Capítulo VI

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Vicky.

Por fin llegó el día en que Oli visitó mi casa. ¡Estaba tan emocionada! Hasta ella se veía más animada de lo normal. En cuanto llegamos, nos pidió una pizza y fuimos por un refresco para ella. Mamá nunca compra pizza ni refresco, pero este día era especial.

Cuando terminamos de comer, Olivia me pidió que le mostrara toda la casa, lo que fue divertidísimo. Dijo que para ella sería como una exploración, porque el lugar donde vive es más pequeño.

Teníamos que empezar con lo más misterioso, claro, así que subimos al desván, donde le mostré unas cajas con disfraces viejos del día de brujas. A mamá no le gusta mucho esa fiesta, pero papá siempre la convence de hacer algo divertido.

Estuvimos ahí un rato inspeccionando y hasta me probé algunas cosas, pero luego pensé que quizá para ella sería algo aburrido quedarse mirando nada más, así que le puse un sombrero rojo de payaso que tenía la peluca incluida. ¡Nos reímos muchísimo!

Como faltaba mucho por explorar, dejamos el desván y cruzamos la casa hasta la cochera, pero ahí no encontramos muchas cosas aparte de periódicos viejos, así que regresamos adentro para ver qué más podíamos hacer y se nos ocurrió ir a mi cuarto, donde empecé a enseñarle mis juguetes. Creo que esa fue su parte favorita porque, apenas le mostraba uno, ya estaba pidiéndome ver otro y otro más. Debemos haber visto mi colección completa en unos quince minutos.

Por último, me pidió ver el estudio de mamá. Ella nunca deja que nadie entre, pero Oli dijo que eso sería más emocionante, como estar en la serie de la chica espía que pasaban por cable. ¿Cómo es que las grandes tienen siempre las mejores ideas? Hasta volvimos al desván por sombreros y otras cosas para disfrazarnos de nuevo.

En el estudio, mamá sólo tenía unos muebles con montones de libros y un escritorio. Eso yo ya lo sabía y me pareció aburridísimo, pero a Olivia se le ocurrió que revisáramos los libreros, cuadros y demás, imaginando que encontrábamos pasajes secretos y cajas de seguridad. ¡Siempre se le ocurren cosas geniales!

Luego me pidió ir por mi mochila y se sentó en el escritorio jugando a ser la maestra mientras yo avanzaba con mi tarea. Cuando terminé, nos fuimos a la sala y mi amiga dijo que le había dolido un poco la cabeza y no podría ver la película conmigo, pero de nuevo me dio permiso de poner cualquier cosa que yo quisiera. Estaba segura de que no quería volver a ver una película de terror en mi vida, así que pensé que debería poner una de romance, como las que ven las muchachas de la edad de Oli.

—Oli —le llamé mientras veía imágenes de las diferentes películas en la pantalla—, ese muchacho es muy guapo, ¿no crees? Hay que ver esa.

Cuando no me contestó, me giré para darme cuenta de que se había quedado dormida, por lo que pensé que de verdad le había dolido mucho la cabeza, así que fui a la cocina por un poco de agua por si se despertaba. Mamá dice que el agua ayuda para relajarse y calmar el dolor de cabeza, eso tenía que servir para mi amiga.

Mientras caminaba hacia la cocina, vi la puerta del estudio abierta y me acerqué para cerrarla, pero desde ahí noté que había dejado un cuaderno sobre su escritorio y entré corriendo a sacarlo. Casi podía sentir unos ojitos viendo que había desobedecido a mamá. Supongo que esa es la emoción que decía Oli, porque la verdad es que me gustó hacerlo.

Estando ahí, quise saber lo que había estado viendo mi mejor amiga mientras se sentaba en el lugar de mamá y vi unos papeles que parecían muy importantes, amarrados con un cordoncito rojo como si fuera un secreto.

¿Cómo podía compararme con la chica espía sin investigar bien lo que escondía ese nudo?

Lo abrí con mucho cuidado y encontré un montón de fotos con dibujos extraños que me hicieron sentir como la película de la vez anterior, pero también me hizo pensar en lo triste que debía estar la persona que los había hecho.

Entre esas cosas encontré un bonito dibujo de un gato gris que me gustó mucho y no pude aguantar las ganas de llevármelo a mi cuarto, así que lo saqué intentando no mover nada más y lo doblé con cuidado, guardándolo despacio en un bolsillo de mis jeans. Donde antes estaba el gato quedó el dibujo de un niño que alguien había borrado casi a la mitad y eso sí que me dio miedo.

De pronto imaginé a mi mamá entrando por la puerta y descubriendo que había entrado en su estudio sin permiso, lo que me hizo recordar los cuentos de Danilo, el niño de mi escuela. Según él, cuando un niño desobedece a sus papás, termina encerrado con un montón de ratas.

Siempre he pensado que todo eso es mentira, pero el miedo me sacó corriendo de ahí —después de acomodar todo— y me mandó de vuelta al sillón como si nada hubiera pasado. Ni siquiera me di cuenta entonces de que había olvidado el agua para Oli. En lugar de eso, traté de concentrarme en la película, pero era tan aburrida que me quedé dormida en el sillón sin saber más y, cuando desperté, mamá había llegado y mi mejor amiga se había ido a su casa.

Fui a mi recámara después de darle un beso a mamá y, cuando estuve acostada, saqué el dibujo que había guardado. Era un poco extraño, pero aun así el gato se veía muy bien. Lo puse bajo mi almohada y me dormí soñando con pequeños animalitos grises de cuatro patas paseándose por una habitación de blanco y negro.

Hugo, el locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora