El secreto de Pendle Hill ✔️

LIX. Los pequeños detalles

—¿Habéis dormido todos así? —le preguntó Melody a Eli, que era la única que estaba despierta y fresca como una rosa—. ¿Habéis dormido bien?

—Si. Ona es muy tranquila, no se mueve casi —alabó la chica.

—¿Ona es la chica poseída?

—Si, la hermana de Eva —Eli bostezó, Melody le tendió una taza de café que había traído en una bandeja junto a otras para todos y que había dejado encima de la mesa—. Gracias —bebió un poco—. La hemos perdonado, porque no fue del todo su culpa. No sabía que hacía.

—Creia que la de azul junto al ligón y la lista eran sus hermanos —dudó Melody.

—También lo son.

—¿Son cinco?

Eli la miró confusa.

—¿Qué? ¡No!—exclamó Eli—. Eva fue adoptada por la familia de Ona, y esos tres son los de sangre, los cuales ha conocido este verano.

—Si, ya decia yo. Ona y Eva no se parecen en nada.

Eli miro con una sonrisa al grupo de hermanos. Lauren y Lilith dormían desparramadas juntas en el sofá que compartían, a Eva y a Thomas, el cual este último tenía la mano encima de la cara de la chica, lo que tapaba sus facciones.

Aunque ellos fuesen hermanos de sangre, cabía destacar, que Ona y Eva tenían formas parecidas de dormir aunque no fuesen hermanas de sangre. Un claro ejemplo era que las dos dormían pensando, es decir, tenían dos dedos sujetando la sien derecha cada vez que dormían.

—Son los pequeños detalles, ¿verdad? Ona y Eva no son hermanas, pero han pasado juntas toda la vida, por lo que las costumbres se contagían —señaló Melody—. Podemos ver que Eva ha sacado lo de dormir con dos dedos sujetando la sien de Ona, ya que ninguno de sus hermanos de sangre hacen lo mismo. Ellos duermen desparramados.

—Te fijas en los pequeños detalles —comentó Eli—, de verdad que lo haces. ¿Has notado algo más?

—Los hermanos Southworth se expresan muchísimo con las expresiones faciales.

Elizabeth río.

—Si, tienes razón. Mueven mucho las cejas sobretodo al hablar.

—A veces, los pequeños detalles son los que te hacen saber más de las personas.

—¿Que pequeños detalles has notado en mi? —preguntó Eli.

—Siempre sonríes. No importa que pase, siempre tienes una sonrisa en la cara. Eres la luz, a la que todos recurren para ver una sonrisa en momentos tristes —Melody sonrió—. Cuando tu lloras, el mundo llora, por que está acostumbrado a verte feliz y eso es nuevo para el.

Eli sonrío, de una forma un tanto forzada, ya que ella nunca había sido tan feliz como la describía Melody. Tuvo una época en ese mismo verano un tanto oscura. En aquel tiempo se sintió poderosa, algo que le encantaba, y cada vez que pensaba en ello, le consumía y quería volver a hacerlo. Pero sabia que no podía cometer los mismos errores, como hizo en aquel tiempo en el que estuvo desaparecida.

—Buenos dias —se oyó a Eva murmurar, se quitó la mano de Thomas de su cara y se levantó—. Hoy cambiamos de sitios, Thomas se mueve mucho.

—De eso hablábamos, Ona y tu dormís como muertas. Ni os movéis —alabó Eli, intentado disimular su disgusto sobre sus pensamientos.

—Hemos estado casi toda la vida juntas, se nos habrá pegado. A los hermanos le pasa mucho, coger las costumbres del otro —explicó Eva.

—Si, aún sigo esperando a que se te pegue lo de teñirte el pelo de colores —dijo Eli, divertida.

—¿Colores? Lauren solo lo tiene azul.

—¿Cuantos años tiene, catorce? —preguntó Eli. Eva asintió—. A los diez llevaba reflejos rubios, a los doce mechas moradas, y el año pasado rosas. Se ha decantado por el azul este año.

Melody miro a Lauren, que se había cambiado de posicion, colocando sus pies en la cara de Lilith.

—Le queda bien el azul —opinó la chica—. ¿Su madre le deja?

—¿Blair? Blair hace lo que sea por sus hijos. Dejó que Lilith se hiciera otro piercing en la oreja a los diez años, y a Lauren el de el cartilago a los trece —señaló Eli, impresionada.

—Vaya. Que tiene Thomas, ¿un tatuaje? —preguntó Melody, divertida.

Eva lo intentó, de verdad lo intentó, intentó no sentir celos. Pero los tenía  y bastantes, ya que sus padres adoptivos eran cariñosos, pero estrictos. Nada de piercings, nada de salidas pasadas las nueve. Nada. Solo se preguntaba que habría pasado si los Southworth nunca la hubiesen dado en adopción.

A la única que le habían consentido todo en la familia Midnight, había sido a Ona, ella parecía ser la favorita, y ahora Eva sabía por que.

—Mis padres adoptivos eran súper estrictos conmigo —dijó Eva—. Yo me hice los piercings en las orejas con una amiga, a los catorce años, en su cuarto, con una manzana y una aguja.

Eli y Melody miraron impresionadas a Eva.

—Quien diría que la chica buena tenía el lado malo —comentó Melody—. ¿Que dijeron tus padres?

—Nada, llevo escondiendo nueve pendientes desde hace tres años. Es fácil, lleva el pelo suelto todo el rato tapándote las orejas y evitando que vengan a ver las clases de gimnasia.

—¿Aún sabes hacer lo de la aguja y la manzana? —le preguntó Melody a Eva.

—Si, he hecho agujeros durante casi toda mi vida. A mi amiga de la que os he hablado antes, a Ona cuando me lo pidió y a media clase en los baños del instituto.

Eli miró horrorizada a Eva.

—¿A que clase de instituto asistías?

A Eva no le dio tiempo a terminar ya que alguien entró a la sala cerrando la puerta de un portazo detrás de ella, haciendo que todos, menos Jonathan que tenía el sueño muy pesado se levantasen.

Deborah apretó los dientes avergonzada ya que todas las miradas ahora se dirigían hacia ella.

—Lo siento —se disculpó. Se giró hacia Eli y Eva—. Tengo un problema. De mujer a mujer.

—¿Qué? —preguntó Melody, esperándose lo que todas se esperaban.

—¡Eso no! —exclamó la chica—. Quería decir de bruja a bruja.

—¿Que ocurre? —preguntó Dani, que había conseguido salir del saco de dormir y se había unido al grupo.

—Esto.

La chica levantó la manga de su chaqueta. Todas le miraron el brazo confusas. Melody se preocupo al instante, ya que si su cuidadora se enteraba le echaría la culpa a ella por no estar pendiente, Eva y Eli mayoritariamente por que era algo de lo que no estaban avisadas y no sabían nada. Y Dani, por que tenía uno parecido en su antebrazo.

—Es como una marca de nacimiento —señaló Eva—. Pero en forma de número romano.