La casa verde.
Los eventos que ahora suceden y que nos traen de vuelta al inicio de la historia, no pueden ser narrados de manera aislada pues, si las cuerdas se han ido tensando por separado en torno al pequeño y extraño habitante de la oscura habitación con vista al jardín, es en este momento que se afinan en un acorde siniestro.
Ya el enigmático Matías había mencionado lo poco atractiva de esta historia cuando inició su narración, algo que pareciera haber sucedido hace tanto y que, de hecho, recién está ocurriendo.
Olivia, como un ave de rapiña que ve las cosas desde afuera, siguió desplazándose en círculos cada vez más pequeños, atraída por la miseria que se mostraba en el verde enfermizo de las paredes y, ahora, ha quedado atrapada en la locura que intentaba descifrar. En su cabeza, la obsesión ha hecho su nido a través de los años, trayéndola hasta las puertas mismas que separan la cordura del delirio.
—¡Oiga, no es justo! —grita la joven mientras se aferra al antebrazo de Lauren, quien sólo intentaba alcanzar a su hijo herido antes de que se encerrara lejos de sus cuidados—. ¡Tienen que darme respuestas ahora mismo!
—¡Suéltame, maldita loca! —responde la madre del niño soltando años de frustración en una bofetada que sentó a Olivia en la calle junto a Bárbara.El equilibrio perfecto para la joven era precisamente su amiga Bárbara pero, al distanciarse de ella, no hizo más que despejar el camino para que la creciente curiosidad se volviera en una poderosa obsesión. Después de todo, no hay como una casa abandonada para que una plaga se encargue de ocuparla.
—Olivia, ¿qué demonios te pasa? —grita Bárbara, tomando a su amiga del brazo y ayudándole a ponerse en pie, al tiempo que ve a Lauren correr tras el resto de la familia.
—Estoy demasiado cerca, Barbs —dice Olivia, quien se rasca la cabeza con frenesí—. ¡No tiene derecho de alejarme ahora!
—Liv: es su casa y es su hijo —responde ella—, a quien por cierto atropellaron por tus juegos, ¡claro que tiene derecho!
—¿Olivia? —llama de pronto la voz detrás de ellas, de quien casi se habían olvidado.La maestra Reyes había sido la única esperanza real para Hugo. Largo tiempo pasó desde que Susana se fue y hasta que encontraron a alguien más que aceptara atender al niño en su propio hogar, según las condiciones del señor Blanco, quien no permitiría que lo sacaran de la habitación.
Quizá unos años atrás, la dedicada maestra habría sido útil para el pequeño, pero en las circunstancias actuales podemos decir que su intervención en esta historia sólo sirvió para aumentar el número de personas expuestas a los riesgos de la locura.
—¿Victoria estaba contigo? —La voz de la mujer transmite un torbellino de emociones agolpadas y confusas—. ¿En qué pensabas al venir aquí?
—Maestra —interviene Bárbara al notar que su amiga se debate entre buscar una respuesta a la pregunta o el momento oportuno para entrar buscando a Hugo—, Olivia vino sola, creo que Vicky la estaba siguiendo.En la acera de enfrente, la bicicleta de Vicky sigue en el lugar donde la dejó. Un hombre mayor sale de la casa y otras luces en rededor se encienden, mientras ojos curiosos se asoman por las ventanas.
Desde lo lejos, las patrullas y ambulancias se acercan, trayendo con ellas la ayuda que, sin embargo, no podrá llegar a tiempo; el aullido de sus sirenas mezclándose con los que se alzan sin armonía en la esquina de Olmo y Montecillo, donde la niña ha despertado en terrible agonía.
Bárbara corre tras Olivia, que ha aprovechado el momento para retomar su persecución, llamándole a gritos cuando ésta atraviesa el jardín y penetra por el umbral de la locura que nadie se preocupó en cerrar.
El señor Blanco golpea y ruge tras la puerta de la habitación de Hugo, de la jaula de Matías, mientras Lauren le suplica que tenga paciencia.
«¿Cómo llegaste al jardín Hugo?». Esa es la pregunta que resuena en la cabeza del niño.
—No lo sé, creo que seguí a Matías por la puerta —responde a aquella voz suave y misteriosa.
«¿Y cómo salió Matías?».
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Hugo, el loco
Mistério / SuspenseUn misterio se esconde en la casa verde que se encuentra en la esquina de Olmo y Montecillo. Los rumores sobre un niño desequilibrado y peligroso recorren la ciudad como tantas otras leyendas urbanas, con la diferencia de que esta es real. Muchas pe...