era tan fuerte que consiguió abrir la puerta donde estaban los dos cuerpos de las chicas. El tornado desapareció y lo único que quedó de Daniel fue el pergamino.

Elizabeth respiró tranquila.

–Me siento diferente –comentó la chica.

–Yo también –dijo Lidia.

Deborah recogió el pergamino del suelo y soltó un grito.

–¿Qué pasa? –le preguntó Melody, se acercó a su amiga y también se quedó sorprendida al leer aquellas palabras–. Si el sacrificio no se cierra al completo y correctamente, las brujas perderán sus poderes y se transformarán en humanos corrientes. Esto puede pasar cuando la puerta se queda entre abierta, es decir ni lo uno ni lo otro. Esto pasa cuando solo uno o dos personas son sacrificadas.

Entonces todos cayeron en que Ona y Charlotte habían muerto, pero ningún hermano varón de bruja.

–Eso significa, ¿que ya no podemos hacer magia? –preguntó Deborah, sin poder creérselo.

Ninguna la contestó.

El secreto de Pendle Hill ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora