Prólogo.

93 5 1
                                    


1736

—Así que la perdiste. —dijo con voz fría y terrorífica.

El hombre poseía una cara pálida, igual que toda su piel, mostrando los muchos años vividos entre los inmortales, además de dura y fría como el mármol. Sus ojos eran rojos como la sangre reflejando las vidas que ha arrebatado en el transcurso de su estancia en el mundo.

Sus colmillos estaban a la vista, pues no le agradaba esconderlos. Dándole así la apariencia de la peor pesadillas de cualquier persona sin importar si era niño o adulto.

—No era mi intención, señor.—se disculpó su lacayo de rodillas y la cabeza baja, su sudor hacia que la ropa se le pegara a su piel, poseía un leve bronceado por causa de las largas horas de trabajo al aire libre.

—Esa chica puede causar muchos problemas.—le recordó al idiota de su sirviente lanzando una silla de madera tallada.

Existían demasiados problemas como para permitir que esto pasara, era cierto que tenia que eliminar al creador de la chica, pero al hacerlo, la pequeña alma enloqueció y nunca se quedó tranquila a su lado.

—Lo lamento, señor. —siguió suplicando por su perdón. Y por dentro deseaba que no lo matara por cometer tal idiotez.

—Sentirlo no causará que ella aparezca con nosotros.— habló estirando los pliegues de su frente. El malvado vampiro se debatía entre dejarlo ir para que la buscara o asesinarlo y mandar a otro de sus sirvientes, total quedaban muchos bajo su disposición.

—La encontraremos, señor.—prometió.

—Más les vale.

Con una rápida reverencia salio del salón dispuesto a buscar a la chica para que su amo sea feliz.

Esa pequeña alma había causado tantos problemas, que parecía algo increíble.

Por primera vez su compañero había hecho algo bien, pero no había vivido lo suficiente como para apreciarlo.

Con ese pensamiento sus facciones hicieron una mueca muy semejante a una sonrisa, se notaba que no estaba acostumbrado a sonreír.

Esa pequeña alma tenía que ser suya y debía, no... necesitaba, tener el poder de controlarla, de eso estaba seguro, pero nadie debía enterarse de la verdadera razón de esa necesidad donde ella debía ser de su propiedad.

Había intentado crear otra criatura igual de maravillosa que ella pero no encontraba esa pieza que la hacia especial.

Había descartado tantas cosas, y aun faltaban más, para saber cual era la cualidad para poseer tal don o alguno semejante.

Pero sin ella a su lado era casi imposible saber sobre ello.

El antiguo vampiro se acercó a su ventana y observó el panorama de Londres, sin que esta vista le causara algún efecto o sentimiento. Hace mucho que los sentimientos no existían en su organismo, en su ser, en lo que sea que fuera él.

Pero podía sentir en sus manos la ansia de tener a esa chica a su lado, no como su compañera eterna, si no como parte esencial de su propiedad. Ella era parte fundamental de su plan retorcido.

La perversa criatura de la noche no creía que los vampiros, como seres superiores, se tenían que mantener en las sombras como ratas de alcantarilla.

Pero muchos de los de su misma raza estaban bien compartiendo con los mugrientos humanos como sus iguales.

Si tenía a esa pequeña alma al lado de él seria imparable de eso estaba seguro, aún recordaba ese día que la vio en acción por primera vez...

Los ojos grises de ella estaban puestos de una forma fija en el pobre chico humano, aún en la oscuridad se notaba que era un vampiro, convertida algo joven pero ya ella era lo que era.

—Muéstrame tu cuello— pidió ella con una voz suave y sedosa— No pongas resistencia alguna.

El chico como si estuviera en un extraño trance hizo lo que ella decía sin objeción alguna.

La escena era demasiado extraña, era verdad que muchos humanos hacían lo que estas criaturas de la noche quisieran pero no de esa manera.

Ella se acercó a su cuello, y bebió de él, cuando quedó satisfecha se levantó y volvió a ver los ojos del chico que estaba sentado en el suelo, con los ojos vidriosos, era como si estuviera viendo pero sin ver a nada en particular.

—Ahora, quiero que olvides de mi rostro y de lo que te he hecho.— susurró con esa voz suave y dulce— Piensa que te han robado.

El tonto humano movió su cabeza de arriba a abajo muy despacio. La chica desapareció en un parpadeo.

El humano miro alrededor como si no entendiera lo que pasó parecía que estuviera despertando de un sueño.

—Apreciando el espectáculo— dijo al chico que había estado acompañándole en el mundo desde hace un par de siglos.— Sorprendente.

—¿Qué ocurrió?— se volteó a verle la cara a su compañero y pudo ver como el iris de los ojos azules, de su compañero, estaban volviéndose cada vez más rojo.

—Ella es especial— confesó— Esa chica puede controlar a las personas a su gusto.

—No sabia que podíamos tener poderes.— aportó. A pesar de todos los años que poseía encima nunca había visto nada igual.

—Ni yo.—la chica se acercaba a ellos a paso normal— Al principio fue extraño.

—¿Cómo te distes cuenta?— se interesó en ella.

—Como te dije fue algo extraño, me di cuenta cuando ella pedía algo y todo se volvía confuso, pero luego ella tenia lo que quería.

Entonces ella era única en nuestra raza. La chica llego donde estaban los dos vampiros hablando, y se puso al lado del hombre de ojos un poco azules y él le paso una mano por su pequeña cintura.

—¿Tu la controlas?

—No— negó seguro de su respuesta y luego le dio un beso en la mejilla, el vampiro mayor sabía que él la había transformado hace unos pocos años— Ella es como tu y yo, solo que tiene un poder especial.

La chica le miró con odio, por decir que era como una marioneta que alguien tenía que controlar.

—Nadie me controla— advirtió.

El viejo vampiro se fijó mejor en ella y al observarla, se dio cuenta que ella tenía un aire felino, de cierta manera salvaje.

Ella dio un par de pasos y luego desapareció a gran velocidad por la negrura de la noche.

—Ella nos puede servir— avisó el viejo vampiro a su compañero.

—Ella no será un arma—lo miro con odio mientras pronunció su advertencia.

Al parecer su compañero se había enamorado de la chica con poderes.

De algo estaba seguro si quería el control completo de esa chica tenia que eliminar a su compañero antes que se unieran.

A pesar de todos los años que compartieron juntos la muerte de su compañero iba a ser para un bien mayor...

—Señor— le dijo una voz que lo trajo de vuelta a la realidad.— La chica... creemos que se suicidó.

—Eso es imposible. No podemos morir.—le dijo el vampiro antiguo agarrando por el cuello a su lacayo.

—Hay evidencia que apunta que se suicidó o la mataron.—insistió el sirviente con la cabeza gacha.

Ordenó que la buscaran mejor, era imposible morir y seguro que ella podía salir de una situación donde amenazaran su vida con tan solo pedirlo.

Igual que, esa chica salvaje, les pudo decir cuando la encontraron, si fue así, que corrieran la voz de que estaba muerta.

Pero el viejo vampiro de ojos rojos y piel blanca como la tiza iba a encontrarla y la iba a convertir en su mejor aliada...

Colmillos En Su SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora