Capítulo X

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Señor Blanco.

Siempre soñé que, cuando tuviéramos un hijo, pasaríamos el tiempo libre como en las películas de Estados Unidos: construyendo una casa en el árbol, jugando a lanzar la pelota, revolcándonos en el césped con un cachorro lleno de lodo. Los días de su cumpleaños, llegaría tarde a la fiesta por culpa del trabajo, pero lo compensaría con un regalo increíble o con una noche viendo las estrellas con el telescopio que aún no teníamos. En mi día de descanso, jugaríamos tantas horas que su madre me regañaría por desvelarlo en temporada de clases, pero valdría la pena por los recuerdos que habríamos formado.

Una mañana, sin embargo, empecé a darme cuenta de que las cosas no serían para nada como lo había imaginado.

Los gritos de Lauren fueron la primera señal. Me levanté asustado y sin saber de dónde venía el sonido, así que corrí hacia afuera de la habitación temiendo que alguien hubiera podido entrar en la casa. No tenía idea de que iba a hacer si eso había pasado, pero ya lo averiguaría en el camino.

Seguí la voz de mi esposa hasta la habitación de Hugo y fue cuando algo se rompió en mí.

Hugo se encontraba parado a mitad de la habitación, sólo viendo cómo su madre le gritaba con la voz desgarrada y lágrimas en los ojos. A los pies de ella había una almohada manchada de sangre y en la cama algo que parecía ser un animal muerto. Vi al niño de nuevo y su cara no mostraba culpa, miedo, ni nada parecido. Sólo se quedó ahí, como si no hubiera hecho nada y su madre le gritara a alguien más.

—Lauren, sal de aquí por favor —Le dije intentando no gritar.
—Estoy bien —respondió—, es sólo que pensé que la sangre...
—Tranquila, todo está bien, sólo vete.
—Traeré algo para limpiar esto —dijo antes de salir, conteniendo el llanto.

Sentí una mano que me halaba la camiseta y giré para encontrarme con Hugo, que me veía con curiosidad.

—Papá —dijo—, ¿sí funcionó?
—¿Qué estabas haciendo? —pregunté tomándolo de los brazos.
—Lo mismo que el césped.
—¿Estás loco? —Apreté más sus brazos mientras lo levantaba del suelo.

Lauren regresó a la habitación con una bolsa grande y empezó a quitar las sábanas de la cama.

—Papá —dijo Hugo con un tono que no pude identificar—, ¿por qué me dices eso?
—¡Cállate! —grité sacudiéndolo en el aire frente a mí—. ¿Crees que es gracioso?
—No, lo hice en serio.
—¿Por qué tenías ese animal aquí?
—Sólo quería sacarle la sangre.

Lauren empezó a llorar de nuevo al escuchar eso último y salió sacando la almohada junto con las sábanas, que envolvían al animal muerto.

—Te vas a quedar aquí, ¿entendiste?
—Pero es una rata nada más...
—Te vas a quedar porque te estás volviendo loco y no quiero que asustes más a tu mamá.
—Es sólo una rata —dijo empezando a llorar y sujetando de nuevo mi ropa cuando lo bajé al suelo.

Me zafé de él y salí de la habitación cerrando con llave. Las cosas tendrían que ser así por un tiempo, hasta que supiéramos cómo manejar al niño.

—¡Papá! —gritó sin dejar de luchar con la cerradura—. Papá, es sólo una rata, ¡sólo quería sacarle la sangre!
—¡Ya cierra la boca, Hugo!
—¡Es como el césped! ¿Por qué no entiendes?
—Que tuvieras esa rata me dice que estás loco, eso es lo que entiendo —grité pateando la puerta—.La próxima vez que te vea parado junto a una rata muerta, más vale que lo haya hecho un gato.

Hugo, el locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora