Extras (I)

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—El día de hoy nos encontramos aquí, a plena calle, en la esquina de Olmo y Montecillo, donde entrevistaremos a un antagonista un tanto diferente. Buen día, casa, ¿cómo te encuentras?

—Pues—responde extrañada—soy una casa, así que...

—Cierto, sí —contesta incómodo—. Vamos a las preguntas: ¿Qué te llevo a convertirte en lo que eres hoy?

—Ladrillos, cemento, algo de pintura verde...

—Bueno, yo hablo de algo más profundo, no tan literal.

—Ah, bien. Pues hace mucho ocurrió una tragedia aquí, aunque la verdad no recuerdo gran cosa. Incluso dicen que me construyeron sobre un cementerio, ¿sabes?

—Claro, decían lo mismo de mi escuela primaria, es muy común.

—Pero aquí no hay fantasmas ni nada, no es tan divertido.

—Ya veo. Y siguiendo con las preguntas, ¿disfrutas hacer el mal? ¿Te alimentas del sufrimiento ajeno?

—No lo disfruto para nada, me entristece bastante—responde con cierta amargura—. Con el tiempo te acostumbras a ver tantas desgracias y, aunque no lo disfruto, sí se puede decir que ese sufrimiento me alimenta, es un poco complicado.

—Y si no lo disfrutas, ¿por qué lo haces?

—Pues no es algo que controle. Los otros antagonistas incluso se burlan porque —agrega entre sollozos— dicen que soy muy buena, pero es que yo no elegí nada de esto.

—Claro, claro. ¿Necesitas un momento? ¿Quieres un pañuelo o algo? ¿Una botella de agua?

—No, ¿para qué voy a querer esas cosas? ¡Soy una casa! ¿No entiendes?

—De acuerdo, entonces sigamos—dice contrariado y claramente molesto—:  ¿alguna vez has sentido culpa o arrepentimiento por el daño que causas?

—No exactamente, te digo que escapa de mi control y, en todo caso, yo sólo complico lo que ya de por sí tiene cada uno en su interior, no es que les invente tragedias de la nada. Cada uno tiene sus problemas, sus traumas. Yo sólo los complico hasta la locura.

—Entiendo...

—Quiero decir que no es culpa exactamente, pero sí que desearía poder evitar el mal que les causo. Incluso contigo, perdón por eso.

—¿Conmigo? Pero si no me has hecho nada.

—Y ¿tú crees que es muy normal hablar con una casa?

—¿Qué? Pues... en un simple relato, ¿no? No es real—afirma no tan convencido— . Yo me retiro, ¿sí? Eh... —duda contemplando a su alrededor—. ¿Cuándo entré aquí? ¿Dónde está la puerta? ¡Auxilio! ¡Auxilio!

Hugo, el locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora