9. Preocupación

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Marinnette:

Después del incidente de la basura quemándose, mi mamá me ordenó a entregar pedidos a domicilio, era mi "castigo" por jugarle una broma pesada (aunque yo insistí en que no fue así).

Porque en verdad pasó, realmente no sé cómo es que las pruebas de que vivimos eso en la mañana cuando recién nos levantamos desaparecieron así, de la nada y de una manera rápida, esto era tan sospechoso.

Alya decidió acompañarme, yo le dije que no, que fuera a su casa a descansar, pero no me hizo caso, ya que según ella también tenía un poco de culpa en esta "broma".

—No sé cómo demonios se borró la evidencia, pero estoy segura de lo que vi, esas palabras escritas en la pared de tu cuarto eran reales. No lo soñamos, ya que nadie sueña el mismo escenario al mismo tiempo. Eso es ridículo, e imposible — la castaña me estuvo diciendo en el trayecto de la caminata.

Explicándome cómo es que pudieron haber pasado las cosas. Pero no hay nada qué explicar, o qué decir.

—No lo sé Alya, estoy preocupada, por nuestra salud mental. No es normal todo esto —le susurré, cargando las cajas de pan que mi mamá me ordenó a entregar.

—No estamos locas, Marinnette. Y por lo que me cuentas ésta no es la primera vez que te sucede, no te culpo por que estés preocupada, pero no por eso vas a dejar que esa persona, si es que es una persona, te moleste —e hizo esa rara aclaración.

No creo que una cosa o una mascota fuera la responsable de eso.

—¡Es que no puedo! ¿Cómo voy a ignorar algo realmente alarmante? ¿Cómo protegerme de alguien que no conozco? —el sol ya estaba calentando mi cabeza, porque sentía que iba a estallar.

—Tal vez sea Nathaniel... — sugirió, con una voz tan baja y tímida.

—¿Qué? ¿Nathaniel? ¿Por qué me dices eso? —y la miré con el ceño fruncido.

—Siempre le has gustado. Prácticamente desde que somos niñas, y nunca le correspondiste — eso último, lo dijo como un regaño. A lo que abrí la boca, indignada.

—No es razón suficiente para hacer semejante locura. Además no lo creo, él es muy lindo y todo,  lo veo como si fuera mi hermano, no creo que alguien como él sea una persona con malas intenciones —razoné.

Paramos de caminar, estábamos frente a un enorme portón de metal, muy elegante y blanca, también lucía limpio y muy bien cuidado.

—Vaya, el que vive aquí ha de ser muy feliz... —murmuré.

—¿Estas segura que ésta es la dirección? No creo que un par de multimillonarios ordenen pan casero —se cruzó de brazos.

—Así dice la tarjeta que me dio mi mamá, ella es muy cuidadosa en su trabajo. Además, el pan que hace mi papá es muy rico, cualquiera querría comprar — vi una cajita de plástico, con un botón rojo, y una cámara, también una bocina por donde hablar.

Lo presioné, haciendo un sonido, como si fuera un timbre.

—Residencia De Los Agreste, ¿Qué se le ofrece? — la voz de una mujer contestó la grabadora, a lo que yo Respondí.

—Buenas tardes, vengo a entregarle su pedido — acerqué las cajas a la cámara, para comprobar mis palabras.

—¿Pedido de qué? — la voz de esta mujer pareció estar confundida, lo que me dio una mala señal.

Rayos, creo que no es aquí.

—Pan casero, y algunos postres de chocolate —hasta titubeé para responder. 

—Lo lamento señorita, no hemos pedido nada, gracias — la "llamada" se colgó. 

—Qué mujer tan grosera. Vámonos —dijo Alya muy molesta, y empezó a caminar en dirección contraria a donde nos venimos.

Fruncí el ceño, pero la seguí.

—Bueno, me equivoqué respecto a mi mamá...

Ya estábamos a tal vez, unos dos metros de la casa (semejante mansión, cabe destacar) cuando una voz masculina gritó:

—¡Espere señorita!

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Promise | Marichat | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora