Susana.
Aquella era la época más feliz de mi vida.
Martín, mi novio desde la secundaria, me acababa de pedir matrimonio la semana anterior y, esa misma mañana, mamá y yo habíamos llegado al vecindario donde ella y papá vivieron cuando eran jóvenes. Como tenía un par de días de descanso, habíamos decidido visitar la Iglesia donde se casaron para pedir información sobre fechas y demás, pues queríamos continuar con la tradición familiar.
En casa, mis amigas planeaban una salida especial para la noche siguiente y Martín estaba tramitando la adquisición de un coche nuevo para mí. En resumen, parecía que las cosas no podían ir mejor, pero es justo cuando piensas que todo va a salir bien que los problemas empiezan a aparecer.
—¿Señorita Torrejo?
Era mi jefe al teléfono. Siempre me pregunté si algún día se dignaría a llamarme licenciada, doctora o de cualquier otra forma que reconociera los años que me había matado estudiando.
—Dígame, doctor García —respondí con mi tono más amable—. Buenos días.
—Señorita —continuó, ignorando por completo mi saludo—, ¿sigue usted en el viaje que me había mencionado?
Mi madre, que escuchaba todo por el altavoz del coche, me lanzó una mirada reprobatoria. Siempre se molestaba por esa costumbre que tenía mi jefe de llamarme en mis días de descanso, horas de comida y demás.
La verdad es que ella tenía razón al reaccionar así porque no teníamos nada parecido a un servicio de urgencias, no era la clase de trabajo que hacíamos. Nuestros pacientes debían solicitar una cita con tiempo y luego ser recibidos dentro de los horarios establecidos, pero atender a más pacientes significaba ganar más dinero, por lo que me obligaban a atender en cualquier día y a cualquier hora, sin importar que me tocara trabajar o no.
De cualquier forma, aun si hubiera resultado ser el mejor jefe del mundo, mamá nunca habría estado de acuerdo en que entrara a trabajar con el doctor García. Según ella, trabajar para alguien más es como humillarse. Incluso se ofreció a darme el dinero necesario para que iniciara con mi propio consultorio, pero no era eso lo que yo quería.
Si estudié esa larguísima y aburrida carrera fue sólo para complacer a papá, pero yo conocía perfectamente mis propias limitantes. No tenía vocación, constancia ni experiencia, pero lo más importante es que no tenía ni el menor deseo de dedicarme a aquello más tiempo del necesario.
Un consultorio propio sería igual a casarme con la profesión para siempre, así que trabajar con el doctor García hasta el día de mi boda con Martín era lo mejor para mí por el momento.
—¿Sigue en la línea, señorita Torrejo?
—Perdón, sí —dije volviendo de mis pensamientos—. Estoy con mi madre en el...
—Perfecto —interrumpió—, le tengo un paciente ahí mismo.
—Doctor, no vine aquí por trabajo, estoy de vacaciones y...
—Y aun así la madre del niño me llama justo hoy —Volvió a interrumpir—. Es providencial, ¿no le parece?
—Espere, ¿cómo que un niño?
La mayor razón para no dedicar mi vida a la psicología es que odio aguantar a las personas con sus problemas y sus quejas, se lo dije a papá una y otra vez.
Un niño representaba todo lo que odiaba de la profesión, ya que no sólo se queja, sino que llora, patalea, ensucia y, lo peor de todo, no tiene ni una pequeña idea de cuál es realmente su problema, por lo que tienes que perder un montón de tiempo adicional.
Lo peor que podía pasarme, era un niño.
—Será sencillo para usted —continuó—, parece un caso en verdad común.
«Por lo menos —pensé para darme ánimo— no me manda con uno de esos locos peligrosos».
—Ya le estoy enviando la dirección.
—De acuerdo, voy para allá —respondí antes de finalizar la llamada.
Mientras manejaba con el ruido de fondo que creaban los reclamos de mi madre, programé el GPS del auto.
«Es como en las películas de mafiosos —pensé—: un último trabajo antes de retirarme».
Conteniendo la risa, me dirigí a la dirección que me indicaba el dispositivo, justo en la esquina de Olmo y Montecillo.
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Hugo, el loco
Mystery / ThrillerUn misterio se esconde en la casa verde que se encuentra en la esquina de Olmo y Montecillo. Los rumores sobre un niño desequilibrado y peligroso recorren la ciudad como tantas otras leyendas urbanas, con la diferencia de que esta es real. Muchas pe...