24. Ignorándolo

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Marinnette:

Bajé rápidamente las escaleras, con un pequeño nudo atorado en mi garganta.

Qué estúpida.

Con el dorso de la mano me sequé esas lágrimas que querían escaparse de mis ojos.

—Marinnette, ¡espera! —esa voz chillona y traicionera me gritaba desde atrás.

—No me busques más, Plagg —advertí, más enojada que triste.

—Oye, no es lo que estás pensando —se atrevió a decirme.

Fue ahí cuando exploté de ira e impotencia.

—¡¿Ahora a qué diablos vienes? ¿Quieres recordarme cómo fui vilmente ignorada?! ¡Dijiste que...! –decidí omitir esa parte–, ¿por qué mentirme de esa manera?

—Créeme, no estaría aquí suplicándote si no fuera verdad. ¿Yo, andar detrás de una niña por nada? No es mi estilo —e hizo una mueca de desagrado.

—¿Entonces por qué no me contestó? ¿Por qué no me dijo lo que tú decías que sentía? –los ojos volvían a picarme–. ¿Sabes lo doloroso que es el que te ilusionen así con alguien? No, tú sólo eres un Miraculous. ¿Qué vas a estar sabiendo acerca de esto? —esto último me lo dije más para mí misma que para el bicho negro.

—Pero Marinnette... —lo interrumpí.

—No, evítate la molestia de aclararme las cosas, sí, lo acepto, fui una estúpida por creer que un chico como Chat Noir, o como Adrien Agreste, se fijaría en una simple plebeya, estando en la cima de la cadena alimenticia. Gracias por hacer perder mi tiempo —. Me di la vuelta, y volví a donde nos encontrábamos guardando los bocadillos. A lo lejos visualicé a mi mamá esperando a que unos cerrajeros pudieran abrir junto con la secretaria del señor Agreste.

—¿En dónde andabas? Creí que ya te habías ido —me preguntó mamá recién llegué hasta ella.

—No, es que... Alya me había llamado para unas tareas y salí fuera de la mansión, pero ya estoy aquí. ¿Qué pasó? —fingí desconocer la escena.

—Se cerró la puerta. Aún no sabemos quién fue, pero creo que tardarán mucho en abrirla —explicó.

—Oh no –susurré, luego de acordarme acerca de los pastelillos–, mamá, pero los hicimos de...

—Lo sé, y si no logran abrirla dentro de media hora se estropeará el glaciado —y sabe llevó una mano al entrecejo, le estaba dando migraña por el estrés.

Suspiré cansada.

Este día ha sido tan... Tan mierda.

—Como no nos queda de otra, meteremos el bocadillo en el refrigerador del sótano. Síganme —dictó la mujer de lentes, haciendo resonar el salón con sus tacones.

Aquí vamos de nuevo.

En el trayecto, el corazón me ardía mientras que por fuera, sonreía a toda costa fingiendo que nadie había roto mi alma, de hecho, para que mi naturalidad pareciera perfecta, conté un chiste. Mamá se rió mucho.

—¡Ya basta Mary! Harás que tire todo al suelo —mamá se quejó, tratando de tragarse las carcajadas que tenía sin salir.

Pasando bajo un pasillo del segundo piso, pude visualizar al de cabellera rubia ver a nuestra dirección, pero lo ignoré olímpicamente. Ya que no quería ponerme mal frente a mi mamá.

Torpe.

Después de haber transportado todo por más de dos horas, salimos de ahí. Con una invitación y asientos en primer lugar para la pasarela del diseñador Agreste por haberles entregado el pedido justo a tiempo y en buenas condiciones, a pesar de que por poco se nos derretía el glaseado. Pero fuera de eso, estábamos bien.

¿Estás bien?

Sí, lo estoy.

—¿Irás a la pasarela Marinnette? —mamá me preguntó de vuelta a la pastelería.

—Aún no lo sé —me encogí de hombros.

—Sería una buena oportunidad de lucir tus vestidos hechos por ti, hasta podrías encontrar algún patrocinador para apoyarte en tu carrera —y me abrazó por los hombros.

—No hay que ilusionarnos mamá. Ni llegar tan lejos —reí algo alto.

Mamá era exageradamente imaginativa, aunque debía aceptar que a veces era genial serlo, creo que por eso papá se casó con ella.

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Promise | Marichat | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora