Marinnette:
Como se había hecho costumbre, no había dormido como se debía, ni con la luz encendida (como una niña pequeña) me hacía reconciliar el sueño. Y la verdad, ya no sabía qué hacer.
—¡Marinnette, ya despiértate! —alguien, no se quién ya que estoy más dormida que despierta me gritó al oído.
—Cinco minutos más, sólo eso pido —supliqué, tapándome los ojos.
—Puedes dormir cuanto quieras allá en tu casa, por que ya se acabó la clase —canturrearon.
Sentí que fue la mejor noticia de mi vida.
Me paré y lentamente, como si fuera un koala, tomé mi mochila del suelo y la puse en mi espalda.
—Ay niña, me das una flojera bien fuerte –bostezó Alya–, que podría acompañarte en tu siesta —entrelazó su antebrazo con el mío, bajando las escaleras. Asegurándose así de que no me fuera a tropezar.
—¿Qué dijo la maestra que quería que hiciéramos? No escuché —y me tallé los ojos.
—¿Cómo vas a escuchar mientras duermes? —y negó divertida—. Un reporte, para suerte tuya es por computadora.
—Yo tengo compu, vayamos a mi casa. Yo invito las palomitas —y guiñé el ojo.
—Unas merecidas palomitas.
Entre risas, empujones, y bromas de las cuales la mayoría no le entendía la pasamos en el camino a mi casa.
[...]
—Mamá, Alya se quedará a dormir conmigo, ¿te molesta? —fue lo primero que grité al abrir la puerta de la pastelería.
—Oh, por favor, siempre eres bien recibida –vino a nosotras y la abrazó– Siéntete bienvenida querida.
—Gracias señora, vamos Mari que el reporte no se hará solo.
Como unas crías de once años corrimos hasta subir las escaleras y dejarnos caer en la cama.
—Bien, quiero empezar ya, para comer tempran — la castaña me comentó.
—Yo también, ¿qué es lo primero? —me senté en la silla giratoria, y rodeé hasta el escritorio donde estaba mi computadora, la encendí y me fui a Word, ya lista para escribir lo que nos encargaron.
—Borrador, de Michael Clifford —me respondió con sorna.
—Ja, Ja –reí con sarcasmo–, ya hablo en serio.
—Mhm, Las Leyes de Newton. De nuevo — bufó.
Gruñí con exageración. La física no era nuestro fuerte.
—¿Qué eso no lo vimos en secundaria?
—La maestra está retrasada.
—Bien, de título: Las Tres Leyes De Isaac Newton.
(...)
El caer de un metal me hizo despertarme. Me tallé los ojos con pereza, y con cuidado de no pisar a Alya busqué mis pantuflas. Me los puse, y fui a averiguar de dónde provenía tales ruidos.
Bajé las escaleras y chequé en la cocina, pero no había nadie. La sala estaba vacía, el local de la pastelería que es dividido por una pared de cristal también estaba tranquilo.
—Creo que me lo estoy imaginando, de nuevo —me encogí de hombros restándole importancia y regresé a mi habitación.
Al estar casi cerca de mi "campamento", hecho en el piso, una lata de refresco rodó hasta mis pies.
Mi boca formó una gran 'O', y empezaron a temblarme las piernas.
—Ven aquí —oí que susurraron.
Miré a Alya por un momento juré que me estaba jugando una broma de malísimo gusto, pero ella seguía dormida plácidamente, enredada en el edredón como un bebé.
Salí al balcón, con la misma barra de metal que noches atrás me lo encontré tirado.
En el varandal, el mismo chico gato estaba sentado, dándome la espalda.
—¡Otra vez tú! ¿Qué es lo que quieres? — susurré - exclamé.
Lo tomé por sorpresa, ya que dio un respingo.
—¡Me asustaste! —gritó, llevándose una mano al pecho.
—¿Qué? ¿Yo a ti? ¡Tú deja de asustarme, chico gato!
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Promise | Marichat | TERMINADA
FanfictionEn la sala de parto, un error de novato mata al ser más preciado de Sabine Cheng y Tomas Dupain: Su pequeña hija, Marinnette. En el llanto, en la depresión, un ser diabólico fuera de esta dimensión, le propone hacer un trato con la madre, en el que...