Capítulo 1

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Era un soleado día en Busan. El frío invierno ya casi se había ido por completo, dándole paso a la primavera, que no tardaría mucho en llegar. Era un día especial como cualquier otro. Y era como cualquier otro, porque todos son especiales, aunque no lo parezcan. Aunque uno se sienta en el mismo lugar, siempre pasa algo diferente. Aprendemos cosas nuevas, por más que sean insignificantes; y ocurren cosas que podrían marcarnos por un momento, o para siempre.

Aquel lunes era importante, en especial para los jóvenes estudiantes, que empezarían las clases. De los más chicos a los más grandes, todos entraban a sus respectivos colegios con emoción. Ansiaban ver a sus amigos y, algunos, volver a estudiar.

Cientos de chicos y chicas atravesaban el portón de una enorme universidad, sedientos de conocimiento de aquellas carreras que les apasionaban. El precioso cielo azul y el brillante sol animaban a todos a sonreír. Pero había un caso en particular; una persona que no lo hacía. Alguien que no había notado el color del cielo, la calidez del aire, las ansias de entrar o alguna sensación de bienestar o felicidad dentro de él.

Park Jimin, al contrario de todos, veía todo desde otra perspectiva, como si el hecho de asistir a su primer día de clases fuera tedioso; como si, a pesar del buen día, él tuviera una nube negra sobre su cabeza. Caminaba sin ganas, como si cada paso le costara y como si su mochila pesara una tonelada. 

Se detuvo y miró la hora en su reloj. Aún faltaba media hora para entrar a su primer clase, así que se decidió por sentarse en uno de los bancos que estaban afuera. Se dejó caer en el asiento, suspiró y frotó su cara con sus manos. De pronto, sintió dos fuertes palmadas en su espalda que lo trajeron de vuelta al mundo real.



—¡Jimin! ¡Amigo! ¿Cómo estás, eh?



El joven levantó su mirada, viendo al otro los ojos. El joven frente a él carraspeó y se sentó a su lado.



—Pregunta equivocada, ¿Verdad? —suspiró— ¿Vas a hablar, al menos?

—Sí, lo siento, Hoseok. Estoy algo decaído, es todo.

—Entiendo que te sientas mal, pero haz un esfuerzo. Es el primer día del segundo año de tu carrera. Debes intentar soportarlo sólo por unas horas, y después vuelves a desahogarte de la manera que quieras. Puedes llorar, gritar, patalear, hacer malas caras, pero ahora no es el momento ¡No vaya a ser que tengas problemas al prestar atención en tu primer día!

—Lo sé. Gracias, hyung.

—No fue nada.



Jimin se paró y exhaló, como deshaciéndose de todos sus malos pensamientos. Después, se despidió de su amigo y se adentró al establecimiento. Quería aprovechar que nadie había llegado aún al salón, para poder escoger un buen lugar en el cual sentarse. Una vez que lo encontró, se sentó, acomodó sus cosas y esperó a que la clase empezara. 

Poco a poco, la sala se iba llenando de alumnos y el silencio desaparecía, alterando un poco los nervios de Jimin. No se sentía así por ser ese el primer día, sino porque estaba sensible. Hacía unos días, había perdido a una persona muy importante para él. Y las pérdidas, como todos saben, son muy complicadas de superar. Su corazón dolía a cada segundo cuando los pensamientos de aquel hombre, que había sido casi como un padre para él, volvían a su mente, no sólo recordándole los momentos felices que habían tenido juntos, sino también el hecho de que ya no estuviera con vida.

Two melodies [Yoonmin] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora