LVIII. El hotel... más o menos

1.1K 159 8
                                    

No encontraron el libro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No encontraron el libro. Es más, se fueron justo después de rescatar a Ona, Zed y Andreline. No querían levantar sospechas, ya que las levantaría si en una misma noche desaparecieran tres personas cautivas y por ende un libro de hechizos.

—¿Guardaste poción? —le preguntó Dani a Eli—. Zed y Ona se quedan en la misión.

—¿Que misión? —preguntó la chica resurgida de las sombras.

—Os presento a dos de las seis brujas de Samlesbury, Melody y Dana —les presentó Eva.

—¿Más brujas? ¿Poción? ¿Misión? ¿Que nos hemos perdido? —preguntó Ona.

—De mucho —contestó Dani.

Tyler consultó la hora en su reloj.

—Son las cuatro de la mañana y aún no tenemos lugar donde quedarnos —avisó el chico.

—¿Donde os habéis estado quedando? —preguntó Zed.

—En la caravana de mi abuelo. Se va Oscar mañana con ella de vuelta a Samlesbury, con nuestros dobles.

—Vosotros tenéis que beberos una poción que os clonará, y luego tenéis que enviar a vuestros dobles a Samlesbury —explicó Jonathan.

—Os hemos echado mucho de menos —admitió Dani, sus ojos brillaban de alegría bajo la luz de la luna al tener a su hermano al lado—. Pero dejémonos de ñoñerías.

—¿Como llegasteis hasta ahí? —atajó Dana, que abrazaba a su hermana.

—Cuando derrotasteis a Grace, un remolino de esos que hacéis las brujas raros nos teletransportó ahí. Nos llevaban comida, pero como cabe observar, Ona sigue con el vestido de la cacería y yo con el traje —explicó Zed.

Y es que sus amigos no se habían fijado en eso. Debido a tanta emoción por el retorno de sus amigos y hermanos, no habían caído en la cuenta de que Ona y Zed seguían vestidos igual desde la ultima vez que les vieron. Ona vestía su vestido negro, pero el pelo estaba suelto sobre su espalda, sucio y hecho un matojo repleto de nudos que tardarían horas en desaparecer, en cuanto a Zed tenía mejor aspecto, salvo por que su traje estaba lleno de polvo y había algunas partes en las que se encontraban rasgadas. Andreline, la hermana menor de Dana, estaba perfectamente, y tenía la misma expresión, como si nada hubiese ocurrido. No había dicho nada desde que salieron de aquella habitación.

–¿Os han torturado? –le preguntó Eva a Ona, mientras su hermana mayor le limpiaba suciedad de la mejilla.

Negó con la cabeza, y volvió a abrazar a Eva.

—Se hace tarde chicos, ya debatiremos esto mañana —comentó Dana—. Me llevo a Andreline a casa, tengo que explicar muchas cosas a mis padres. Melody deberías regresar a la residencia. Adele, Sophia y Deborah te esperan ahí según han dicho.

—Si... ¿tenéis lugar en donde quedaros? —le preguntó Melody a Eva, la chica negó.

Melody, con toda su buena voluntad sacó una llave y se la tendió.

—Es la llave de la cafetería. Hay una sala bastante grande con dos sofas, almohadas y mantas. Podéis quedaros ahí hasta que esto termine.

Eva abrazó a Melody.

—Muchas gracias —apretó la llave contra su pecho.

No podía expresar por cuanto estaban pasando y como de agradecida estaba con Melody.

Dana, Melody y Andreline desaparecieron de la luz de la farola y el joven grupo emprendió su camino hacia la cafetería en la que estarían refugiados los próximos meses o hasta que aquella misión terminase.

Al llegar a la cafetería lo primero que hicieron fue buscar aquella habitación de la que les había hablado Melody. Y como bien había dicho la chica, era bastante grande, lo suficiente para resguardarlos hasta que terminara la misión.

La sala estaba dividida en dos partes, en la parte que se acercaba al final había una vieja televisión sobre una mesa pequeña, justo en frente dos sofas grandes en donde podrían caber dos personas en cada uno. La parte donde más se acercaba a la puerta había una gran mesa de cocina con sillas, y justo detrás una estantería con diferentes libros.

—Menos mal que nos hemos llevado el kit de camping —comentó Eli—. Sacos de dormir, almohadas y mantas.

—Melody dice que aqui tambien hay mantas y almohadas —recordó Eva—. A lo mejor están en ese viejo armario —señaló al mueble abandonado en un oscuro rincon de la habitación.

—Deberíamos decidir dónde dormimos. Vale, a ver —Dani le echó una ojeada a los sofás—. Dos en cada sofá, podemos hacer un colchón con las mantas poniéndolas unas encima de otras y... ¿cuantos sacos tenemos?

—Aqui también hay esterillas —habló Eva desde el interior del armario.

—Perfecto, así utilizamos las mantas para algo mejor que dejarlas en el suelo.

—Hay seis sacos, los utilizábamos mi familia y yo cuando íbamos de camping —Eli acarició la funda de un saco y sonrío con añoranza.

—Dejemos la melancolía —dijo Dani—. Somos diez personas. Hay dos sofas en cada uno caben dos, hay seis sacos y muchas mantas y esterillas. Los genios de las matemáticas, descifrar esto.

—Cabemos perfectamente —dijo Eva, después de contar y descifrar el improvisado, pero fácil, problema.

—¿Si?

—Si.

Después de una serie de discusiones y debates sobre quien debería ir en el sofá y quien en el suelo encima de una esterilla, por fin, se decidieron. Lauren y Lilith dormirían en un sofá, Ona y Eli en el otro, y finalmente, Jonathan, Tyler, Zed, Thomas, Dani y Eva en el suelo en los sacos de dormir.

Eva no durmió en toda la noche, y a su alrededor la gente dormitaba plácidamente. Lo que le invadía la cabeza era la buena aceptación que había tenido Ona entre sus amigos, ya que cabe recordar que hace unos meses les hacía la vida imposible. Lo siguiente era las seis brujas, el libro y los cristales, de lo que se tendrían que ocupar cuando el sol rozara las cumbres de las montañas.

El secreto de Pendle Hill ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora